Ejemplos con gustándolo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Esta tal, con harto dolor suyo, no fue a las tribunas del Senado, porque en aquel tiempo la ilegalidad no tenía el fuero de exhibición en lugares destinados a la decencia pública, pero tuvo quien le contara por todo lo que dijo Prim respondiendo a sus detractores, y devoró luego el , gustándolo como embriagadora novela o dulce poesía.
Conviene mencionar aquí a una mujer hermosa, muy conocida en Madrid y sus aledaños por el carácter público de su liviandad, aunque no más liviana que las emancipadas dentro de la ley, mujer graciosa y despierta, Teresa Villaescusa, ya conocida del desocupado lector. Esta tal, con harto dolor suyo, no fue a las tribunas del Senado, porque en aquel tiempo la ilegalidad no tenía el fuero de exhibición en lugares destinados a la decencia pública, pero tuvo quien le contara ce por be todo lo que dijo Prim respondiendo a sus detractores, y devoró luego el Diario de las Sesiones, gustándolo como embriagadora novela o dulce poesía. Era frenética española y neta castellana, había declarado la guerra al Imperio francés en el terreno de las cuchufletas, y lanzaba toda su voluntad hacia las soluciones progresivas, sin saber lo que eran, por simpatía innata de lo nuevo y vibrante, o por concomitancias del corazón con hombre de ideas radicales. En fin, que se declaraba masona y descamisada, diciéndose con secreta presunción: «Amando las revoluciones, somos las mujeres más bonitas». Así, después de despotricar donosamente contra O'Donnell y Narváez, se miraba al espejo. Y a pesar de esto, tenía debilidad por la Reina, a su modo la quería, sin haberla visto nunca de cerca, disculpaba sus errores, y alababa el intenso espíritu democrático y absolutamente expansivo que la señora ponía en su existencia particular. La gloria presente y los venideros triunfos de Prim le quitaban el sentido, se revolvía contra los que le apoyaban con tibieza, y se dejaba decir: «No le defendemos resueltamente más que la Reina y yo».
Así, en días señalados, se le veía descender al Prado y tomar asiento en el banquillo de una aguadora, de quien era parroquiano, y allí hacerse servir un gran vaso de Cibeles o el Berro, el cual iba bebiendo a sorbos, paladeándolo y gustándolo con más chasqueteo de lengua que si fuera manzanilla de Sanlúcar o amontillado de treinta años.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba