Ejemplos con guitarra

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Uno de los chicuelos cantaba un verso, y después los pastores y los demás muchachos lo repetían acompañados de la zampoña, de la guitarra montañesa y de los panderos.
Era un estudiante de Medicina, famoso entre los de su Facultad como hábil tocador de guitarra, alegre confeccionador de chistes y calavera de los más audaces.
¡Con un pillo así era imposible estar seria mucho tiempo! Se necesitaba tener corazón de piedra para no conmoverse cuando, cogiendo la guitarra y poniendo los ojos en blanco, se arrancaba por el , entonando después melancólicamente el ¡! que hacía llorar a todas las muchachas de la época, o aquello otro punteado y expresivo que comenzaba:.
Tan complaciente era, que para entretener al sobrino no vacilaba en despojarse de su dignidad profesional, y las criadas oían sonar en el salón una guitarra y la voz de don Rafael cantando las cancioncillas de sus buenos tiempos de estudiante.
Los ciegos y ciegas que el resto del año pregonan el papelito en el que está todo lo que se canta iban en cuadrilla, guitarra al pecho, vestidos de pescadores u odaliscas, mal pergeñados, con mugrientos trajes de ropería.
Cuando se hacía momentáneamente el silencio en el comedor, oíase cómo se regocijaba fuera la plebe, el rasgueo de la guitarra, el estallido de los cohetes, el cacareo de las mujeres, y algunas veces el estruendo venía de abajo, de la cocina, donde sonaban el vozarrón de Nelet y las corridas medrosas de las criadas, con chillidos de protesta débil.
De vez en cuando, griterío y corridas, brazos en alto, bastones enarbolados, una guitarra estrellándose quejumbrosamente en una cabeza, y cuando la calma se restablecía, saludábase con sonrisas y aplausos irónicos a la ristra de valientes que, sin paciencia para esperar, emprendían la marcha carretera abajo, cogidos del brazo, moviéndose con torpe balanceo, como si estuvieran sobre la cubierta de un buque en día de gran marejada, charlando incoherentemente o soltando sus vozarrones para entonar los estrambóticos y lánguidos corales que inspira la musa amílica.
En una puerta susurraba la guitarra con melancólico rasgueo, contestándole desde otra el acordeón con su chillido estridente y gangoso.
Son nuevas algunos cantos de Darío y en ciertas de Jiménez, que sedujeron a América, toda la Sevilla becqueriana está con sus divinos suspirantes y la guitarra de luto.
—El barbero de éste toca la guitarra en un rincón, y diez o doce señoritas, vestidas con trajes de lana, y sin guantes ni prendidos, forman la femenil constelación del sarao.
En ellos se ven mezclados la mitad de unas tijeras, media cruz de Isabel la Católica, la peana de un Santo, unas hilas , el faldon de un frac, el ala de un sombrero, la muleta de un cojo que murió, el mango de un cuchillo, el mástil de una guitarra, el tacón de una bota, una caja sin fondo, tres hojas de un libro, la pasta de otro, un pedazo de entorchado de General, un zapato viudo, un guante soltero.
Encendieron una vela, y te aseguro que el tufillo de la cera, los rezos y aquel espectáculo me levantaron el estómago y me han puesto los nervios como cuerdas de guitarra.
Esta pandereta, con la chula tocando la guitarra, para Newton.
Era la pierna para él su modo de vivir, su finca, su oficio, lo que para los mendigos músicos es la guitarra o el violín.
Claro que no importa, pero ¿por qué no hemos de tener limpieza y decoro delante del Señor, siquiera por estimación de nosotros mismos? Se limpia la casa cuando vienen el teniente alcalde y el médico del Ayuntamiento con sus bastones de borlas, y se ha de dejar sucia cuando viene el Pero cállese usted hombre, por amor de Diosesto se lo decía al ciego de la guitarra, que habiéndose enterado de la presencia de la señora, quiso que esta conociera la suya, y se acercaba tanto, que al fin parecía querer meterle por los ojos el mango del instrumento.
Bajó la señora al patio, donde había entrado un ciego tocando la guitarra y estaban algunos chiquillos jugando a los toros.
Y Olmedo lo hacía todo tan al vivo y tan con arreglo a programa, que se emborrachaba sin gustarle el vino, cantaba flamenco sin saberlo cantar, destrozaba la guitarra y hacía todos los desatinos que, a su parecer, constituían el rito de perdido, pues a él se le antojó ser perdido, como otros son masones o caballeros cruzados, por el prurito de desempeñar papeles y de tener una significación.
El ruido de la guitarra y de los cantos de los ciegos arreció considerablemente, uniéndose al estrépito de tambores de Navidad.
Sonaba de un modo semejante a los bajos de la guitarra: Señor Izquierdo, ¿tiene usted ahí por casualidad el retrato de su sobrina?.
Tocaba al revés, pisando las cuerdas con la derecha y rasgueando con la izquierda, puesta la guitarra sobre las rodillas, boca y cuerdas hacia arriba.
Como Villalonga y yo teníamos dinero largo para y cañas, unos y otros tomaron el gusto a nuestros bolsillos, y pronto llegó un día en que allí no se hacía más que beber, palmotear, tocar la guitarra, , comer magras.
Sucedió pues que estando el aduar alojado en un valle cuatro leguas de Murcia, una noche por entretenerse, sentados los dos, Andres al pié de un alcornoque, Clemente al de una encina, cada uno con una guitarra, convidados del silencio de la noche comenzando Andres y respondiendo Clemente, cantaron estos versos:.
Y cuando Loaysa queria que los que le escuchaban le dejasen, dejaba de cantar, y recogia su guitarra, y acogiéndose a sus muletas, se iba.
—Todas esas son aire, dijo Loaysa, para las que yo os podria enseñar, porque sé todas las del moro Abindarraez, con las de su dama Jarifa, y todas las que se cantan de la historia del gran Sofí Tomunibeyo, con las de la zarabanda a lo divino, que son tales, que hacen pasmar a los mismos portugueses, y esto enseño con tales modos y con tanta facilidad, que aunque no os deis priesa a aprender, apénas habréis comido tres o cuatro moyos de sal, cuando ya os veais músico corriente y moliente en todo género de guitarra.
—Buen remedio, dijo Loaysa, procurad vos tomar las llaves a vuestro amo, y yo os daré un pedazo de cera, donde las imprimiréis de manera que queden señaladas las guardas en la cera, que por la aficion que os he tomado, yo haré que un cerrajero, amigo mio, haga las llaves, y así podré entrar dentro de noche y enseñaros mejor que al Preste Juan de las Indias, porque veo ser gran lástima que se pierda una tal voz como la vuestra, faltándole el arrimo de la guitarra: que quiero que sepais, hermano Luis, que la mejor voz del mundo pierde de sus quilates, cuando no se acompaña con el instrumento, ahora sea de guitarra, o clavicímbano, de órganos o de arpa, pero el que mas a vuestra voz le conviene, es el instrumento de la guitarra, por ser el mas mañero y ménos costoso de los instrumentos.
Añadiósele a estas arrogancias ser un poco músico y tocar una guitarra a lo rasgado, de manera que decían algunos que la hacía hablar, pero no pararon aquí sus gracias, que también la tenía de poeta, y así, de cada niñería que pasaba en el pueblo, componía un romance de legua y media de escritura.
Fue creciendo la edad, y acordó el padre de Quiteria de estorbar a Basilio la ordinaria entrada que en su casa tenía, y, por quitarse de andar receloso y lleno de sospechas, ordenó de casar a su hija con el rico Camacho, no pareciéndole ser bien casarla con Basilio, que no tenía tantos bienes de fortuna como de naturaleza, pues si va a decir las verdades sin invidia, él es el más ágil mancebo que conocemos: gran tirador de barra, luchador estremado y gran jugador de pelota, corre como un gamo, salta más que una cabra y birla a los bolos como por encantamento, canta como una calandria, y toca una guitarra, que la hace hablar, y, sobre todo, juega una espada como el más pintado.
De esta hermosura, y no como se debe encarecida de mi torpe lengua, se enamoró un número infinito de príncipes, así naturales como estranjeros, entre los cuales osó levantar los pensamientos al cielo de tanta belleza un caballero particular que en la corte estaba, confiado en su mocedad y en su bizarría, y en sus muchas habilidades y gracias, y facilidad y felicidad de ingenio, porque hago saber a vuestras grandezas, si no lo tienen por enojo, que tocaba una guitarra que la hacía hablar, y más que era poeta y gran bailarín, y sabía hacer una jaula de pájaros, que solamente a hacerlas pudiera ganar la vida cuando se viera en estrema necesidad, que todas estas partes y gracias son bastantes a derribar una montaña, no que una delicada doncella.

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