Ejemplos con guardarropía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En Mantua, Ghisi entró al servicio de la familia ducal, los Gonzaga, como guardajoyas y supervisor de guardarropía.
Al pobre Amadeo le ponen en un dilema de mil demonios: de una parte su juramento de Rey constitucional, de otra la conservación de un trono que unos y otros han convertido en mueble de guardarropía.
Como se había echado encima la tediosa Cuaresma, los bailes de Piñata cerraron el ciclo coreográfico, y de amenos galanteos y conquistillas, pero en cambio tuvo el vago público en un drama , , dividido en , cada uno con decoración espléndida, lujoso vestuario y guardarropía.
Alguno se aventuró a sostener que no había derecho para sacar a relucir la guardarropía masónica en aquel acto.
de pura tragedia provinciana y de guardarropía.
En aquel momento me sentí cogido por el brazo, y volviéndome encaré con mi suegro, el señor don Feliciano de Emparán, en quien reconocí la imagen del terror: su boca era como la de una máscara griega, de la guardarropía de Melpómene, y sus cabellos, si no los empobreciera la calvicie, habrían estado en punta como las crines de un escobillón.
En los duros tiempos de Argüelles y la de Bélgica , fue separada la Socobio, juntamente con otras personas de la familia, por supuestas connivencias con la Gobernadora cesante, pero al ser declarada la Reina mayor de edad, volvieron todos a sus puestos en la Etiqueta, en la Intendencia y Real Capilla, y la Camarera Mayor, marquesa de Santa Cruz, que desde aquella fecha fue la más visible influencia dentro de la casa, dio a la Socobio la Guardarropía de las Reales personas, y el mando de todas las mozas de retrete, guarnecedoras, ayudas y barrenderas.
Tanto me ha enojado tu carta, que no me atrevo a dar cuenta de ella a , he tenido que soltarle el venial embuste de que no habías escrito, prefiriendo para ello el disgustillo de no tener noticias, al disgustazo de leer esas bobadas de venganza, dignidad y dramáticos desplantes, que traen pegados el polvillo y las telarañas de guardarropía.
El tío sentado en un sillón gótico de guardarropía, leía un periódico.
En fin, hasta para los carruajes ingleses, y para los caballos que habían de arrastrarlos, y para los levitones peludos de los cocheros que habían de conducirlos, hubo jarabe en las plumas, y sahumerios en los incensarios de aquellos ingenios de guardarropía.
magyar de guardarropía, tres meses de largos viajes con ella.
Él, erudito de guardarropía, con una paciencia admirable hacía la historia y describía los mil detalles de cuanto llevaba sobre su persona cada mujer, él restauraba a las feas llamándolas simpáticas, él sahumaba a las hermosas comparándolas con el arrebol de la aurora o con un bouquet de violetas, lirios y rosas de Alejandría, él adulaba a la obesa mamá llamándola gentil matrona, y mal había de andar el asunto para que la enjuta y acartonada solterona de ojos de basilisco y hocico de merluza no alcanzara en sus crónicas, cuando menos, la cualidad de espiritual, hacía a todos los hombres de negocios opulentos, a todos los militares bizarros, a todos los periodistas eminentes, a todos los títulos de Castilla preclaros varones, a todos los artistas inspirados, y a todos los gacetilleros populares literatos.
En aquel momento me sentí cogido por el brazo, y volviéndome encaré con mi suegro, el señor don Feliciano de Emparán, en quien reconocí la imagen del terror: su boca era como la de una máscara griega, de la guardarropía de Melpómene, y sus cabellos, si no los empobreciera la calvicie, habrían estado en punta como las crines de un escobillón.
de pura tragedia provinciana y de guardarropía.
La marquesa Elvira recordaba el siglo galante, y lo mismo en el suntuoso esplendor de los vestidos de baile que en los trajes de sport o los severos atavíos sastre, era siempre la pastora Watteau, cándida y libertina, que jugaba con sus amantes a Filis y Amarilis en una Arcadia de guardarropía.
La Gioconda, medio borracha, caída sobre el barandal, profanando el traje de guardarropía, verde, acuchillado de plata, del siglo XV, que por consejo de Julito adoptara, reía con unas carcajadas muy ordinarias, muy ruidosas, tan lejos de aquella divina risa ambigua o inquietante -risa que tiene todas las melancolías y todas las perversidades, risa de enigma que turba y atrae como los trágicos misterios del amor y de la muerte, y que, como ellos, tiene el don fatal de robar la razón a quien osa interrogarla, ¡divina sonrisa de Monna Lisa!, risa de una boca sabia y silenciosa, cuyo enigma no se puede descifrar sino para morir después- reía, mostrando su dentadura, fuerte, sana, plebeya, de los disparates que el extravagante, en canallesco atavío de pierrot, le gritaba.
Mas, como decía Julián Hidalgo, si la titulada aristocracia villabravense era una aristocracia de guardarropía sin génesis conocido, el populacho era digno del análisis de un sociólogo despiadado.

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