Ejemplos con guardada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cada jugador elegirá hasta cinco personajes para combatir, que serán extraídos de su partida guardada, además de equiparlos igual que si estuvieran en el modo historia.
Imagen de pareja: afirman que nuestro aparato psíquico tiene guardada la imagen de la pareja que buscamos y que ésta despierta como una alarma cuando nos topamos con la persona que encaja con estos rasgos.
Como en todos los cabrios de Emelba, la lona quedaba guardada encima del maletero.
Los bajos estaban reforzados para aportar rigidez al conjunto y la capota quedaba guardada en un arcón cubierto del mismo color de la carrocería.
En la primera opción se mantienen todas las características originales de la imagen, y consecuentemente el archivo tendrá un tamaño mayor, aún así la ventaja del nuevo formato está en que una vez guardada la imagen sin pérdidas el tamaño es menor en comparación con JPEG.
Allí se puede visitar, con la clave guardada por el ayuntamiento, la cueva de cera, una especie de cueva con esculturas.
Iba a burlarse otra vez de ella, lo mismo que cuando le hablaba de la novia de barro guardada en su torre, que había estado esperándole miles de años.
El capitán adivinó que se acordaba de las aventuras de Nápoles y de aquella proposición vergonzosa guardada como un secreto, relacionándolo todo con la nocturna agresión.
Los ingleses tenían bien guardada la puerta de Gibraltar, y todo él era un lago tranquilo dominado por los aliados.
Túvola guardada en el cajón de su mesa varios días.
Tras la cerrada puerta de la capilla de los Reyes, guardada por dos heraldos de piedra puestos en jarras, estaban los monarcas de Castilla en sus tumbas coronadas por estatuas de armadura de oro haciendo oración con la espada al cinto.
La marquesa miraba y escuchaba a Jacobo con entusiasmo, con admiración, con admiración tan grande y profunda, como que algo parecido a aquella hermosa perorata lo había leído ella en Veuillot hacía varios años, como que allí mismo, en el que tenía delante, hallábase guardada entre los papeles de Elvira la escritura de venta de la torre de Téllez-Ponce, sacada a pública subasta por los acreedores de Jacobo y comprada bajo cuerda por Elvira misma, para salvar de los usureros aquel último recuerdo histórico de la familia a que pertenecía su hijo.
Rafaelito era socio de todos los círculos distinguidos y decentes donde se baila, mientras arriba, en una habitación con luces verdes, guardada y vigilada como antro de conspiradores, rueda la ruleta con sus vivos colorines o se agrupan los aficionados en torno de las cuatro cartas del.
A la mañana siguiente llegaron las visitas: el desfile de levitas negras y tupidos velos, el paso por aquella casa de los amigos y conocidos, todos con la enguantada mano tendida, un gesto de amargura en el rostro y la palabra de resignación guardada cuidadosamente para tales casos.
Vendrás, y veremos si puedes traducir una cosita que tengo guardada por ahí: una oda sálica al Pedregoso, nuestro rojo Tíber.
Orgullo y alegría inundaron el alma de la atrevida mujer al mirar en su propia mano la representación visible de Dios ¡Cómo brillaban los rayos de oro que circundan el viril, y qué misteriosa y plácida majestad la de la hostia purísima, guardada tras el cristal, blanca, divina y con todo el aquel de persona, sin ser más que una sustancia de delicado pan!.
Guardada la distancia que separaba de un labriego al señor de Ulloa, éste era su estado moral en Santiago.
Cuando tenía que sonar entera la orquesta, mangaba otra vez el en el , así podía acompañar la elevación de la hostia con una solemne marcha real, y el postcomunio con una muñeira de las más recientes y brincadoras, que, ya terminada la misa, repetía en el vestíbulo, donde tandas de mozos y mozas se desquitaban, bailando a su sabor, de la compostura guardada por espacio de una hora en la iglesia.
— ¡Pobre perro! ¡Procuren ustedes que no rabie!—Mi carta de amor, guardada en tal estuche, no podrá ménos de convertirse en verdadero ácido sulfúrico.
Era Rinconete, aunque muchacho, de muy buen entendimiento, y tenia un buen natural, y como habia andado con su padre en el ejercicio de las bulas, sabia algo de buen lenguaje, y dábale gran risa pensar en los vocablos que habia oido a Monipodio y a los demas de su compañía y bendita comunidad, y mas cuando por decir , habia dicho por modo de naufragio, y que sacaban el estupendo, por decir estipendio, de lo que se garbeaba, y cuando la Cariharta dijo que era Repolido como un marinero de Tarpeya y un tigre de Ocaña, por decir Hircania, con otras mil impertinencias: especialmente le cayó en gracia cuando dijo que el trabajo que habia pasado en ganar los veinte y cuatro reales, lo recebiese el cielo en descuento de sus pecados, y sobre todo le admiraba la seguridad que tenian y la confianza de irse al cielo con no faltar a sus devociones, estando tan llenos de hurtos, y de homicidios y ofensas de Dios: y reíase de la otra buena vieja de la Pipota, que dejaba la canasta de colar hurtada, guardada en su casa, y se iba a poner las candelillas de cera a las imágenes, y con ello pensaba irse al cielo calzada y vestida: no ménos le suspendia la obediencia y respeto que todos tenian a Monipodio, siendo un hombre bárbaro, rústico y desalmado: consideraba lo que habia leido en su libro de memoria, y los ejercicios en que todos se ocupaban: finalmente, exageraba cuán descuidada justicia habia en aquella tan famosa ciudad de Sevilla, pues casi al descubierto vivia en ella gente tan perniciosa y tan contraria a la misma naturaleza, y propuso en sí de aconsejar a su compañero no durase mucho en aquella vida tan perdida y tan mala, tan inquieta y tan libre y disoluta, pero con todo esto, llevado de sus pocos años y de su poca esperiencia, pasó con ella adelante algunos meses, en los cuales le sucedieron cosas que piden mas larga escritura, y así se deja para otra ocasion contar su vida y milagros, con los de su maestro Monipodio, y otros sucesos de aquellos de la infame academia, que todos serán de grande consideracion, y que podrán servir de ejemplo y aviso a los que los leyeren.
Sintió Leocadia que quedaba sola y encerrada, y levantándose del lecho, anduvo todo el aposento, tentando las paredes con las manos, por ver si hallaba puerta por do irse, o ventana por do arrojarse: halló la puerta, pero bien cerrada, y topó una ventana que pudo abrir, por donde entró el resplandor de la luna, tan clara, que pudo distinguir Leocadia las colores de unos damascos que el aposento adornaban: vió que era dorada la cama, y tan ricamente compuesta, que mas parecia lecho de príncipe, que de algun particular caballero: contó las sillas y los escritorios: notó la parte donde la puerta estaba, y aunque vió pendientes de las paredes algunas tablas, no pudo alcanzar a ver las pinturas que contenian: la ventana era grande, guarnecida y guardada de una gruesa reja, la vista caia a un jardin que tambien se cerraba con paredes altas: dificultades que se opusieron a la intencion que de arrojarse a la calle tenia: todo lo que vió y notó de la capacidad y ricos adornos de aquella estancia, le dió a entender que el dueño della debia de ser hombre principal y rico, y no como quiera, sino aventajadamente: en un escritorio que estaba junto a la ventana, vió un crucifijo pequeño todo de plata, el cual tomó, y se le puso en la manga de la ropa, no por devocion ni por hurto, sino llevada de un discreto designio suyo: hecho esto, cerró la ventana como ántes estaba, y volvióse al lecho, esperando qué fin tendria el mal principio de su suceso.
Supo la condicion del viejo, la hermosura de su esposa, y el modo que tenia en guardarla: todo lo cual le encendió el deseo de ver si seria posible espugnar por fuerza o por industria fortaleza tan guardada: y comunicándolo con dos virotes y un maton, sus amigos, acordaron que se pusiese por obra, que nunca para tales obras faltan consejeros y ayudadores.
¡Tate, tate, folloncicos! De ninguno sea tocada, porque esta impresa, buen rey, para mí estaba guardada.
Llegó en esto la noche, y con ella el punto determinado en que el famoso caballo Clavileño viniese, cuya tardanza fatigaba ya a don Quijote, pareciéndole que, pues Malambruno se detenía en enviarle, o que él no era el caballero para quien estaba guardada aquella aventura, o que Malambruno no osaba venir con él a singular batalla.
Para otro caballero debe de estar guardada y reservada esta aventura.
Llegóse a mí, y lo primero que hizo fue abrazarme estrechamente, y luego decirme: Luengos tiempos ha, valeroso caballero don Quijote de la Mancha, que los que estamos en estas soledades encantados esperamos verte, para que des noticia al mundo de lo que encierra y cubre la profunda cueva por donde has entrado, llamada la cueva de Montesinos: hazaña sólo guardada para ser acometida de tu invencible corazón y de tu ánimo stupendo.
Ata y calla respondió don Quijote, que tal empresa como aquésta, Sancho amigo, para mí estaba guardada.
En resolución, viéndose don Quijote atado, y que ya las damas se habían ido, se dio a imaginar que todo aquello se hacía por vía de encantamento, como la vez pasada, cuando en aquel mesmo castillo le molió aquel moro encantado del arriero, y maldecía entre sí su poca discreción y discurso, pues, habiendo salido tan mal la vez primera de aquel castillo, se había aventurado a entrar en él la segunda, siendo advertimiento de caballeros andantes que, cuando han probado una aventura y no salido bien con ella, es señal que no está para ellos guardada, sino para otros, y así, no tienen necesidad de probarla segunda vez.
En fin, yo me partí triste y pensativo, llena el alma de imaginaciones y sospechas, sin saber lo que sospechaba ni imaginaba: claros indicios que me mostraban el triste suceso y desventura que me estaba guardada.

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