Ejemplos con greñas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y el viejo sacerdote, durante unas semanas, podía pescar en paz, sin tener que separar a tirones los racimos femeninos, que salían de la pelea con las greñas revueltas, los ojos amarillos de cólera y la cara chorreando sangre.
Deslizábase entre islotes de tupida vegetación y escollos que emergían sus negras cabezas con greñas verdes.
Deshacían los cadejos de sus greñas abandonadas, animábanse el rostro con blanco solimán y roja cochinilla, saliendo de bajo de cubiertasegún un viajero de entoncestan bien tocadas, rizadas, engrifadas y repulgadas, que parecían nietas de las que eran en alta mar.
A ser entera, se verían perfectamente los lamparones de su levita añeja, la grasa de su camisa y las greñas de la melena, dado que los agujeros de las botas y los hilachos del pantalón, en modo alguno podían ser vistos a causa de la barandilla del palco.
Coja usted la cesta, don Florestán, y váyase a la cocina, que yo cuidaré de tirar de una pata a Dorita para que abra las pestañas, sacuda las greñas, se ponga los huesos de punta y vaya a su obligación.
Teresa la mujer y Roseta la hija mayor, con las faldas recogidas entre las piernas y azadón en mano, cavaban con más ardor que un jornalero, descansando solamente para echarse atrás las greñas caídas sobre la sudorosa y roja frente.
Allí estaba la Valencia, enorme ascua de oro, brillante y luminosa desde la plataforma hasta el casco de la austera matrona que simboliza la gloria de la ciudad, y después, erguidos sobre los pedestales los santos patronos de las otras : San Vicente, con el índice imperioso, afirmando la unidad de Dios, San Miguel, con la espada en alto, enfurecido, amenazando al diablo sin decidirse a pegarle, la Fe, pobre ciega, ofreciendo el cáliz donde se bebe la calma del anulamiento, el Padre Eterno, con sus barbas de lino, mirando con torvo ceño a Adán y Eva, ligeritos de ropa como si presintiesen el verano, sin otra salvaguardia del pudor que el faldellín de hojas, la Virgen, con la vestidura azul y blanca, el pelo suelto, la mirada en el cielo y las manos sobre el pecho, y al final, lo grotesco, lo estrambótico, la bufonada, fiel remedo de la simpatía con que en pasadas épocas se trataban las cosas del infierno, la , Pintón coronado de verdes culebrones, con la roja horquilla en la diestra, y a sus pies, asomando entre guirnaldas de llamas y serpientes, los Pecados capitales, horribles carátulas con lacias y apolilladas greñas, que asustaban a los chicuelos y hacían reír a los grandes.
Pues verá usted después de darle una bofetada que debió de oírse en Tetuán, le pegué un achuchón con la llave, y la descalabré después metí mano a las greñas.
Adoración iba detrás, cogida a la falda de Jacinta, como los pajes que llevan la cola de los reyes, y delante abriendo calle, como un batidor, la zancuda, que aquel día parecía tener las canillas más desarrolladas y las greñas más sueltas.
El rapaz respondió que no, y al punto destacose del grupo la niña de las zancas largas, de las greñas sueltas y de los zapatos de orillo, apartando a manotadas a todos los demás muchachos que se enracimaban ya en derredor de las señoras.
Una zagalona tenía en la cabeza toquilla roja con agujeros, o con , como diría Aparisi, otra, toquilla blanca, y otra estaba con las greñas al aire.
Como evocada por alguna de sus compañeras en hechicerías, entró en la cocina entonces, pisando de lado, la vieja de las greñas blancas, la Sabia, que traía el enorme mandil atestado de leña.
Éste no hacía movimiento alguno para desviarse, y la bota tampoco acababa de caer, era una angustia intolerable, una agonía sin término, de repente sintió que se le posaba en el hombro una lechuza feísima, con greñas blancas.
Hablan dialecto cerradísimo, arduo de comprender, visten de somonte y usan greñas largas, cortadas sobre la frente a la manera de los antiguos siervos.
A tiempo que la comitiva entraba en la cocina, hallábase acurrucada junto al pote una vieja, que sólo pudo Julián Álvarez distinguir un instantecon greñas blancas y rudas como cerro que le caían sobre los ojos, y cara rojiza al reflejo del fuego, pues no bien advirtió que venía gente, levantóse más aprisa de lo que permitían sus años, y murmurando en voz quejumbrosa y humilde: Buenas nos dé Dios , se desvaneció como una sombra, sin que nadie pudiese notar por dónde.
La última tertuliana que se quedaba, la que secreteaba más tiempo y más íntimamente con Sabel, era la vieja de las greñas de estopa, entrevista por Julián la noche de su llegada a los Pazos.
—Polonia te ayudará a peinarte esas greñas de oso.
Pasó por las luengas y enredadas greñas el peine y el cepillo, atusó lo propio la barba, y, ya atusada, la encrespó otra vez, distraídamente, con la mano: se lavó en agua fría, con jabón inodoro, y reluciente la tez con las abluciones, experimentando una sensación de salud y agilidad en el cuerpo robusto, de patriarca, salió al patio, donde ya esperaban los pobres convocados para recibir la limosna.
Atusóse Redlitz las lacias greñas amarillas con resabios de fatuidad trasañeja, y dijo encogiéndose de hombros:.
Era el uno un peine que se titulaba ingeniero y decía andar en busca de una mina de oro, meses hacía ya, con su vestido harapiento, sus greñas y su barba silvestre y su costurón en la cara, que le partía un ojo y la mitad de la nariz.
Era un vejete de rostro plácido y greñas muy canas, algo atiplado de voz y muy duro de «bisagras», es decir, torpe de todos sus movimientos.
Llevóse luego con coraje ambas manos a la cabeza, atusó dos veces las greñas y se puso en pie, exclamando al mismo tiempo, con una voz muy parecida al silbido de la culebra:.
Don Hermenegildo comenzó por dejar el paraguas a la puerta para que el chorro que despedía se largase por el corredor adelante, y el sombrero encima de una silla, luego recogió los pliegues de la capa sobre los muslos y se sentó, dejando ver las flacas pantorrillas hasta cerca de las ligas por debajo de las perneras, que no pecaban de cumplidas, y después de pasarse ambas manos por las greñas para domarlas un poco, miróme de hito en hito, haciendo un horrible gesto, especie de sonrisa con la cual mostró en todos sus detalles las enormes paletas de su rancia dentadura.
El paraguas chorreaba, el sombrero, negro-parduzco, estaba erizado como si tiritase de frío, la extremidad inferior de la capa, parte de las medias y los zapatos, estaban salpicados de lodo y empapados en agua, y la cabeza cubierta por unas greñas muy alborotadas, que se iban en vicio por las sienes y la frente abajo, como se van por una pared vieja y descuidada las bardas y los helechos.
Bastián que tal oyó, echóse sobre el agotado cuerpo de su tío, no para llorar ni para mesarse las greñas en testimonio de su pesadumbre, sino para registrarle los bolsillos, hasta dar con la llave de aquellos cajones en que se guardaban los tesoros del avariento.
Al día siguiente, mientras las campanas repicaban a fiesta y el pueblo se echaba a la calle con los trapitos de cristianar, y Macabeo se tiraba de las greñas después de haber contado los ramos que las pícaras mozas pusieron en sus heredades sin sallar, desayunándose don Plácido y sus sobrinas: Pilar, como si nada hubiera ocurrido, pues el bienestar presente le hacía olvidar los sustos pasados, Águeda, trémula todavía y espantada, parecía haber envejecido diez años en pocas horas.
Tembló ésta en aquel instante de arriba a abajo con sordo estruendo, como si hubiera caído sobre ella toda la casa, rechinó el roñoso hierro, saltó la hembrilla del marco hasta la pared frontera, y apareció en medio de la alcoba Bastián con las greñas sobre los ojos, éstos ensangrentados y centelleantes, la bocaza reseca, negros los labios y manchada de vino y sudor la arrugada pechera de su camisa.
Cañuela y Petaca que, con las greñas sobre los ojos, caminaban a gatas a lo largo de un surco, se enderezaron consultándose con la mirada, y luego, sin cambiar una sola palabra, siguieron adelante resueltos a morir de cansancio antes que renunciar a una pieza tan magnífica.
—Está a mitad—respondió la aludida, que era una criolla maciza vestida a lo hombre, con las greñas recogidas hacia arriba y ocultas bajo un chambergo incoloro de barboquejo de lonja sobada—.
Y al fin, arrancándose las greñas grises, hiriéndose el huesudo pecho con las manos nudosas y negras, exclamó desesperada:.

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