Ejemplos con gloriosísima

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La gloriosísima ciudad de Dios, que en el presente correr de los tiempos se encuentra peregrina entre los impíos viviendo de la fe, y espera ya ahora con paciencia la patria definitiva y eterna hasta que haya un juicio con auténtica justicia, conseguirá entonces con creces la victoria final y una paz completa.
Pero me temo que lo que debía ser gloriosísima jornada, va a ser cualquier cosa, gracias a esa vil gentualla.
El señor Pedro Pancorvo, más conocido por el Jechicero, era en el tiempo a que nos vamos a referir una a modo de gloriosísima institución en el barrio de Capuchinos, barrio donde hubo de nacer y donde -Dios mediante-, como él decía, había de cantarse las últimas carceleras.
-Mi querida amiga -añadió el hombre chico, esgrimiendo su mirada como un ángel celeste esgrimiría su espada-, vereme obligado a hablar a usted con una energía que no cuadra bien con la amistad suavísima, ¿que digo amistad?, con el respeto, con la veneración que ha sabido inspirarme, pues últimamente la grandeza de sus perfecciones me ha cautivado de tal modo, que no he podido mirar a usted como penitente, ni aun como amiga espiritual, sino como una santa, como criatura purísima y gloriosísima, superior a mí por todos conceptos.
¡Triste y lamentable espectáculo, señores, el de una institución venerabilísima, antiquísima, gloriosísima, á quien de nada vale, ni el derecho divino, ni la legitimidad,.
Guicciardini vuelve los ojos al tiempo pasado mientras reposa, en su Tusculum de Aratri, de los afanes del gobierno y de la guerra, Hurtado de Mendoza, cuando la ingratitud y suspicacia de Felipe II le retraen a su solar de Granada, después de gloriosísima vida de diplomático y político, Brantôme, hallándose de vuelta en sus dominios de Dordoña, tras largas aventuras de soldado y prolija experiencia de la corte, don Francisco de Melo, el Tácito portugués, cuando su desvalimiento y prisión le obligan a trocar por los libros su espada de las campañas de Flandes y Cataluña.
En tanto, Arturo Canelón, bañado en su gloriosísima sangre, fue trasladado en brazos de sus amigos a Villabrava, donde no se sabe cómo ni por qué misteriosa vía telefónica se tuvo conocimiento del hecho antes que el herido llegase.

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