Ejemplos con garrotes

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Llevaban dos cañones de estaño, garrotes y hondas.
Las figuras de salvajes cubiertos, o no, de pelo con garrotes y escudos parecen hacer alusión a la costumbre cortesana de disfrazar escuderos con ocasión de fiestas.
En el primer nivel deberá enfrentarse a un grupo de hombres vestidos con pantalones verdes tipo militar y calvos afroamericanos que visten camisas coloridas tipo hawaiano y llevan garrotes.
El guionista George Meyer, quien es un gran defensor de los derechos de los animales, estaba muy interesado en escribir un episodio relacionado con un ritual anual llevado a cabo en una ciudad de Texas, en donde la gente debía golpear y matar a las serpientes con garrotes.
Dieron tormento a Marín, músico de la Encarnación, sufrió cuatro vueltas y dos garrotes en los muslos, y tuvo tieso.
Las espadas aztecas eran los macahuitl, garrotes de madera con puntas de obsidiana, las cuales eran muy filosas, pero que se desgastaban o quebraban fácilmente.
Los hombres, en el trancurso de las catagogonías, se entregaban a toda clase de excesos, corriendo por las calles armados de garrotes y vestidos con trajes antiguos y llevándose, bajo pretextos religiosos, a las mujeres que hallaban al paso, insultando a los transeúntes y asesinando a sus enemigos.
En la actualidad, cada pila está representada por un color que lucen en los fajines que llevan puestos y en las puntas de los garrotes.
El arco central de los tres era más ancho y alto que los otros y flanqueado por pilastras de cuatro columnas talladas en forma de garrotes hercúleos agarrados por un puño.
También en Atapuerca se han encontrado killing sticks, siendo su mejor descripción en castellano: garrotes equilibrados , susceptibles de ser utilizados en la caza y en la guerra.
Aquellos hombres de largas blusas y boinas mugrientas, apoyados en fuertes garrotes, miraban con asombro, como si fuesen de una raza distinta, a los arrogantes mineros, que se llamaban a gritos y se abrían paso reclamando el auxilio del alguacil, única autoridad que guardaba el orden del inmenso concurso, sin más arma que un mimbre blanco.
Descendían también de los vagones aldeanos con gruesos garrotes, escoltando a los curas de su anteiglesia.
Iban en grupos, con la cabeza descubierta, los hombres, empuñando grandes garrotes, y llevando al pecho el escapulario de la Virgen de Begoña, las mujeres escoltaban a los curas, mirando a la muchedumbre con sus ojos de hembras duras y fanáticas.
En un momento se formó un gran vacío en la plaza, quedando sembrado el suelo de garrotes, sombreros y boinas.
Su negativa tenaz indignaba a aquellos hombres, la voz melosa del criollo se atiplaba por la ira, y entre amenazas y blasfemias abalanzábanse todos sobre él, y comenzaba la caza del hombre por toda la mazmorra, cayendo los garrotes sobre su cuerpo, alcanzándole lo mismo en la cabeza que en las piernas, acosándolo en los rincones, siguiéndole cuando con un salto desesperado pasaba al muro opuesto, abriéndose camino con la testa baja.
En el silencio de la noche, Gabriel veía iluminarse su mazmorra, hombres con uniforme le empujaban por la escalera hasta una habitación donde le aguardaban otros con enormes garrotes.
Era aquella una manifestación pacífica de la democracia, que con grandes clamores y largos garrotes y extrañas banderas enarboladas se dirigía a Palacio pidiendo la entrada en el ministerio de don Manuel Ruiz Zorrilla.
Acompañábanle media docena de guardias municipales, un alcalde de barrio y hasta diez o doce hombres de mala catadura, provistos de grandes garrotes, que parecían por las trazas pertenecer a la por aquel tiempo famosa.
Quedó revuelta la gente en la plazoleta, rodaron las mesas, enarboláronse varas y garrotes, poniéndose cada uno en guardia contra el vecino, por lo que pudiera ocurrir, y mientras tanto, el causante de toda la zambra, Batiste, permanecía inmóvil, con los brazos caídos, empuñando todavía el taburete con manchas de sangre, asustado de lo que acababa de hacer.
Y apuntaba a un rincón de la sala, donde estaban arrimados unos cuantos garrotes.
Enfrente, bajo el sol que agrietaba la piel en fuerza de sacar sudor, que hacía humear las ropas y ponía un casco de fuego sobre cada cabeza, enloqueciéndola, estaba la demagogia de la fiesta, el elemento ruidoso que aguardaba impaciente, tan dispuesto a arrojar al redondel los sombreros en honor al diestro, como los bancos y los garrotes en señal de protesta.
Los brutos eran los de la : un pelotón de gañanes con la cara tiznada, gabanes de arpillera con furias pintadas, y coronados de hierba, que cerraban la marcha, repartiendo zurriagazos entre los curiosos que ocupaban la primera fila con sus garrotes de lienzo, más ruidosos que ofensivos.
El profundo silencio turbábanlo de vez en cuando los tercetos de ciegos que, agarrados del brazo y golpeando el suelo con sus garrotes para orientarse, iban por el arroyo sin miedo a ser atropellados, prorrumpiendo en lamentaciones poéticas que, en tono quejumbroso, relataban la pasión y muerte del Redentor.
El abad de Boán los descorrió impetuosamente, el Tuerto sacó la tranca, giró la llave en la cerradura, y clérigos y seglares se lanzaron contra la canalla sin avisar ni dar voces, con los dientes apretados, chispeantes los ojos, blandiendo látigos y esgrimiendo garrotes.
-¿Se han traído los garrotes? -preguntó sigilosamente uno de los de lord Gray.
En la calle había también apiñado gentío, entre el cual vi a uno de esos individuos que se aparecen como llovidos en toda escena de agitación popular, dispuestos a echar el peso, no de su autoridad, sino de sus garrotes, en la balanza de las contiendas políticas.
Transitaban constantemente por el camino paisanos armados con escopetas y garrotes, todos muy decididos, y según la muchedumbre de gente que acudía hacia Valdepeñas, en Manzanares, y en los pueblos vecinos de Membrilla y la Solana no debían de quedar más que las mujeres y los niños, porque hasta algunos inútiles viejos acudían a la guerra.
Hombres, mujeres, niños, todos animados del mismo encono contra desfilaban con algazara, llevando en sus manos armas, trofeos, banderas, palancas, asadores, garrotes, andrajos enarbolados a manera de estandarte, todo lo que cada uno encontró más a mano y podía llevar con más desembarazo.
No fué menester con esta promesa dar otra vuelta al cordel del ruego, ni atezarle los garrotes para que la melindrosa dueña confesase la verdad, la cual era, por el paso en que estaba y por el de la hora de su postrimería, que su señora Doña Esperanza de Torralva, Menéses y Pacheco estaba de tres mercados, o por mejor decir, de tres ventas, añadiendo el cómo y en cuánto, el con quién y en dónde, con otras mil circunstancias, con que quedó D.
Con estas razones de la mala vieja, creyeron los mas que yo debia de ser algun demonio de los que tienen ojeriza continua con los buenos cristianos, y unos acudieron a echarme agua bendita, otros no osaban llegar a quitarme, otros daban voces que me conjurasen, la vieja gruñia, yo apretaba los dientes, crecia la confusion, y mi amo, que ya habia llegado al ruido, se desesperaba, oyendo decir que yo era demonio: otros, que no sabian de exorcismos, acudieron a tres o cuatro garrotes, con los cuales comenzaron a santiguarme los lomos: escocióme la burla, solté la vieja, y en tres saltos me puse en la calle, y en pocos mas salí de la villa perseguido de una infinidad de muchachos que iban a grandes voces diciendo: Apártense, que rabia el perro sabio.

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