Ejemplos con gallegos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los dos gallegos asistirán impotentes al asesinato de su rey en la tienda de campaña que ocupaba Bertrand Du Guesclin para después pasar al estatus de prisioneros.
Interceptar al prior de San Juan que acudía en auxilio de los enriqueños gallegos.
Finalmente desestimó la opción de los gallegos aferrándose a una factible ayuda inglesa.
Pero el canciller Mateo Fernández dudaba de la viabilidad del proyecto: no se fiaba de la eficacia de los soldados gallegos lejos de sus montañas.
Beca Taller Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos.
Corre desde el Cabo de San Antonio hasta la bahia de San Jorge al sud-oeste: desde esta bahia hasta el Cabo Blanco corre nor-oeste, desde Cabo Blanco hasta la isla de los Reyes, norte-sur, y desde la isla de los Reyes hasta el rio Gallegos corre al sur-sud-oeste, formando varias ensenadas: y ultimamente desde aquí al Cabo de las Vírgenes corre al sud-este.
Salió en la lancha el piloto Varela a reconocer una entrada, que reconocieron a la banda del norte, creyendo seria la boca del rio de Santa Cruz, pues habiendo registrado toda la tierra, que media entre la tierra rasa y el rio Gallegos, no le habian hallado.
Había que ir a las Indias recién descubiertas, y el marino catalán o el genovés permanecían aquí en el estrecho semanas y semanas luchando con la atmósfera y el agua contrarias, mientras los gallegos, los vascos, los franceses é ingleses, que habían salido al mismo tiempo de sus puertos, estaban ya cerca de América Por fortuna, la navegación a vapor nos ha igualado a todos.
Los gallegos huían a su tierra así que se iniciaba una huelga y aparecía en las minas la guardia civil.
Para darse cuenta de lo crítico de la situación, bastaba ver que los peones gallegos tomaban el tren y se iban a su país.
Usted conteste y no sea como los gallegos, que cuando se les hace una pregunta hacen otra.
Fue el auxiliar eficacísimo de Casarredonda en sus valiosas contratas de lienzos gallegos para la tropa.
Dicho crucero era como un segundo departamento del café, y estaba invadido por estudiantes, en su mayoría gallegos y leoneses, que metían una bulla infernal.
¿Quién no conoce en la montaña al directo descendiente de los paladines y ricohombres gallegos, al infatigable cazador, al acérrimo tradicionalista? Limioso contaría a la sazón poco más de veintiséis años, pero ya sus bigotes, sus cejas, su cabello y sus facciones todas tenían una gravedad melancólica y dignidad algún tanto burlesca para quien por primera vez lo veía.
Los gallegos no se colocan en predicamento, porque no son álguien.
¿Qué te podría decir del adorno de su persona? ¿Qué de su gallardo entendimiento? ¿Qué de otras cosas ocultas, que, por guardar la fe que debo a mi señora Dulcinea del Toboso, dejaré pasar intactas y en silencio? Sólo te quiero decir que, envidioso el cielo de tanto bien como la ventura me había puesto en las manos, o quizá, y esto es lo más cierto, que, como tengo dicho, es encantado este castillo, al tiempo que yo estaba con ella en dulcísimos y amorosísimos coloquios, sin que yo la viese ni supiese por dónde venía, vino una mano pegada a algún brazo de algún descomunal gigante y asentóme una puñada en las quijadas, tal, que las tengo todas bañadas en sangre, y después me molió de tal suerte que estoy peor que ayer cuando los gallegos, que, por demasías de Rocinante, nos hicieron el agravio que sabes.
Y, sin hacer más discursos, echó mano a su espada y arremetió a los gallegos, y lo mesmo hizo Sancho Panza, incitado y movido del ejemplo de su amo.
Viendo, pues, los gallegos el mal recado que habían hecho, con la mayor presteza que pudieron, cargaron su recua y siguieron su camino, dejando a los dos aventureros de mala traza y de peor talante.
Ordenó, pues, la suerte, y el diablo, que no todas veces duerme, que andaban por aquel valle paciendo una manada de hacas galicianas de unos arrieros gallegos, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua, y aquel donde acertó a hallarse don Quijote era muy a propósito de los gallegos.
Los gallegos, que se vieron maltratar de aquellos dos hombres solos, siendo ellos tantos, acudieron a sus estacas, y, cogiendo a los dos en medio, comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia.

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