Ejemplos con fusta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El caballo se niega a caminar en esta dirección, no sirviendo de nada ni las espuelas del caballero, ni la fusta que maneja con la diestra.
Nagayka látigo o fusta corta elaborada de cuero, con punta reforzada.
Un niño de clase elevada a tenor de sus ropas monta en un carnero de lana oscura, al tiempo que se prepara para castigar con una fusta al animal.
La actitud de José María de Magallón y Armendáriz denota elegancia e indolencia, viste traje de montar con pantalon de pana y empuña una fusta y un libro.
El borde del confanón no incluye la parte de la cima que toca la fusta.
Estandarte de procesión suspendido en una fusta perpendicular al asta, a tres mangos redondeados.
Se finalizó la urbanización de todo el frente marítimo de la ciudad, entre el parque de la ciudadela y Las Ramblas, construyendo el paseo de Colón y un nuevo muelle: al actual Moll de la Fusta.
No obstante, no pudo concluir a tiempo la construcción de la ciudad deportiva de San Juan de Los Morros, lo cual frustó el éxito de la fusta y, por ende, de la gestión Manuitt.
Una tarde de invierno vino a mi casa monsieur Dupont, el de las bodegas de San Juan, su fusta en la mano.
Hizo breve seña al más próximo, y el auriga vasco, alzando su fusta, halagó con ella el anca de las tarbesas jaquitas, que, la cerviz enhiesta, se prepararon a arrancar.
Las jacas, espantadas, salieron sin aguardar la caricia de la fusta, y, aguzadas las orejas y ensanchando las fosas nasales, arrancaron hacia Bayona.
Al ir de vacío rodaban con cierta dejadez, y al volver cargados, el conductor manejaba la fusta, el caballo trotaba animosamente y repiqueteaban las campanillas de la frontalera.
¡Si vieras, mal rayo, qué modo de alzarse! Yo ¡zis, zis! con la fusta, y él ¡pan, pan! sobre el tablero del pescante.
Piafaron los suyos, encabritándose, castigóles él suavemente con la fusta, y aflojando de repente las bridas, los lanzó con la velocidad y el empuje de una flecha a través de la turba democrática, desapareciendo como un relámpago por la calle de Peligros.
Jamás Viena corriendo hacia el Práter, Berlín hacia el Linden, París hacia el Bosque, habían presentado espectáculo tan original y pintoresco como el que ofrecía a la puesta del sol aquella inmensa avalancha de trenes lujosísimos, la mayor parte descubiertos, atestados de mujeres de todos tipos, de todas edades, con trajes de colores vivos, mantillas blancas o negras, peinetas de teja y flores en la cabeza, en el pecho, en las manos, en los asientos y portezuelas de los coches, en las frontaleras de los caballos y en las libreas de los cocheros, confundiéndose, sin atropellarse, en aquella baraúnda ordenadísima, carruajes, caballos, jinetes, arneses, prendidos, libreas, cocheros con la fusta enarbolada, lacayos con los brazos cruzados, retintines de bocados y crujidos de látigos, efluvios de primavera y perfumes de tocador, olor a búcaro de la tierra recién regada, y fragancia de lilas, azucenas y violetas, envuelto todo como en una gasa en un polvillo fino y brillante, iluminado todo con golpes de luz bellísimos por los reflejos del sol poniente, que penetraba por entre las copas de los árboles, haciendo brotar resplandores de incendio en la plata de los arneses, los botones de las libreas y el herraje de los coches.
El coche del general estaba en la puerta, reclinado el lacayo contra el quicio, tieso el cochero en el pescante con la fusta enarbolada.
¿Suena el chasquido de una fusta?.
El mayordomo y el vaquero al ver las piruetas forzadas del vagabundo sonríen y cuchichean, mientras el amo, enarbolando de nuevo la fusta, grita con su gruesa voz de bajo:.
Y empinándose en sus estribos, enarboló la pesada fusta.
El vetusto coche iba marcando en la carrera un sonajeo rítmico, el cochero no soltaba de su boca las canciones patrióticas, poniendo en ellas el dejo triste de las quejumbrosas playeras, los caballos sostenían honradamente su paso, y cumplían su deber con suaves estímulos de la fusta.
La torre de Boucq temerá la fusta bárbara.
EL COCHERO'' fúnebre arrima la fusta a la pared y rasca una cerilla.
D'Artagnan vino en su ayuda alzando su fusta.
Entró, pues, en la hostería, con el sombrero sobre los ojos, la mano izquierda en el puño de la espada y haciendo silbar la fusta con la mano derecha.
El señor de Tréville había entrado osadamente en el gabinete del rey, y había encontrado a Su Majestad de muy mal humor, sentado en un sillón y golpeando sus botas con el mango de su fusta, cosa que no le había impedido pedirle con la mayor flema noticias de su salud.
Luis XIII apareció marchando el primero, iba vestido con el traje de caza, lleno de polvo aún, con botas altas y con la fusta en la mano.
:Una tarde de invierno vino a mi casa monsieur Dupont, el de las bodegas de San Juan, su fusta en la mano.
Dedico este libro a los hombres de voluntad de acero, a los grandes rebeldes, a las águilas altaneras, a los que no doblegan jamás su cerviz ante la fusta de ningún tirano, a los superhombres de la humanidad, y a los grandes pecadores arrepentidos, porque de ellos saldrá una raza de Dioses.
¿Se lo pintaré preso, en un calabozo del castillo del Príncipe, servido por su Micaela fiel, y sus hijos, y sus discípulos, o en Santander, donde los españoles lo recibieron con palmas y banquetes?, ¿o en New York, adonde vino escapado de España, para correr la suerte de los cubanos, y celebrar en su verso alado y caluroso al héroe que caía en el campo de pelea y al español bueno que no había querido alzarse contra la tierra que le dio el pan, y a quien dio hijos?, ¿o en Nassau, vestido de blanco como en Cuba, malhumorado y silencioso, hasta que, a la voz de Víctor Hugo, se alzó, fusta en mano, contra «Los dormidos»?, ¿o en Cuba, después de la tregua, cuando respondía a un discípulo ansioso: «¿Y crees tú que si, por diez años a lo menos, hubiese alguna esperanza, estaría yo aquí?» ¿A qué volver a decir lo que saben todos, ni pensar en que los diez años han pasado? Prefiero recordarlo, a solas, en los largos paseos del colgadizo, cuando, callada la casa, de la luz de la noche y el ruido de las hojas fabricaba su verso, o cuando, hablando de los que cayeron en el cadalso cubano, se alzaba airado del sillón, y le temblaba la barba.
Por un rato escuchó, golpeándose las espuelas con la fusta.

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