Ejemplos con funestos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La creencia de que la imagen se une indisolublemente con aquello que retrata y que permanece por ejemplo en el ámbito negativo, como en aquellos ritos que se reservan a las imágenes de los adversarios tratamientos funestos, según supersticiones aún vivas en los retazos de civilización campesina y pastoral.
Hijo de Balduino I de Flandes y de Judith, una hija de Carlos el Calvo, los primeros años de su reinado fueron funestos por las continuas y devastadoras incursiones vikingas a las que Balduino reaccionó contruyendo nuevas fortalezas, reforzando las murallas de las ciudades y confiscando todas las tierras que habían sido abandonadas, con lo que logró controlar un territorio muy superior al que había heredado de su padrre.
Remedio contra los efectos funestos de las crisis políticas y de las paralizaciones comerciales, id.
Cuando el sentido de la utilidad material y el bienestar domina en el carácter de las sociedades humanas con la energía que tiene en lo presente, los resultados del espíritu estrecho y la cultura unilateral son particularmente funestos a la difusión de aquellas preocupaciones puramente ideales que, siendo objeto de amor para quienes les consagran las energías más nobles y perseverantes de su vida, se convierten en una remota, y quizá no sospechada región, para una inmensa parte de los otros.
En una de ellas encontré, por mi desdicha, a Tristán de Ugarte, que ha sido para mí uno de esos hombres providencialmente funestos, seres reclamos del mal que se ponen en el camino para arrastrarnos al vicio y a la ruina.
De modo que, como con el cultivo de la inteligencia vienen los gustos costosos, tan naturales en los hispanoamericanos como el color sonrosado en las mejillas de una niña quinceña, como en las tierras calientes y floridas, se despierta temprano el amor, que quiere casa, y lo mejor que haya en la ebanistería para amueblarla, y la seda más joyante y la pedrería más rica para que a todos maraville y encele su dueña, como la ciudad, infecunda en nuestros países nuevos, retiene en sus redes suntuosas a los que fuera de ella no saben ganar el pan, ni en ella tienen cómo ganarlo, a pesar de sus talentos, bien así como un pasmoso cincelador de espadas de taza, que sabría poblar éstas de castellanas de larga amazona desmayadas en brazos de guerreros fuertes, y otras sutiles lindezas en plata y en oro, no halla empleo en un villorrio de gente labriega, que vive en paz, o al puñal o a los puños remite el término de sus contiendas, como con nuestras cabezas hispanoamericanas, cargadas de ideas de Europa y Norteamérica, somos en nuestros propios países a manera de frutos sin mercado, cual las excrecencias de la tierra, que le pesan y estorban, y no como su natural florecimiento, sucede que los poseedores de la inteligencia, estéril entre nosotros por su mala dirección, y necesitados para subsistir de hacerla fecunda, la dedican con exceso exclusivo a los combates políticos, cuando más nobles, produciendo así un desequilibrio entre el país escaso y su política sobrada, o, apremiados por las urgencias de la vida, sirven al gobernante fuerte que les paga y corrompe, o trabajan por volcarle cuando, molestado aquel por nuevos menesterosos, les retira la paga abundante de sus funestos servicios.
Y con tales ganas comenzaron a reír la tía y el sobrino, que casi vinieron a echar por las narices el , servido en magnífica vajilla de plata, con que los ilustres comensales comenzaron a apaciguar sus respectivos apetitos Con estos augurios funestos dio principio la comida, lenta y desanimada, Villamelón, con gravedad señoril y solemne aspecto, embaulaba en silencio, sin ocuparse gran cosa de la embajadora de Alemania y la duquesa de Bara, que tenía a derecha e izquierda, consultando a cada paso el , impreso con vivos colores en apergaminada vitela, al estilo de los antiguos misales de la Edad Media, y no satisfecho con esto, preguntando de cuando en cuando con sigilo prudentísimo al criado que le servía:.
A los funestos resultados de este sistema llamaba él.
Los hombres que la formaban, mudos y cabizbajos, presagiando sin duda funestos acontecimientos, dirían para sí: Llegaremos a la Carolina, donde ya ha de estar Vedel, y batiendo a los , nos abriremos paso por desfiladeros para abandonar esta tierra maldita, a la cual el Emperador ha tenido la mala ocurrencia de mandarnos.
Dios querrá, Josefa, que no se realicen tan funestos pronósticos, dijo el caballero preocupado.
Esta observacion es importante para prevenir uno de los errores mas funestos de nuestra época, que consiste en mirar el universo, como el resultado de una fuerza misteriosa, que desplegándose con un movimiento espontáneo, pero necesario y continuo, va engendrando los seres y elevando sucesivamente las especies con una perenne transformacion.
Hé aquí como las pretensiones filosóficas en apariencia mas inocentes, conducen a resultados funestos.
Aquellos guerreros que sucesivamente habían dejado los demás castillos del país, mientras se vieron al abrigo de aquellas murallas todavía respiraban el aire de su grandeza, pero al desampararlas con la imaginación llena de funestos presentimientos los ánimos más fuertes flaqueaban.
Nunca habría pensado que le fuesen tan funestos aquellos automóviles que espantaron a los burros de la loza.
funestos, de la Francia ten lejanos,.
- Bien está, aunque no te profeso ni amor ni odio, quiero librarte con mi espada, de unos días que te son tan funestos.
un escuadrón de funestos monstruos, vieron muy al contrario muchos ministros suyos muy.
entrar de dos en dos funestos enlutados, con sus capuces tendidos, que no se les divisaba el.
Allí se yergue aún como un espectro ensangrentado la torre de la Jara, sobre la cual, en tiempo de los funestos bandos oñacino y gamboino se alzaba constantemente una horca.
El sol teñía con sus últimos resplandores la parda y gigantesca torre de la Jara, recuerdo de los funestos bandos oñacino y gamboino, que desolaron por tanto tiempo el Señorío, y muy particularmente a las nobles Encartaciones.
¡Cuántas reputaciones se ajan, cuando no se destruyen, por la miserable vanidad! ¡Cómo se disipa la ilusión que inspirara un gran nombre si al acercársele os encontráis con una persona que sólo habla de sí misma! ¡Cuántos hombres, por otra parte recomendabilísimos, se deslustran y hasta se hacen objeto de burla por un tono de superioridad que choca e irrita o atrae los envenenados dardos de la sátira! ¡Cuántos se empeñan en negocios funestos, dan pasos desastrosos, se desacreditan o se pierden sólo por haberse entregado a su propio pensamiento de una manera exclusiva, sin dar ninguna importancia a los consejos, a las reflexiones o indicaciones de los que veían más claro, pero que tenían la desgracia de ser mirados de arriba abajo, a una distancia inmensa, por ese dios mentido que, habitando allá en el fantástico empíreo fabricado por su vanidad, no se dignaba descender a la ínfima región donde mora el vulgo de los modestos mortales!.
A pesar de tan funestos desengaños, no vayan ustedes a creer que doña Epifanía desistió de su proyecto.
Sin embargo, aquel hombre tan arrebatado, tan intemperante, en la cotera, no se abandonó a sus funestos estímulos.
Entonces aquel audaz y ambicioso personaje, cuyo excesivo celo y feroces instintos habían de ser siempre funestos a la causa de los moriscos, viendo que no adelantaban nada en el Albaicin, que se acercaba el día, y que en la ciudad sonaban campanas y trompetas, en señal de alarma de los cristianos, se marchó con su gente, tomó las faldas de la Sierra, a media altura, y corriose por ellas en busca del Valle de Lecrin.
Las protestas, los reclamos de nulidad, prodigados por la imperfección natural con que se realizan las prácticas constitucionales en países mal preparados para recibirlas, son siempre de resultados funestos.
-Hijo mío, dijo el franciscano después de haber escuchado con atención la relación del joven, te encuentras en una edad peligrosa y los extravíos de la sensibilidad pueden ser en ti tanto más funestos cuanto que estás dotado de un corazón blando y de una mente feliz y cultivada.
En la época más gloriosa y feliz de Roma, poco antes que el poderoso César cayese quedaron vacíos los sepulcros y los amortajados cadáveres vagaron por las calles de la ciudad, gimiendo en voz confusa, las estrellas resplandecieron con encendidas colas, cayó lluvia de sangre, se ocultó el sol entre celajes funestos y el húmedo planeta, cuya influencia gobierna el imperio de Neptuno, padeció eclipse como si el fin del mundo hubiese llegado.
Las batallas sólo pueden tener resultados funestos cuando las almas no están santificadas.
Y aquel hombre, que se volvía un león para increpar a los gobernantes funestos y a los generales vencidos, salió sin chistar ni levantar los ojos, humilde como un cordero asustado, a la primera intimación de los juveniles labios de su airada hija, finos y rojos como brevísimos cintillos de coral.
-Porque está comprimida por los altos poderes que aún estriban en viejos, funestos privilegios.

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