Ejemplos con frotándose

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En caso de no disponer de agua, puede practicarse la llamada ablución seca, frotándose con arena limpia.
Es parecido al limburger, frotándose con las mismas bacterias amarillas o rojas que éste: Brevibacterium linens, la corteza resultante es de color marrón amarillento.
La afinación lleva dos semanas, frotándose la corteza.
Vaya, vayadijo frotándose las manos.
¡Oh, en cuanto a eso, también yo!replicaba el novel, contoneándose, y hasta mirando con cara de lástima al primer tradicionalista que casualmente pasara a su lado frotándose las manos.
Vamos a tener tormentadijo frotándose las manos con una expresión de contento.
Al llegarnos otra vez a , ya estaba el hombre frotándose las orejas con una toalla no muy limpia.
La López Moreno iba a contestar muy picada, pero el general Pastor, frotándose las manos de júbilo, la contuvo, diciendo:.
La poseedora de ella, después que recorrió ambos corredores enseñándola, se pegó otra vez a la señorita, frotándose el lomo contra ella como los gatos.
un pez gruñó el frotándose con mal humor los ojos.
Desde que entró en San Ginés, corrió hacia ella Estupiñá como perro de presa que embiste, y le dijo frotándose las manos: Llegaron las ostras gallegas.
Ya no hay salvaciónafirmó él quitándose los lentes y frotándose los ojos, cansados de tanto escribir.
De Orihuela, tíareplicó el clérigo frotándose las manos.
¿Y cómo evitar que del indicio de aquellas apretadas carnes y de aquel color admirable indujeran los parientes la certeza de una vida regalona, alegre y descuidada? Uno rato estuvo mi hombre discurriendo cómo probar que no es cosa del otro jueves que las personas afligidas engorden, y aún no había logrado construir su plan lógico, cuando llegó Juan Pablo, frotándose las manos, y dejando ver en su cara la satisfacción íntima que el simple hecho de entrar en el café le producía.
Bajó apresurado, frotándose los párpados, medio aturdido aún.
Únicamente le consolaban los desatinados amoríos de Carmen, celebraba la gracia, frotándose las manos, siempre que en el Casino se comentaba la procacidad del estudiante y el descaro de la chiquilla.
Preocupado y de peor humor a cada instante, torcía el gesto cuando algún cura entraba en su despacho frotándose las manos de gusto, a noticiarle adhesiones, caza de votos.
-Así lo haremos -contestó Lobo frotándose las manos-.
-Nada habrá, señorita -repuso don Sotero, frotándose mucho las manos-, a que yo me oponga, dentro de lo lícito y de lo justo, en los benéficos propósitos que me guían.
-¡Valiente excentricidad la mía! -protestó la muchacha, frotándose activamente con el pulidor las uñas de la mano izquierda, estaban en el tocador las dos amigas, y Piedad se vestía para el teatro-.
-Teresina, el chocolate -gritaba alegre, frotándose las manos.
Se levantó asustado, frotándose los ojos.
-¡Oh, en cuanto a eso, también yo! -replicaba el novel, contoneándose, y hasta mirando con cara de lástima al primer tradicionalista que casualmente pasara a su lado frotándose las manos.
Y volvió á su nicho y se acostó en el ataúd frotándose las manos.
Nada tenía el hombre, desafiaba las políticas tempestades, se reía de las crisis, y frotándose una mano con otra, repetía la egoísta fórmula: mi olla, mi misa y mi doña Luisa.
El ilustre canonista, presidente de la Junta revolucionaria, le esperaba en su despacho, entró el amigo con su nene, que ya venía muy cansado y soñoliento, frotándose con los puños los ojitos.
Como terminara indicando que convenía enterar del suceso a los emigrados de más viso, Clavería, frotándose las manos de gusto, dijo: «Yo me encargo de eso, mi querido Manolo.
La astuta se había puesto en aquel estado frotándose con azafrán.
«Esta será mi jugada definitiva para redondearme -me decía el hombre serio, frotándose las manos-.
¡A trompetear la nueva, a lanzarla a los cuatro vientos! Y Nordis se retiró frotándose las manos y dando gracias a la suerte caprichosa: como que había encontrado en Vuestra Alteza el mejor auxiliar, y ya consideraba la batalla ganada definitivamente, y podía pedir la cuenta en el hotel, echar las correas a la valija y decirle al Gran Duque: «A dormir a pierna suelta, esperando que el Rey cierre el ojo».

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