Ejemplos con frescachona

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Tenía talento agrega- bastarían para demostrarlo sus cartas de letra elegante y de giro tan suelto, a pesar de sus galicismos Era, desde luego, una buena frescachona, bastante voluntariosa y malcriada , dispuesta a aprovechar cualquier ocasional preponderancia para encaramarse.
Su mujer, más joven que él, es una especie de cocinera frescachona, en la que usted seguramente se habrá fijado.
Venía a mí con una carta de la tendera frescachona, y pretendía del Ministro de Fomento una plaza de Inspector de Instrucción pública en provincias.
Al entrar con ella en su habitación no vi más que a una mujer frescachona que me saludó con amabilidad tan equívoca como la vivienda.
Siempre que inicié la conquista de alguna garrida hembra campestre o frescachona criada, el maldito lenguaje me descomponía y me desarmaba, pues ni yo les entendía una palabra, ni ellas a mí más que si les hablara en lengua chinesca.
Metime en diferentes casas cuyos inquilinos desconocía, y en una de ellas se me apareció la frescachona Nieves, así llamada irónicamente, pues era su persona el trasunto de los ardores caniculares.
Embelesado estuve un rato mirando la figura genuinamente borbónica de aquella Reina frescachona, de boca hundida y ojos de fuego.
Y la vecina frescachona, que sin duda era filósofa sin saberlo, respondió con cierta gracia ordinaria: El mundo va caminando ahora la variedad.
No hubo de esperar Romarate largo tiempo para conocer al truculento esposo de la dama frescachona.
Por la mañana, entre la algarabía de pitos marineros y de militares cornetas, salió de San Vicente la fragata, bien arranchada de carbón, que gastaba con economía, aprovechando la brisa frescachona para navegar a un largo con todo su aparejo.
Otra observación fugaz: Polonia es guapa, frescachona, pero no llega ni con mucho a la clásica belleza hispano-árabe de Donata-.
Así dijo la dama frescachona, y cuando salían, cogiéndole el brazo, añadió esto: Vas por buen camino, Guillermo.
¡Pues en lo civil no digamos! La , con ser tan frescachona y de libras, no podía con el gran cuerno de Amaltea que llevaba en sus hombros, del cual iba sacando credenciales y arrojándolas sobre innumerables pretendientes, que se alzaban sobre las puntas de los pies y alargaban los brazos para alcanzar más pronto la felicidad.
Las dificultades que tuvimos para conseguir la ropa clerical de las resolvió fácilmente Bartolomé Gracián, que estaba en buenas relaciones con el ama de un cura, frescachona, la cual facilitó sotana y balandrán viejos, y un sombrero de teja, raído, tan largo como un ataúd.
Óigame usted otra: ¿a que no me acierta dónde han ido a celebrar sus aquelarres los malditos masones, que yo desalojé de la logia de Tepa? Pues a la casa de una tal Rosenda, frescachona ella y desahogada, que hoy es querida del señor Toja, uno de los primeros saca-platos y mete-sillas de la Casa Grande.
Pero todo el regocijo de los corazones, toda la efusión de las almas era para la Reina Isabel, para su juventud risueña y llena de esperanzas, para su rostro sonrosado, en que la virginidad y la gracia picaresca fundían sus encantos, para su nariz respingona, que bien podía llamarse una nariz popular, para su boca, que no habría sido tan simpática si fuese más chica, para su desarrollo de garganta y busto, más avanzado de lo que ordenara la edad, para todo aquel conjunto lozano y sonriente, y aquella inocencia frescachona.
¡Pues no han dado poco que hablar las tales! Entre ellas venía una frescachona y muy dispuesta que la llamaban Doña Bernardina, de la cual dicen que era un mozo vestido de mujer.
Había sido en su mocedad frescachona de cuerpo y enjuta de rostro, y tenía cierto parecido remoto con Juan Pablo.
Mientras hablaba con la frescachona Sabel, la fantasía de un artista podía evocar los cuadros de tentaciones de San Antonio en que aparecen juntas una asquerosa hechicera y una mujer hermosa y sensual, con pezuña de cabra.
Poco a poco se fue orientando, y como era frescachona y rolliza, cosas bastante raras en aquel agosto nauseabundo, pronto se halló solicitada por un sinnúmero de caballeros que aspiraban a la honra de bailarla.
Pues, a pesar del anatema, la voz gubernamental se impuso, y ahí la tienen ustedes, en la última edición del Diccionario, tan campante y frescachona.
En aquel tiempo era una mujer gruesa, pero todavía frescachona, bastante bien conservada para su edad.
Venía a mí con una carta de la tendera frescachona, y pretendía del Ministro de Fomento una plaza de Inspector de Instrucción pública en provincias.
Mi heroína es Doña Leonor de Guzmán, señora muy bella y frescachona, que cantaba como los ángeles y que tuvo amores con el Rey don Alfonso.
Por la mañana, entre la algarabía de pitos marineros y de militares cornetas, salió de San Vicente la fragata, bien arranchada de carbón, que gastaba con economía, aprovechando la brisa frescachona para navegar a un largo con todo su aparejo.
¡Pues en lo civil no digamos! La Gaceta, con ser tan frescachona y de libras, no podía con el gran cuerno de Amaltea que llevaba en sus hombros, del cual iba sacando credenciales y arrojándolas sobre innumerables pretendientes, que se alzaban sobre las puntas de los pies y alargaban los brazos para alcanzar más pronto la felicidad.
Las dificultades que tuvimos para conseguir la ropa clerical de Sebo las resolvió fácilmente Bartolomé Gracián, que estaba en buenas relaciones con el ama de un cura, frescachona, la cual facilitó sotana y balandrán viejos, y un sombrero de teja, raído, tan largo como un ataúd.
Óigame usted otra: ¿a que no me acierta dónde han ido a celebrar sus aquelarres los malditos masones, que yo desalojé de la logia de Tepa? Pues a la casa de una tal Rosenda, frescachona ella y desahogada, que hoy es querida del señor Toja, uno de los primeros saca-platos y mete-sillas de la Casa Grande.
Estos achaques no la impedían frecuentar los salones de «su mundo», ni la obligaban a tachar un solo renglón de su larga lista de compromisos sociales, ni se revelaban, a cierta distancia, en su cara frescachona ni en su apostura garbosa y elegante, pero es indudable que los tenía, y muy hondos, achaques de matrona presumida, bien sufridos y mejor tapados con heroicos esfuerzos de la voluntad y buen acopio de sonrisas y menjurjes.
Sentábale a maravilla esta inquietud a la joven, cuyo nombre ya conocemos por boca de Ana, pues daba viveza y grande expresión a su fisonomía, de ordinario, aunque bella por lo correcta y frescachona, mansa y serena, como esas noches de verano sin rumores, sin frío ni calor, que se contemplan con gusto, pero en perfecto reposo del espíritu y del cuerpo.

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