Ejemplos con fingí

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Me la fingí etérea, fantástica, intangible, como deben ser los ángeles, inasequible, durante la vida mortal, como es el cielo.
Yo fingí que me parecía poco, hasta intenté regatear para que no se descubriera mi propósito, y al fin dije, que hallándome sin acomodo, aceptaba lo que me ofrecían.
Pero, señora, no por esto será bien que vuestra bondad me tenga por malévolo, pues no está obligado un porro como yo a taladrar los pensamientos y malicias de los pésimos encantadores: yo fingí aquello por escaparme de las riñas de mi señor don Quijote, y no con intención de ofenderle, y si ha salido al revés, Dios está en el cielo, que juzga los corazones.
A la hora consabida, sentí que abrían la puerta de mi cuarto, fingí que roncaba.
Yo fingí, tontamente, no reconocerlo en el primer instante, y luego se lo dije.
Recurrí, pues, al único expediente que podía salvar mi reputación, me fingí enfermo, y tendido en mi lecho, dirigí mi furia contra la causa exclusiva de mi infortunio.
Desde el punto en que la vi por la primera vez, cuando me fingí.
Yo te creé -prosiguió, implacable-: yo te fingí un talento que no tenías, un aplomo de que carecías, encaucé tus pasiones, te empujé primero, te llevé de la mano después, cerré los ojos a tus porquerías, perdoné tus maldades, te hice casi un gran hombre.
me fingí enferma.
Encantado de su sancta simplicitas y estimando ésta como un bien muy grande, corona de las virtudes de mi madre en su patriarcal vejez, corroboré aquellas ideas, y para fortalecer su inocencia hermosa me fingí convencido de que Madrid y Sartorius me subirían a los cuernos de la luna.
¡Aquel era mi puesto!, ¡así debía estar yo, y más abajo todavía, y pisoteada por sus pies! Fingí hacer lo que hacía para observar más a mi gusto su cara.
En consecuencia, fingí la resolución de pasar la noche en el caserío pintoresco de Calana, y para mejor persuadírselo, eché pie a tierra en la primera puerta, dile las gracias y lo despedí.
Fui a ver al inquilino, fingí tener un gran deseo de no ver pasar a manos extrañas aquella casa que pertenecía al padre y a la madre de mi mujer, ofrecí una indemnización por que rescindiesen la escritura de arrendamiento, me pidieron seis mil francos, yo hubiera dado diez mil, veinte mil.

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