Ejemplos con feliz

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Entonces se le ocurrió una idea feliz: se dedicó a criar gallos de pelea.
El Padre Alesón les contó el suceso y les infundió esperanza en el desenlace feliz.
Aquella mujer era víctima de un amor imposible, y no pudiendo dar feliz término a su amor, se perecía porque todas las demás criaturas del universo se confundiesen en estrecho e indisoluble abrazo amoroso.
¡Cómo llovía el día de nuestro éxodo feliz! ¡Cómo sonaba el agua a cristal, a campanas de gloria! Era un nuevo diluvio, que anegaba a la humanidad entera, nuestro coche, como el arca de salvación, sólo nosotros sobrevivíamos al universal naufragio, destinados a ser origen de una humanidad nueva.
Y, entretanto, Angustias dormía como una paloma, y acaso soñaba que era feliz.
He aquí que yo me voy a mi casa del todo feliz, diciéndome: hoy como salmón a mi placer.
Usté, sin saberlo, y por consecuencia de aquellos manejos de hace años, ha sido el de este día, el día más feliz de nuestra vida, de don Pedrito, de Angustias, de Belarmino y mía.
Novillo se sentía feliz, expansivo, y al acomodarse Apolonio a su lado le dió una palmada en el muslo al zapatero, preguntando:
Pero ¿le dan más importancia?, ¿es más feliz que aquí? Este es el problema.
No le pese al insigne novelista montañés ser más feliz en lo segundo que en lo primero.
Este tranquilo paisaje era la idealización de una Arcadia laboriosa y feliz.
Teresa, mientras tanto, examinaba con rostro grave la compra de su marido, calculando detenidamente si aquello valía treinta duros, la hija buscaba diferencias entre la nueva bestia y el , de feliz memoria, y los dos pequeños, con repentina confianza, tirábanle de la cola y le acariciaban el vientre, rogando en vano al hermano mayor que los subiera sobre su blanco lomo.
Se mostró con los carreteros que le compadecían expresivo y confiado, casi como un ser feliz.
¡Pobrecita! Bien se veía que no era feliz.
Pero el caballero don Rodolfo no tuvo confianza, en Gabriela, en la pobre Gabriela que amaba y no era feliz.
¿La niña está contenta? ¡Pues decirlo! ¿Padece usted? ¡Pida consuelo! ¿Es usted feliz? La felicidad es expansiva y franca.
Dime, con toda sinceridad: ¿crees que sería yo capaz de buscar fortuna y riquezas por ese camino? No ambiciono grandezas, con poco me conformo, poco necesito para ser feliz.
¿Me amas? ¡Feliz de mi! ¿No me amas? ¿Y qué? ¡Me basta con amarte!.
No me da pena confesarlo, y óyelo bien, mira que te lo digo sinceramente, como lo siento, como si mi madre me oyera: si te enamoras de Gabriela, si en el amor de esa niña esta cifrada tu felicidad, si ella es para tí dicha y ventura, no vaciles, olvídame, olvida a la pobre Linilla, y ¡se feliz! Ya te lo dije, te lo he dicho muchas veces, todo el anhelo de mi corazón es verte dichoso.
¡Y todas las gentes me envidian, y todos dicen que soy la más feliz de las mujeres! ¿Feliz?Debe usted perdonar a Pepillo.
A veces me sentía dichoso, feliz, aleteaban en mi alma las mariposillas de la ilusión, me sonreía la esperanza, y soñaba con auroras primaverales y venturosos días.
¿No te sientes feliz cuando haces algo bueno, cuando socorres a un necesitado, cuando enjugas una lágrima o das una palabra de consuelo? Pues yo sí, y tú también, tú también, porque eres bueno.
Me sentí dichoso y feliz, feliz y orgulloso de ser amado.
Entonces soy dichosa, muy dichosa, y siento que soy la más feliz de las mujeres.
¡Inolvidable Noche Buena! ¡Qué poco necesita el hombre para ser feliz!.
¡Si me pintas hermosa y gallarda como una virgen de Murillo! Dime en prosa, aquí, hablándome, que me amas mucho, mucho, y me tendrás contenta, satisfecha y feliz.
La que despertó en mi alma eso sentimiento, es ahora esposa y madre, es feliz, y su felicidad me tiene contento y satisfecho.
Me dieron ganas de morir, un deseo vago y dulce de morir, que entonces, como ahora, surge en mi corazón, no solamente en momentos de angustia, sino también cuando me considero feliz: grata inclinación al suicidio, en la cual no he parado mientes hasta después de cumplir los treinta años, y, que,como digo para mí, riendo tristemente,es la nota trágica de mi carácter, de este carácter mío, llevadero, resignado, benévolo y complaciente.
Piadoso obsequio, dulce recuerdo de aquel Viernes de Dolores venturoso y feliz en que mi alma tenía la pureza de las azucenas, en que los cielos y la tierra me sonreían, cuando en el templo alfombrado de amapolas, entre el humo de los incensarios, a los acordes solemnes del órgano, delante de un altar, resplandeciente, me acerqué trémulo, anonadado, a recibir el Pan Eucarístico.

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