Ejemplos con fúcares

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los integrantes de la Familia Fugger o Fúcares fueron un clan de negociantes alemanes que llegaron a constituir uno de los mayores grupos empresariales de los siglos XV y XVI, siendo precursores del capitalismo moderno, junto con los Médicis y los Welser.
Embolsado el dinero, nos echamos a la calle, creyendo que el Mundo y la Naturaleza se engalanaban en nuestro obsequio, que los transeúntes bailaban o debían bailar de regocijo como nosotros, que el sol alumbraba más que otros días, que las calles reían a carcajadas, y más ricos que Fúcares, más ufanos que Napoleón al día siguiente de Austerlitz, reventando de salud y de júbilo, nos lanzamos en busca de cháchara festiva, de comidas sabrosas, de ardientes emociones y estimulantes placeres.
Y después decía: El espesor y fortaleza de estas paredes es tal, que si toda mi vida la empleara en hacerme más sabio que Séneca, más valiente que el Cid y más rico que los Fúcares, aun así no podría romperlas.
Sin embargo, tal rumbo pueden llevar las cosas, que venga un día en que a los Fúcares no se les pida su ejecutoria para emparentar con la nobleza.
Por el techo corrían ángeles honestos que antes fueron gentílicas ninfas en el taller del escultor, y en las pinturas de los tímpanos había virtudes teologales que habían sido livianas musas. Todo tenía el deslumbrante lustre que la albañilería moderna da a nuestras alcobas, y que en estas cuadra a maravilla. Ningún atributo ni alegoría cristiana se les quedó en la paleta, o en el molde de escayola, a los artistas encargados de decorar aquella gran pieza. Más adelante conoceremos a un chusco que, al decir de la gente, se entretuvo cierto día en dar una explicación humorística y a todas luces irreverente de las figuras que hermoseaban la capilla. Tal matrona de vendados ojos, con un cáliz en la mano, era España, quien los hacendistas habían puesto de aquella manera para que apurase sin protesta la amargura de su ruina, aquella otra que tenía un ancla y volvía los desconsolados ojos al cielo, representaba el abatido Comercio, y la que hacía caricias a unos niños era la Beneficencia, símbolo hermoso del interés que a los Fúcares merecen la propiedad y la industria, y de la tierna solicitud con que las conducen por el fácil camino de los hospicios. Los doctores, en número de cuatro y representados en actitud de escribir gravemente con el aquilífero pincel, que reza Fray Gerundio, eran la prensa, siempre dispuesta a elogiar a los grandes empresarios, que antes de hacer de las suyas se amparan de las volubles plumas. Aquel barquichuelo que naufragaba en las aguas de Tiberíades era la nave del Estado, donde los oradores y articulistas hacen tantas travesías, los multiplicados panes eran copia gráfica de la entrega y recepción de algunos artículos de contrata, y por último, aquellas atónitas sibilas que no hacían nada, como quien está en Babia, eran la Administración pública. El sacrílego intérprete de estos símbolos y pinturas bíblicas daba versiones muy atroces de los letreros que corrían por frisos y arquitrabes para edificación de los creyentes, y leía: «Yo soy Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi casa. Dadme a mí lo que es del César y lo que es de Dios». Por este estilo profano lo explicaba y traducía todo.
Diferencia hazéys a todas quantas mugeres los míos han visto después que de las Indias partí, si alguna me ha agradado, díganlo cinqüenta mil pesos que de mi tierra saqué, pues están vivos oy y en casa de los Fúcares, y yo gasto de diez mil escudos en oro que, para que anduviessen conmigo, traxe.

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