Ejemplos con extravagancia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Está en contra de los abusos y extravagancia del ritualismo eclesiástico y dogmático.
La única extravagancia es que, además de la casa principal, los Piñera Morel poseen tres más para familiares y amigos invitados.
sin nada de elevada extravagancia o humor fino.
unos de esos espíritus inferiores y violentos, que en la excitación de las guerras civiles se convirtieron en monstruos de crueldad y extravagancia.
Gaikhatu se hizo conocido por su extravagancia y vida disoluta, así como también por su fallido intento de introducir el papel moneda en Persia.
La extravagancia y la refinada perversidad de los argumentos, la coloreada violencia del estilo -tajante y pintoresco, espléndido y elocuente, tan dispuesto a la breve ironía como a la declamación, impetuoso, pero casi siempre sostenido por la despreocupada elegancia de tono de un gentilhombre revolucionario, maníaco de las bellas maneras de los ideales caballerescos -dan a estas narraciones la poderosa individualidad que a muchas de ellas les ha asegurado un renombre sostenido.
Lo que podría ser sólo una extravagancia gratuita, sin más interés que el de un relato bien contado, se convierte en símbolo de profundo significado: el Golem personifica a los autómatas humanos, que crean la sociedad moderna con sus exigencias implacables y no pueden elegir su propia de acción, impuesta por la propia sociedad.
Si su propia extravagancia no arruina el estado, nunca lo harán las de sus súbditos.
Una explicación de este incremento de extravagancia en el patrón de suturas es que lleva a una mayor resistencia de la concha.
La compañía nunca es definida claramente, pero aparenta ser un conglomerado, el cual produce todos los productos imaginables, sin importar la elaboración ni la extravagancia de los mismos.
Por el repugnante hedor de adulterio, de la extravagancia y del pecado contra la naturaleza, Dios no dejo lugar a sus oraciones.
Christine Sams en un examen para el Sydney Morning Herald describió el espectáculo como una extravagancia y escribió que era nada menos que un triunfo.
La extravagancia real y la ausencia de ingresos exacerbó los problemas financieros.
Me para y me pregunta, mientras se dibuja en sus labios una sonrisa de lástima: ¿Ha leído usted el libro de Sánchez Abellán? ¡Qué extravagancia! ¡Qué majadería! Imposible llegar más allá en el arte de disparatar.
No desconocía yo la suma extravagancia mezclada con el sumo donaire que constituyen el ser de algunas almas del reino femenino, entendimientos desequilibrados que fluctúan entre la sutileza del ingenio y los desvaríos de una razón desmandada.
Pues, señor, ya veríamos en qué paraba aquella farsa, y cuáles eran el propósito y fines de mi noble protector, en cuyo humorismo claramente se advertían vislumbres de extravagancia.
Por lo poco agraciado del rostro, lo endeble del cuerpo que se adivina bajo la fuerte cotilla y la extravagante forma del peinado y el traje, debiera este retrato ser enojoso a la vista: en la mujercita así perjeñada y sobrecargada de perifollos hay algo de fenomenal y monstruoso, pero Velázquez ha vertido allí a manos llenas tales encantos de color, una variedad tan rica de rojos, que comprende desde el carmín más intenso al rosa más amortiguado, ha hecho tan vaporosos los tules y brillantes los metales, es tan aéreo lo que puede flotar, tan sólido lo que debe pesar, que la ridícula desproporción entre lo menudo del busto y lo abultado de la falda, todo aquello en que la forma sale maltrecha por la imperfección del modelo y la extravagancia de las ropas, desaparece ante la esplendidez de matices que deleita la vista y lo primoroso, suelto y fácil de aquella ejecución incomprensible y misteriosa que a pocos pasos da a lo pintado la completa apariencia de lo real.
La gente veía en él algo de la extravagancia misteriosa de su abuelo el pastor, y todos lo consideraban como un infeliz, tímido y dócil.
Estaba próxima a los cincuenta años, según confesión que varias veces hizo a sus hijas, pero era tan arrogante y bien plantada, unía a su elevada estatura tal opulencia de formas, que todavía causaba cierta ilusión, especialmente a los adolescentes, que con la extravagancia del deseo hambriento sienten ante los desbordamientos e hinchazones de la hermosura en decadencia la admiración que niegan a la frescura esbelta y juvenil.
No dejarse, pues, dominar por el vulgo, ni por huir de él separarse de la verdad para dar en la extravagancia, es el punto matemático, el fiel justo é infranqueable donde debe desarrollarse el espíritu.
Tantas veces había hecho Maxi aquello mismo, que su mujer se había acostumbrado a tal extravagancia.
¡Fortunata, el ! ¿No sería esto una nueva extravagancia de aquel cerebro novelador?.
Vicioso y discreto, sibarita y hombre de talento, aspirando a la erudición de todos los goces y con bastante buen gusto para espiritualizar las cosas materiales, no podía contentarse con gustar la belleza comprada o conquistada, la gracia, el donaire, la extravagancia, quería gustar también la virtud, no precisamente vencida, que deja de serlo, sino la pura, que en su pureza misma tenía para él su picante.
Se acuerda uno de las cosas contra toda lógica, y a veces el encadenamiento de las ideas es una extravagancia y hasta una ridiculez.
La inteligencia con que el joven sacerdote iba leyendo cada vez más claro en las cosas de la vida, el carácter con que indultando el error insistía en lo juicioso, y su buen corazón, merced a cuyo generoso impulso sabía hacer dulce la misma severidad, constituían en Lázaro una personalidad extraña, sencillamente buena, tan digna de estudio en su candidez como otras por su originalidad o extravagancia.
-Es verdad, milord, que tan descomunal extravagancia no la he visto jamás en ningún inglés, ni en hombre nacido.
Esto a primera vista parece una absurda extravagancia, pero si bien demostraremos luego la falsedad de esta opinion, es necesario hacer justicia no solo a la recta intencion de los que la han sostenido, y sanas explicaciones de que procuraban echar mano, sino tambien al motivo que los llevó a tal extremidad, que por cierto, aunque nada sólido, no es tampoco despreciable.
La sinrazon y extravagancia de esos maestros de la humanidad, puede hacerse sensible con una alegoría, siquiera la amenidad de las formas mortifique un tanto su profundidad filosófica.
Se sabe que lo natural es general, y el paciente que duda, pregunta a los otros para saber si por algun accidente está fuera del estado ordinario de la naturaleza, ¿Quién no ve la sinrazon de elevar un medio excepcional al rango de criterio general y único? ¿Quién no ve la extravagancia de afirmar que estamos seguros del testimonio de los sentidos, por la autoridad de los demás hombres, solo porque en casos extremos, y al temer algun trastorno de nuestros órganos, preguntamos a los demás si les parece lo mismo que a nosotros?.
Consignemos pues el hecho, y no caigamos en la extravagancia de afirmar que en el umbral del templo de la filosofía está sentada la locura.

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