Ejemplos con expeliendo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuando es capturado, se lo pincha en la cola para romper sus tripas, y luego se extruye como a un pomo de dentífrico, expeliendo el contenido verdoso.
Si fuera así, entonces la estrella que expulsó la nebulosa puede estar girando a gran velocidad, expeliendo el material principalmente desde sus regiones ecuatoriales.
Este sabía que el gobierno nicaragüense había sacado un tiraje de sellos de correos mostrando el imponente Momotombo expeliendo lava.
En las cumbres lloraban los pinos por todos los filamentos de su follaje y la gruesa capa de humus se empapaba como una esponja, expeliendo líquido bajo la huella de los pies.
¡Hermano, a mí! Y expeliendo un caño de sangre se recostaban sobre los otros cuerpos, que iban vaciándose lo mismo que odres rojos.
Así bregó largo tiempo, pegándose a las peñas cuando el mar lo cubría, arrastrándose sobre las desoladas conyunturas cuando su cabeza quedaba al aire libre, expeliendo agua por todos sus orificios.
Nápoles se extendía en herradura por el borde arqueado del mar, expeliendo de su enorme masa blanca, cual si fuesen núcleos de espuma, los caseríos de los suburbios.
Las piernas grises con sus polainas habían quedado en el suelo, inánimes, como fundas vacías, expeliendo al deshincharse su rojo contenido.
El malagueño hablaba con la boca torcida, expeliendo las palabras por una de sus comisuras, para hacer sentir al auditorio toda la grandeza de su bondad de maestro.
Las mejillas se enrojecían, expeliendo en su dilatación la capa de polvos de arroz, los ojos brillaban, los empellones y las corridas impetuosas parecían enardecerlas, como muchachas que se embriagan con la violencia de sus juegos, y en las expansiones a que se entregaban, acariciándose los inflamados rostros, besándose ruidosamente, parecía notarse algo de desprecio por los hombres que iban detrás.
El pecho elevábase acelerada y trabajosamente, como si dentro funcionara una válvula vieja, y en la alcoba sonaba sin interrupción un ronquido silbante, cual si a lo lejos estuviera una locomotora expeliendo el vapor de sus calderas.
Con todo, eran trescientos mil hombres armados los que estaban en marcha, y además venía en su seguimiento infinidad de mujeres y niños en busca de una región que alimentase tanta gente y de ciudades en que pudieran establecerse, al modo que antes de ellos sabían haber ocupado los Celtas un país excelente en Italia expeliendo a los Tirrenos, pues, por lo demás, su ninguna comunicación con otros pueblos, y la distancia del país de donde venían, eran causa de que se ignorase qué gentes eran ni de dónde habían partido para caer como una nube sobre la Galia y la Italia.
Las disposiciones que con gusto vieron todos los Griegos fueron la de haber recobrado los Eginetas su ciudad al cabo de mucho tiempo, y la de haber sido restituidos por él los Melios y Escioneos, expeliendo a los Atenienses y obligándolos a reintegrar a aquellos en sus ciudades.
Bajaba, sin embargo, a la plaza pública por servir a los amigos, y al Senado, si era necesario contrarrestar en algo la ambición y poder de Pompeyo, así invalidó las disposiciones tomadas por éste después de haber vencido a los dos reyes, y como hubiese propuesto un repartimiento a los soldados, impidió que se diese, ayudado de Catón, de manera que Pompeyo tuvo que acudir a la amistad, o por mejor decir, a la conjuración de Craso y César, y llenando la ciudad de armas y de soldados, hizo que pasaran por fuerza sus decretos, expeliendo de la plaza a Catón y Luculo.
«¡Hermano, á mí!» Y expeliendo un caño de sangre se recostaban sobre los otros cuerpos, que iban vaciándose lo mismo que odres rojos.

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