Ejemplos con estío

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

, se comprende la necesidad del riego en los meses del estío.
Berlioz, Hector: El carnaval romano, Grande messe des morts, Harold en Italia, La condenación de Fausto, Las noches de estío, Los troyanos, Romeo y Julieta, Sinfonía fantástica,.
Durante el estío su caudal se reduce considerablemente, aunque aumenta de modo abrupto cuando se producen lluvias.
¡Qué delicia contemplar desde aquí los vallados de olivos, tejo, laureles, pinos, cipreses y los frescos tamarindos, árboles todos de hojas perennes y perpetuo verdor! A este inmarcesible bosque le llamamos Dafne por sus emparrados rústicos de cambroneras que brotan espontáneas y trepan por los troncos y forman amenísimos y compactos toldos, y refrescan y protegen nuestros miembros de los rigores del estío y nos proporcionan mayor frescor que los antros de las rocas o la sombra de las peñas, mientras que el oído se regala con el muelle del cantar del arroyo que a la vera corre, y la nariz se embriaga con el nectáreo perfume de las rosas, los lirios y toda clase de plantas aromáticas.
Todo un símbolo en la historia de la gran peña, el nombre de Los Haravecos cada año es invocado por el rumor del Ctalamochita, cuando en las noches de estío se despierta la magia festivalera.
Además, por el deseo expreso del conde, se abrían el parque para el público durante el estío.
Nada tenía de particular que reanudásemos cada estío la añeja amistad, si bien no tan asidua, porque nos faltaba Celesto, el aprendiz, el cual, al pasar Belarmino a zapatero remendón, había entrado de zagal en una cochera de carruajes de alquiler.
Una cálida y serena noche de estío.
Al cabo, hacia el estío, se resolvió a quejarse, pensando acertadamente que la enfermedad era pretexto oportuno para un veraneo conforme a los cánones del buen tono.
Era la nota característica del paisaje, dulce melancolía, blando adormecimiento, el reposo de la madre Naturaleza cuando, fatigada de la continua gestación del estío, se prepara al sopor invernal.
Nadie se cuidaba ya de recoger y barrer el amarillo tapiz del follaje, porque Vichy, tan peripuesto y adornado en la estación de aguas, se torna desastrado y desaliñado no bien le vuelven la espalda sus elegantes huéspedes de estío.
Empezaba el estío, el muchacho estaba libre del colegio por tres meses, y el notario, que no podía alejarse de la ciudad, veraneaba con su familia en la playa del Cabañal, cortada por acequias malolientes, junto a un mar despreciable.
Luego, en los meses de estío, huían a sus casas de la montaña los guardianes de las ruinas, los jornaleros de las excavaciones, cediendo el campo a los reptiles é insectos de los campos pantanosos.
La tarde estuvo como la mañana serena y alegre, sin pizca de calor, porque la brisa del Nordeste en Sarrió, como en todos los puertos del Cantábrico, refresca deleitosamente los ardores del sol en los meses de estío.
Había poca gente, era una noche plácida de estío.
El matrimonio la había embellecido dándole la plenitud amable de la forma femenina, convirtiendo su hermosa primavera en dorado y espléndido estío.
Casi tanto como los , sacó de quicio a don Bruno la intentona republicana que estalló y fue sofocada en el curso del estío.
El cielo de estío parece un campo de estrellas, en el que aumenta la cosecha con el buen tiempo.
Mariano despertó en el ex-gobernador de la ínsula, se distrajo este observando los latidos de la nueva revolución que en otoño se estaba preparando ya contra la que triunfara en estío.
Batiste, escudriñando la taberna, se fijó en el dueño, hombrón despechugado, pero con una gorra de orejeras encasquetada en pleno estío sobre su rostro enorme, mofletudo, amoratado.
—El es una niña que lleva al rededor de la frente un cerco de cabellos de oro, como la luna en el estío.
—Tal es el cuadro del estío madrileño.
¡Soberbio vaso en verdad para encerrar un Moscoso legítimo, magnífico patrón donde injertar el heredero, el continuador del nombre! El marqués presentía en tan arrogante hembra, no el placer de los sentidos, sino la numerosa y masculina prole que debía rendir, bien como el agricultor que ante un terreno fértil no se prenda de las florecillas que lo esmaltan, pero calcula aproximadamente la cosecha que podrá rendir al terminarse el estío.
Proclamaban a una voz sus criados que los monjes habían cuidado bien de hacer sus viviendas al Norte y defendidas del calor por la iglesia, mientras la morada del Emperador y de sus sirvientes se había hecho al Mediodía y tenía que ser insufrible en la estación del estío.
¡Parece imposible que la edad nos haya reducido a tal grado de miseria! ¿Somos nosotros aquellos héroes, que hace algunos años, recorrían en mulo o a pie las montañas más altas de Europa, expuestos a perecer entre la nieve, sólo por ver un ventisquero, una cascada o el sitio en que los aludes aplastaron a tal o cual impertérrito naturalista? ¿Somos nosotros los mismos que pasaron noches de purgatorio en ventas dignas de la pluma de Cervantes, por conocer las ruinas de un castillejo moruno, los que hicieron largas jornadas en carro de violín, por contemplar un retablo gótico, los que sufrieron a caballo todos los ardores del estío andaluz, buscando el sitio en que pudo existir tal o cual colonia fenicia o campamento romano? ¿Somos nosotros los atrevidos exploradores de la Alpujarra, los temerarios visitantes de Soria, los que llegaron por tierra a la misteriosa Almería, y, sobre todo, los intrépidos descubridores de Cuenca.
¿Quién no la ha oído, y quién no la ha admirado en este último caso, cuando habla con el novio desde alto balcón, en el estío, a la hora de la siesta, advertida de que la está oyendo toda la vecindad detrás de las cortinas de cien salas bajas?¡Qué disimulo en las frases! ¡Qué insistencia en unos mismos símiles hasta apurar el concepto! ¡Qué dos conversaciones en una sola, la una aparente y pública, la otra de imaginación a imaginación! ¡Cuán lógica y chispeante la primera, en medio de su fatuidad! ¡Cuán grave y apasionada la segunda! ¡Cómo brilla el ingenio en lo que dice! ¡Cómo relampaguea la pasión en lo que quiere decir! ¡Y qué energía de pensamiento, qué riqueza de fantasía para prolongar indefinidamente un exacto paralelismo entre la imagen y la idea, entre el apólogo y la realidad, entre la y la !.
Durante la primera le dominaron los recuerdos confusos del pueblo con sus faenas y labores, acordábase de las conversaciones en que la tierra era la preocupación de todo el año, y empeñándose mentalmente en resucitar sus impresiones, se esforzaba en reconstruir, con reminiscencias vagas y sensaciones olvidadas, aquellos días que no habían de volver jamás, las lluvias primaverales que hacían entrever los carros repletos de doradas gavillas, el estío con las llanuras serpeadas por surcos que parecían encender el aire en la irradiación de sus terruños abrasados, el otoño con sus frutas mal sujetas a la cargada rama, convidando al paladar a refrescarse con su azucarado jugo, las tardes con sus vientecillos impregnados de perfumes, y las calladas noches envueltas en misterios, poblaban su pensamiento de ensueños indecisos.
Ofrece a tu, para mí incógnita, consorte, todo el cariño que la corresponde por mi parte como cosa tuya, y si te pareciere bien, daos ella y tú por convidados a estas orillas en el estío próximo.
Pensar que en esta vida las cosas della han de durar siempre en un estado es pensar en lo escusado, antes parece que ella anda todo en redondo, digo, a la redonda: la primavera sigue al verano, el verano al estío, el estío al otoño, y el otoño al invierno, y el invierno a la primavera, y así torna a andarse el tiempo con esta rueda continua, sola la vida humana corre a su fin ligera más que el tiempo, sin esperar renovarse si no es en la otra, que no tiene términos que la limiten.

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