Ejemplos con esencia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De las palabras no cuenta la estructura, sino el timbre y la intención, son como vasijas que, aunque de la misma forma, unas están hechas de barro y otras de cristal puro y contienen una esencia deliciosa.
Belarmino hallaba una manera de placer místico, un a modo de comunicación directa con lo absoluto e íntima percepción de la esencia de las cosas cuando rompía los sellos sepulcrales para que se alzasen los vivos enterrados, y abría las jaulas para que las aves saliesen volando.
Los amores son la esencia de mi vida y los guardo en mi corazón como si fuesen una perla del Oriente.
Extraña y misteriosa asociación de ideas y sentimientos se fué operando poco a poco en mi espíritu, la poesía del Breviario, la esencia indecible, penetrativa, mareante, que brota de sus melodías y se adhiere para siempre en el corazón donde se derrama, eran la misma poesía y esencia que se exhalaban del alma de Angustias, la niña que en su candor y pulcritud parecía una rosa dilecta del Hacedor Supremo.
Olía el salón aquel punto peor que una caballeriza, pues de esencia de ella, de aguardiente, de tabaco común y de otras no más suaves ni voluptuosas, se componía el ambiente que allí se mascaba, pero de ámbar y ambrosía le pareció a don Simón, juzgándose ya electo con el esfuerzo de aquellos auxiliares, todos famosos en el país por sus gloriosas campañas electorales.
Antes, en la edad teológica, el hombre se había acostumbrado a la presencia de lo absoluto en cada realidad relativa, el mundo estaba poblado de mitos, la esencia de los seres flotaba en la superficie, como la niebla matinal sobre los ríos, y el conocimiento íntegro se ofrecía al alcance de la mano, como la frambuesa de los setos.
No se veían sino dijes y prendas graciosas abandonadas sobre sillas y mesas, sombrillas largas, de seda, muy recamadas de cordoncillo de oro, cabás y estuches de labor, ya de cuero de Rusia, ya de paja con moños y borlas de estambre, aquí un chal de encaje, allí un pañuelo de batista, acá un ramo de flores que agoniza exhalando su esencia más deliciosa, acullá un velito de moteado tul, y encima las horquillas que sirven para prenderle.
A veces se aparecían también, a guisa de sorprendentes cometas, las ricas cubanas de Amézaga, con sus sombreros extraordinarios, sus sombrillas monumentales y sus atavíos caprichosos, destilados siempre a la quinta esencia de la moda.
Las descollaban rosadas y turgentes, como un hermoso seno, las té se deshacían, dejando pender sus desmayados pétalos, las de Alejandría, erguidas y elegantes, vertían su copa de esencia embriagadora, las musgosas reían irónicas con sus labios de carmín, al través de una barba tupida y verde, las albas desafiaban a la nieve con su fría y cándida belleza, con su rigidez púdica de flores de batista.
Cuando nace y se engendra la tristeza de alguna causa, puede desaparecer si la causa cesa, pero si la tristeza brota espontáneamente como esas malas hierbas y esos juncos que usted ve al borde del pantano, si está en nosotros, si forma la esencia de nuestro ser mismo, si no se encuentra aquí ni allí solamente, sino en todas partes, si ninguna cosa de la tierra alcanza a darle alivio, entonces créame usted, niña, el enfermo está desahuciado.
¡A Juan, porque, ya después de aquellas cartas extrañas que Lucía le había escrito a la finca sin hablarle de su vuelta, recibirlo de aquel modo, con aquella mirada, con aquella explosión de cólera, con aquel desdén! ¿Pues cuándo había cesado de pensar Juan, cuándo, que aquel cariño que con tanta ternura prodigaba, sin fatiga ni traición, sobre su prima, era como una concesión de él, como un agradecimiento de él, como una tentativa, a lo sumo, de asir en cuerpo y ver con los ojos de la carne las ideas de rostro confuso y vestidura de perlas, que cogidas del brazo y con las alas tendidas, le vagaban en giros majestuosos por los espacios de su mente? Pues sin el alma tierna y fina que de propia voluntad suya había supuesto, como natural esencia de un cuerpo de mujer, en su prima Lucía, ¿qué venía a ser Lucía? ¿Qué hombre, que lo sea, ama a una mujer más que por el espíritu puro que supone en ella, o por el que cree ver en sus acciones, y con el que le alivia y levanta el suyo de sus tropiezos y espantos en la vida? Pues una mujer sin ternura ¿qué es sino un vaso de carne, aunque lo hubiese moldeado Cellini, repleto de veneno? Así, en un día, dejan de amar los hombres a la mujer a quien quisieron entrañablemente, cuando un acto claro e inesperado les revela que en aquella alma no existen la dulzura y superioridad con que la invistió su fantasía.
Anselmo era que hay una sustancia infinita, la cual, en virtud de la inexplicable agitación y del prurito, que constituye su esencia, produce variedad de seres, cuya perfección relativa, dentro del período en que vivimos, y hasta donde la memoria puede penetrar en lo pasado, y la prudente previsión en lo porvenir, va siendo cada vez mayor, merced a cierto proceso ascendente y a cierto desarrollo que nos parece que no termina.
Una vez señalado el bien, verdadero o engañoso, ¿quién no va a él por acto tan voluntario como necesario, ya que amar y apetecer el bien es la esencia misma de toda voluntad? El amor de sí propio es de necesidad, necesidad de quien ni el mismo Dios se sustrae.
El alma que se retira dentro de sí, que se hunde en el abismo insondable de su propia esencia, donde se une o cree unirse con su Dios, ¿qué vale a los hombres? ¿Qué amor les consagra? ¿Qué criatura terrenal podrá existir por cuya suerte se interese? El alma que así se endiosa, encastillada en su recogimiento soberano, lo desdeña todo, menos su propio centro, donde vive identificada con el eterno amante a quien adora y de quien recibe bienaventuranza completa.
No, no se pierde el alma de los místicos cristianos en la esencia suprema, como en el de los budistas, no, no cae en sueño eterno, sino que logra la plenitud de la vida.
Mas, por lo mismo, su afecto hacia el Padre debía permanecer, y las demostraciones de este afecto no debían cesar ni mitigarse, so pena de que ella se inclinara a creer que eran de la propia esencia que lo que daba de su alma al esposo futuro, que había procedido como veleidosa e inconstante, que había puesto en uno, no lo libre, lo intacto, lo jamás dado a nadie, que atesoraba solícito su corazón, sino algo o mucho de lo que había antes dado a otro y quitádoselo luego.
Es pecado pasado por alambique: extracto, esencia, refinamiento espantoso de lascivia.
Estos vientos huracanados recorren los valles, bajan al fondo de las hondonadas, barren las llanuras e inundan de mil aromas la ciudad: olores de líquenes y musgos, esencia de azahar, suave fragancia de liquidámbar y de mil flores campesinas.
Al pie de los muros y en torno de la fuente las últimas maravillas prodigaban, como en las noches otoñales, la esencia suavísima de sus caducas corolas.
Luego pasaron al tocador, un cuartito en el que la luz de la ventana, después de resbalar sobre la luna biselada de un gran espejo, quebrábase en el cristal azulado o rosa de las polveras y los frasquitos de esencia.
Los peines de concha guardaban enredadas en sus púas marañas de cabellos, muchos frascos estaban desportillados, y el blanco mármol tenía pegotes formados por el amasijo de gotas de esencia con los residuos de polvos.
Pero de pronto reparáis en que el huele a la esencia que ayer puso en él la cuitada, o en que ella os lo regaló.
—Una es muchas cosas distintas, cuya esencia nadie conoce.
En ellos, más que con el cartabón y la escuadra de los preceptos, hácese la crítica depurando en un crisol filosófico la esencia moral y social de las cosas.
Tiempo hacía que él notaba cierta sequedad en su alma, y ansiaba sumergirla en la frescura de aquel afecto primitivo y salvaje, pura esencia de los sentimientos del pueblo rudo.
¿No me dijo usted que tenía otra cuenta que arreglar? Venga, estoy pronto, con una cabeza que es un acero para los números, pues estos son la pura esencia de la lógica.
Al propio tiempo se desbordaba en el alma del desdichado joven un sentimiento quijotesco de la justicia, no tal como la estiman las leyes y los hombres, sino como se ofrece a nuestro espíritu, directamente emanada de la esencia divina.
Luego, si es de esencia que todo caballero andante haya de ser enamorado dijo el caminante, bien se puede creer que vuestra merced lo es, pues es de la profesión.
¿Tan de esencia de la historia es saber las cabras que han pasado, por estenso, que si se yerra una del número no puedes seguir adelante con la historia?.

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