Ejemplos con escurrido

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los procedimientos tradicionales de la producción de sidra siempre han usado prensas de tipo hidráulico en donde la fruta es colocada entre telas especiales, aplastada por acción hidráulica que permite el escurrido del jugo.
Este arroz debe ser escurrido en agua antes de ser cocido debido a que tiene un contenido extra de almidón.
Cuando la Cuarta División Boliviana en Campo Jordán se dio cuenta de que la primera División Paraguay se había escurrido por entre las pinzas con que trataba de atraparla, organizó su persecución destacando al regimiento Pérez a la cabeza.
Hastiados de formar en ringleras, sin aire ni luz, algunos caseríos se han escurrido bonitamente hacia el campo.
De pronto se detuvo en la puerta de la habitación contigua, mirando con ojos feroces al secretario, que se había escurrido hasta su mesa para continuar el trabajo.
Todo por unos cuantos miles de reales, que se habían escurrido como agua en aquella criba de deudas y gastos, de infinitos agujeros.
¿Mil quinientos duros? ¡Mucho es! Me parece que me he escurrido.
Pues ¿y cuando había que conseguir de la sala de Alcaldes una provisioncita para que en tal o cual pueblo se repartieran los oficios dos o tres individuos de una familia, de modo que por ser hermanos el alcalde, el secretario, el escribano y el procurador síndico, no había la más mínima disputa en el arreglo del común? -Existiendo estos asuntillos, era necesario entonces tener en Madrid un amigo listo y de mucha mano en las oficinas, para que volviese lo blanco negro y lo verde encarnado en las cuentas, para que visitase a algún señor del Consejo y con él se entendiese, que si no, capaz era el tal Consejo de darse de calabazadas por averiguar dónde se había escurrido algún terreno baldío rematado en tiempo de los franceses.
Limitose, con respecto a sumando, a llamarle torpe y hablador, indicando ligeramente la idea de un desagravio, tanto menos doloroso, cuanto que Aldea no había recogido públicamente la ofensa, pero luego, a solas, con el ceño adusto y la mirada triste, abría a su mortificación libre salida, dando desahogo a su pena, arrojaba con desprecio sus alhajas en el sortijero: al no hallar lo que buscaba, cerraba con fuerza los cajoncitos de sus mueblecillos maqueados, recogía como con ira el abanico escurrido hasta la alfombra desde su falda de seda, y, al verlo en sus manos, metía distraídamente los dedos entre las varillas, o desgarraba el país con las sonrosadas uñas.
Los pobrecitos inmolados ofrecieron con su sangre tributo externo al derecho público, pero tras los cadáveres de Lacy y Porlier, amiguito, se han escurrido impunes muchas personas cuyos nombres han sonado siempre bien en Palacio.
Podría creerse que se habría escurrido entre las piedras.
En unos cuantos meses han perdido las palabras «Guardia Nacional» todo el veneno que tenían, puestas en prensa, como han estado, lo han escurrido.
veían las carnes hidrópicas, principalmente el abdomen, escurrido en rollo.
Era que todos los concurrentes se habían escurrido uno a uno, al leer en la mirada siniestra de Quiroga, que aquélla era la última postura.
Rodeó el matorral, observando el suelo con atención para cerciorarse de que el ave no se había escurrido por otro lado, y levantando el gatillo atisbó por entre las ramas, estirando el cuello y empinándose en la punta de los pies.
Por eso había salido, se había escapado, se había escurrido entre las sombras, como un ladrón había fugado de allí, porque era hiel la saliva que tragaba, porque se ahogaba, se sofocaba, porque el aire le faltaba en aquella atmósfera elevada y pura, como falta a los reptiles donde se ciernen las águilas.
Y he aquí que, en cuanto Aladino franqueó la puerta de cobre y subió el primer peldaño de la escalera, el maghrebín, que se hallaba encima de la abertura, junto a la entrada misma de la cueva, no tuvo paciencia para esperar a que subiese todos los escalones y saliese de la cueva por completo, y le dijo: Bueno, Aladino, ¿dónde está la lámpara? Y Aladino contestó: La tengo en el pecho! El otro dijo: ¡Sácala ya y dámela! Pero Aladino le dijo: ¿Cómo quieres que te la dé pronto, ¡oh tío mío! si está entre todas las bolas de vidrio con que me he llenado la ropa por todas partes? ¡Déjame antes subir esta escalera, y ayúdame a salir del agujero, y entonces descargaré todas estas bolas en lugar seguro, y no sobre estos peldaños, por los que rodarían y se romperían! ¡Y ahí podré sacarme del pecho la lámpara y dártela cuando esté libre de esta impedimenta insuperable! ¡Por cierto que se me ha escurrido hacia la espalda y me lastima violentamente en la piel, por lo que bien quisiera verme desembarazado de ella! Pero el maghrebín, furioso por la resistencia que hacía Aladino y persuadido de que Aladino sólo ponía estas dificultades porque quería guardarse para él la lámpara, le gritó con una voz espantosa como la de un demonio: ¡Oh hijo de perro! ¿quieres darme la lámpara en seguida, o morir? Y Aladino, que no sabía a qué atribuir este cambio de modales de su tío, y aterrado al verle en tal estado de furor, y temiendo recibir otra bofetada más violenta que la primera, se dijo: ¡Por Alah, que más vale resguardarse! ¡Y voy a entrar de nuevo en la cueva mientras él se calma! Y volvió la espalda, y recogiéndose el traje, entró prudentemente en el subterráneo.
La había contraído en la cuna, en el escurrido seno de la nodriza, compartida con otros dos críos y no pagada por la Diputación.
Todos los festejantes de Hermenegilda, naturalmente, se habían escurrido, y después del joven doctor, habían desaparecido, uno tras otro, el hijo de un vecino de regular situación, y otro estanciero, solterón viejo, y un hacendado bastante rico, pero viudo y con una punta de hijos, y dos o tres mayordomos, quienes, atraídos, a pesar de todo, por el olor a los pesos, habían renunciado por el olor a humo y a grasa de la muchacha y también por su fealdad siempre creciente.
Parecíale a Antonio que habíase escurrido demasiado al hablar de su mujer, porque si bien era ésta manirrota y celosa en demasía, era, en cambio, limpia y trabajadora como una abeja, y además como un lucero de bonita.
Sin embargo, puso tan poca discreción en su trabajo, que la mujer se despertó al sentir la picadura, y llevó la mano velozmente al sitio picado, y habría aplastado a la pulga si ésta no se hubiese escurrido diestramente por el calzón, corriendo a través de los innumerables pliegues de esa.
Sin embargo, puso tan poca discreción en su trabajo, que la mujer se despertó al sentir la picadura, y llevó la mano velozmente al sitio picado, y habría aplastado a la pulga si ésta no se hubiese escurrido diestramente por el calzón, corriendo a través de los innumerables pliegues de esa prenda especial de la mujer, y saltando desde allí al suelo para refugiarse en el primer agujero que encontró.
No tengo la culpa de lo ocurrido, pues si caíste de ese modo, fué por haberte escurrido, de entre mis manos.
Y así siguió hasta que salió la luna, y como en aquel momento se le había escurrido la cabeza encima de la piedra de la turbeh, hubo de dar una vuelta completa, echándose de espaldas, y la luna iluminó por completo su rostro, que resplandecía con toda su belleza.

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