Ejemplos con escritor

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No, yo no ,- sus obras pero ,- que era un gran escritor español.
Un escritor francés, Stendhal, escribió que él se había fatigado con larga asiduidad en desentrañar el sistema de Kant, para hallar, al cabo, que no encerraba sino lo que todo el mundo sabe por sentido común.
En este sentido, La Bruyère es un grande escritor de costumbres, aunque no hiciese verdaderos cuadros.
Yo bien sé que los libros son la expresión de la sociedad, y que la sociedad sólo a medias es discípula de los libros, pero ¿quién negará que cada uno de ellos es leña echada en el fuego de la concupiscencia, incentivo del general descreimiento, piedra en que tropiezan las voluntades mal inclinadas, ocasión nueva de desaliento para las voluntades marchitas? Por eso es obligación ineludible en el escritor cristiano y de bien ordenado entendimiento, aplicar su ingenio a la reparación del edificio social, lidiando por la familia, que es su primera y necesaria base.
Por todo esto amo yo a Pereda, pero le amo además como escritor de raza, como el poeta más original que el Norte de España ha producido, y como uno de los vengadores de la gente cántabra, acusada hasta nuestros días de menos insigne en letras que en armas.
Que habló largamente de la boda de la hermosa Julieta de los Peñascales con nuestro compañero el distinguido escritor y diplomático don Arturo Marañas , no hay para qué decirlo, porque se supone fácilmente, pero, ¡ay!, a don Simón no le pasó de las narices aquel incienso: conservaba mucho más adentro el recuerdo martirizador de la palabra , con que le había calificado el mismo que quizá redactaba aquellos lisonjeros párrafos, y sabía de memoria los que había dedicado la misma pluma a su desastre parlamentario.
Sólo al mísero escritor entregan férula y palmeta a fin de que vapulee a la sociedad, pero con tal disimulo, que ésta haya de tomar los disciplinazos por caricias, y enmendarse a puros entretenidos azotes.
Martí en Zaragoza lo fue todo, el orador en las reuniones, el escritor en los periódicos, el poeta siempre.
Consideraba a Martí uno de los hombres de más talento que me había sido dado tratar y su muerte representaba no solo una pérdida irreparable para Cuba, de la que habría sido uno de sus preclaros presidentes, sino para la América latina toda, pues desaparecía el escritor genial en quien el fuego de la solidaridad americana brillaba con resplandores que iluminaban ambos continentes.
Carece, pues, completamente de fundamento la versión de un escritor franco-argentino, de que Martí fuera partidario de la anexión de Cuba a los Estados Unidos, cuando, por el contrario, veía en ellos un peligro para la independencia.
Recibió ofertas halagadoras para que pusiera su talento de escritor al servicio de intereses comerciales, pero jamás quiso desnaturalizar su pluma que solo debía servir para unir a la familia latinoamericana y para luchar por la libertad.
Después viene lo que un escritor moderno llama el cuerpo extraño interponiéndose en nuestra vida nacional: los Austrias que reinan y España que pierde para siempre su carácter y muere.
Mas no por eso has de deducir de aquí, lector pío siempre, y esta vez no discreto si tal deduces, que sea igualmente inmoral el escritor que confiesa paladinamente que hay ladrones, que da la voz de alerta contra ellos y los saca a la vergüenza pública, pintándolos con todas aquellas sus negras tintas que sufre el decoro y hacen al vicio antipático y odioso, y se ayuda así del mal para hacer el bien, a la manera que la primavera se ayuda del estiércol para fabricar la rosa.
Extraño fenómeno y singular aprieto para el escritor el de estos dos extremos opuestos, hijos legítimos de la confusión de ideas en todo orden de cosas que caracteriza nuestra época, y reconoce por origen, entre otras mil causas, la orgullosa suficiencia propia, el desprecio de la autoridad que legítimamente define, la falta de profundidad y método en los estudios, el magisterio superficial, intruso e interesado de los periódicos, y la funesta propensión a juzgar lo que pasa en el corazón ajeno por lo que sucede en el propio.
Por el contrario, el escritor apasionado se alivia escribiendo, como si lanzase fuera de sí la ponzoña que le corroe y mata.
Escritor de esta última clase, en la presente ocasión, el P.
El escritor tranquilo y crítico procura poner y cuando tiene habilidad pone en sus escritos lo mejor de su alma.
¡Voltaire era un gran escritor! ¡Cómo pocos! Yo no sé si poseía el castellano, pero si así era, como supongo, no escribiría tan mal la hermosa lengua de Guillén de Castro, de Lope de Vega y de Ruiz de Alarcón.
El célebre escritor no tardó en acudir al llamado de la pitonisa, y ésta escribió bajo la influencia del evocado espíritu, en castellano de gacetilla, y en estilo difuso y pesado, semejante al de los redactores de La Nueva Revelación , no sé cuántas perrerías luteranas, contra la confesión auricular.
Sacó el cuerpo mi don Quintín, pretextó ocupaciones, se negó a tratar del asunto, como no fuera en los periódicos, pero Agustín perseveró en la empresa, y la curiosidad pudo más en el ánimo del improvisado escritor que las censuras de la Iglesia.
Había leído tres o cuatro veces la Historia de Alamán, y solía atreverse contra los juicios del célebre escritor, no sin gran disgusto de mi tía Pepa, para quien los dichos de don Lucas eran un evangelio.
Gracias a este pordioserismo de la industria librera, solo el periódico es el punto donde de cuando en cuando, y si lo permiten los extractos del Congreso o del Senado, las noticias del extranjero, de las provincias y de la capital, los anuncios, la bolsa y algún que otro comunicado, de esos que se pagan bien, es permitido hacer pinitos literarios a algún escritor de buen gusto, con cuyos trabajos tendría en Francia, Inglaterra o Alemania lo bastante para ser solicitado de editores por todo el resto de su vida, mientras el limón tuviera jugo, y éste produjera con el laboreo de la industria sendos capitales para el productor y el industrial.
Era preciso hallarse dotado de gran fé en el arte, de excepcional inteligencia y de una perspicuidad de juicio admirable, para escribir entonces esto que va a leerse coleccionado, sin que ninguno de los sucesos ocurridos sea mentís inexorable de las fantasías del escritor.
Como escritor analítico, son muestras de admirable observación y claridad de percepciones , , , , , etc.
Clasificados ya por géneros los diferentes artículos que esta obra contiene, preciso se hace que justifiquemos nuestras alabanzas, ocupándonos de la importancia del escritor y sometiendo al análisis el conjunto de sus inspiraciones para deducir el caracter general que en ellos se revela, la resultante, por decirlo así, que producen fuerzas a tan opuestos fines dirigidas, y encontrar la unidad literaria y progresiva que dé justo título al Sr.
No conocemos escritor compatriota que disponga de una forma más ductil y exacta para expresar de pronto y con rapidez pensamientos más distintos.
El escritor de Hacienda se apresuró a dar su opinión favorable al café de Santo Tomás, porque allí daban más azúcar que en ninguna parte.
Ustedes podrán creer lo que les acomoderepetía el escritor de Hacienda, intentando elevar su dignidad de noticiero sobre la chacota de sus amigos, pero lo que yo sostengo es que antes de un mes está el Príncipe Alfonso en el trono.
Desta manera me parece a mí, Sancho, que debe de ser el pintor o escritor, que todo es uno, que sacó a luz la historia deste nuevo don Quijote que ha salido: que pintó o escribió lo que saliere, o habrá sido como un poeta que andaba los años pasados en la corte, llamado Mauleón, el cual respondía de repente a cuanto le preguntaban, y, preguntándole uno que qué quería decir Deum de Deo, respondió: Dé donde diere.
Para mí sola nació don Quijote, y yo para él, él supo obrar y yo escribir, solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del escritor fingido y tordesillesco que se atrevió, o se ha de atrever, a escribir con pluma de avestruz grosera y mal deliñada las hazañas de mi valeroso caballero, porque no es carga de sus hombros ni asunto de su resfriado ingenio, a quien advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no le quiera llevar, contra todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la fuesa donde real y verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado de hacer tercera jornada y salida nueva, que, para hacer burla de tantas como hicieron tantos andantes caballeros, bastan las dos que él hizo, tan a gusto y beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, así en éstos como en los estraños reinos.

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