Ejemplos con escozor

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Las microfilarias migran a través de la piel y se ubican cerca de los nódulos causando escozor, edema y atrofia de la piel.
La famosa limeña mereció todos los favores y obsequios de su amante, pero cuando se producían las reyertas que algunas veces fueron violentísimas, el catalán la llamaba Perricholi , de perra chola , nombre que producía escozor, porque significaba desprecio por su sangre y conducta pecaminosa, que lo pronunciaba sin mover las mandíbulas.
El contacto con sus púas produce dolor, escozor, eritema y, según las especies alguna otra sintomatología.
Ortiga es el nombre común de las plantas del género Urtica de la familia de las Urticaceae todas ellas caracterizadas por tener pelos que liberan una substancia ácida que produce escozor e inflamación en la piel.
Tras el golpe militar fue sacada de circulación y Marín fue exiliado, debido a su vinculación con proyectos de la UP y cierto escozor que suscitó su novela.
Momentáneas: vale decir que dan poco trabajo, que tienen la efímera duración de los lirios, aunque yo me sé que el escozor que produzcan durará mucha más de lo que yo quisiera.
Molestias oculares: sensación de tener ojos, tensión, pesadez parpebral, pesadez de ojos, picores, quemazón, necesidad de frotarse los ojos, somnolencia, escozor ocular, aumento del parpadeo.
Este escozor fue el que le obligó a encaminar sus pasos al Ateneo en vez del café de Fornos.
Un olor de ácidos se esparció en el ambiente, dificultando la respiración, haciendo subir a los ojos el escozor de las lágrimas.
Hasta allí le había acompañado un sentimiento de despecho, la cólera de su orgullo varonil herido por el fracaso, el escozor de una situación ridícula.
En fin, salió la chusma del corral, a borbotones o chorros, como el agua de sucio estanque al cual se abren las compuertas, y desde este punto ya respiramos y nos esponjamos, y yo pude hacerme cargo, por el escozor de mi piel, de los desastrosos efectos del látigo.
Los curiosos, enardecidos por el tiroteo, seguían con mirada ansiosa al pájaro que lograba escapar, interesábanse en las terribles disputas de los cazadores, reclamando todos la misma pieza, no se fijaban en la lluvia de perdigones fríos que caían en torno de ellos, y si por casualidad se perdía un ojo o se sentía escozor en el cuerpo ¿qué iban a hacer? esto entraba en la diversión.
¡Qué recuerdos! Astucia de mujer, cavilosidad de hombre, entereza de ánimo, escozor de vanidad ajada, ¡cómo vinisteis a tierra fundidos por aquel calor que, traspasando las telas y penetrando las carnes, llegaba por los nervios al centro de las almas!.
¿Quién sería? ¿Conspirar, preparar alguna explosión revolucionaria, que transformara la sociedad y echara al suelo el caduco edificio del derecho divino? ¿Sería una simple cuestión personal de Rotondo? ¿Qué parte tenían en aquel asunto las audaces ideas que él, filósofo indisciplinado, consideraba como su único tesoro? La curiosidad le punzaba, como un apremiante escozor del espíritu.
Parecía sentir alivio del escozor de sus heridas, que eran tremendas: un agujero en la clavícula derecha, en el vacío del mismo lado, otro que le pasaba de parte a parte, la cabeza rota, una mano casi deshecha.
De repente, cuando con el tejo en la mano y el cuerpo agarrado ponía mis cinco sentidos para plantar un doble en la raya, sentí en los lomos un golpe y un escozor como si me hubieran arrimado un fierro ardiendo.
No se le ocurrió pensar que negar aquel nuevo préstamo al tenor no era desairar a la tiple: un secreto escozor, de que no quería hacer caso, le decía siempre que entre los intereses de la Gorgheggi y los de su maestro había una solidaridad misteriosa.
Ya no tenía yo dolor en las sienes ni escozor en los ojos, ya veía un poco más.
El emplasto quedó hecho en poco tiempo, y la Numancia, que apenas sentía el escozor de la herida, gracias al peto y espaldar de su armadura, invocó a Nuestra Señora del Carmen y siguió tan fresca disparando balas, granadas y demonios coronados contra Santa Rosa.
En fin, salió la chusma del corral, a borbotones o chorros, como el agua de sucio estanque al cual se abren las compuertas, y desde este punto ya respiramos y nos esponjamos, y yo pude hacerme cargo, por el escozor de mi piel, de los desastrosos efectos del látigo.
Hermana, no me pidas explicaciones que remuevan el escozor de mi afrenta.
El escozor era insufrible.
»Y muy poco más conservo en la memoria de los lances y sucesos de esta aventura, cuyo único mérito para formar capítulo aparte, consiste en haber sido muy deseada, y la primera entre las de mi vida mundana, muy poco más, y eso en tropel confuso, verbigracia: la peste de los salones de entonces, y de ahora, y de siempre, esas criaturas sin sal ni pimienta, insípidas e incoloras, y, estaba por decir, sin sexo ni edad, estúpidamente esclavas de los preceptos de la moda en el vestir, en el moverse y en el hablar, más que niños y mucho menos que hombres, con la insubstancialidad y la ignorancia de los unos, y los atrevimientos y los peores vicios de los otros, ridículos y feos, asaltándome sin tregua ni respiro, devorando con ojos estrellados los repliegues de mi escote, y exponiendo, como mérito sobresaliente para aspirar a mi conquista, el arrastre de las rr de sus impertinencias y el hablar a tropezones la lengua de Castilla, sólo porque sabían que yo me había educado en Francia, las obligadas galanterías de los buenos mozos, por lo común, más nutridas de malas intenciones que de agudezas, los enrevesados conceptos de los galanes presumidos y cortos de genio, las protectoras sonrisas y las paternales franquezas de los personajes maduros, a quienes la edad y la fama autorizan para todo, hasta para ser descomedidos y groseros, los cumplidos extremosos, las ponderaciones de rúbrica y las forzadas protestas de cariño de viejas retocadas, de madres envidiosas y de jovenzuelas casquivanas como yo, el vértigo de la danza casi incesante, en brazos de unos y de otros, los sueños voluptuosos, o la tortura insufrible, según los casos, más tarde, la agonía de la curiosidad, y la vista y el oído cansados por saberse de memoria las figuras, los colores y el rumor del cuadro, cuya luz se va velando por la evaporación del concurso y el polvillo tenue de suelos, galas y afeites, y cuya atmósfera espesa, tibia y saturada de perfumes, repugna a los pulmones y al estómago, después, el quebrantamiento del cuerpo, escozor en los ojos, mucho peso en los párpados, cierto deseo de bostezar.
Si tiée usté en los deos un cirujano, y ese ungüento que me ha puesto usté parece cosa de jechicería, apenitas me lo puso usté, picó espuelas el escozor, y na, como si ese sitio no fuera de mi presona.
Con este escozor en el ánimo, pidió su comida a las once, y a las dos de la tarde, no pudiendo resistir más, pero tratando de disimularlo, propuso a Magdalena un paseo hasta la feria.
Entonces el mercader, sobresaltado y rugiendo, rechazó las mantas y las ropas, y bajó corriendo al lugar donde estaba el pozo, y allí se remojó insistentemente con agua fría, a fin de calmar el escozor.
Le dolía con el escozor moral de las bofetadas que deshonran.
Lo único que, pasado el primer momento de rabia, seguía haciéndole escozor, lo que únicamente le estaba dando pensar, era que fuese a correrse la voz, a divulgarse y a llegar a oídos de la muchacha su pelada de frente.
No obstante, al situarse oculto por las bambalinas para desempeñar sus papeles, al ver pasar los primeros actores, de levita o trusa, a las actrices con sus galas, Cleto, con escozor en los ojos y una punzada aguda en el corazón, murmuraba dentro de sí: «¡Cosas del mundo! ¡La cochina suerte y las condenadas intenciones! ¡Bien les viene que no les haga sombra!».
Gemían unas, suspiraban otras, y se secaban los ojos muy a menudo con la orilla del delantal, o con el dorso de la mano, mientras hormigueaban entre ellas los muchachos con el escozor de la curiosidad.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba