Ejemplos con escúchame

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Invitado a presentar su colección Escúchame con los ojos a la pasarela de gala de Intermoda en Guadalajara, Jalisco.
Tal vez esto te parezca una locura, pero escúchame bien, tienes que creerme.
Si eres su discípulo, escúchame.
Después de que Buckley respondiera al argumento de Vidal diciendo que las posiciones de Vidal eran demasiado ingenuas y diciendo sobre los protestantes que algunas personas eran pro-nazi, Vidal dijo que Buckley era un crypto-nazi, a lo que Buckley contestó: Escúchame ahora, tu marica, deja de llamarme crypto-nzo o te voy a golpear en tu maldita cara, y te quedarás quieto.
Negocios, Soy de Cualquier Lugar, Escúchame, alúmbrame, Rock de la mujer perdida, Mujer de Carbón.
Escúchame un instanteinsistió él deteniéndola.
¡Qué mucho, si representas la ilusión más cara al hombre, la ilusión única que vale cien realidades, la ilusión que sólo se disipa en el regazo de la muerte! ¡La más tenaz e invencible de cuantas la naturaleza dispone para adherirnos a la vida y conservar nuestra especie! Escúchame.
Sea así, y escúchame ahora un poco.
Y que no sólo tiene las cuatro eses que dicen que han de tener los buenos enamorados, sino todo un ABC entero: si no, escúchame y verás como te le digo de coro.
, escúchame ahora unos instantes.
Escúchame, pues.
-Escúchame, César, y advierte que yo no hablo nunca en broma, -dijo doña Sabina por todo saludo y en ademán airado.
-¡Ingrata! eso no, César, y para probártelo, escúchame un instante.
Escúchame amado lector: son millones los vestidos de carne que tú te has quitado desde el principio del mundo.
Escúchame amado discípulo: ¿Cuándo un vestido se te daña, qué lo haces? Lo arrojas de ti, porque ya no te sirve, y ello no me lo puedes negar.
Escúchame, amado discípulo, ese Maestro es tu Íntimo y tu eres el alma del Maestro.
-No, hija mía -respondió el religioso-, no es tan menguado el don que el cielo te concede, escúchame.
-No te amontones, y escúchame: tu mujer vive en una atmósfera en que la vanidad, la lisonja, las rivalidades del lujo y la coquetería entran por mucho, si no por todo, tu mujer es libre en esa atmósfera como el pájaro en la suya, en esa atmósfera vive perpetuamente la seducción, y tu mujer es muy hermosa.
Oye, Genaro, escúchame.
Escúchame.
-Escúchame, Maximiliano.
Pero el síndico, sin devolver el saludo a su esposa, le dijo en tono agrio: ¿De qué felicidad me hablas? ¿Puede haber felicidad para mí? Su esposa, asombrada, le dijo: ¡El nombre de Alah sobre ti y a tu alrededor! ¿Por qué esas suposiciones nefastas? ¿Qué te falta para ser feliz? ¿Y cuál es la causa de tu pesar? El contestó: ¡Tú sola eres tal causa! ¡Escúchame, oh mujer! ¡Piensa en la pena y amargura que experimento siempre que voy al zoco! Veo en las tiendas a los mercaderes sentados y teniendo al lado sus hijos, que crecen ante su vista, sean dos, sean cuatro.
¡Oh desventurada señora mía! Y rompió a llorar, hasta que por fin me dijo: ¡Escúchame, Amín!.
No te entregues a vanos lamentos, cierra el labio, esfuerza el corazón y escúchame.
-Escúchame bien, abuelito -le dijo-, ya sabes que mi buena mamá Saint-Merán ha muerto hace una hora, y que ya, excepto a ti, no tengo a nadie que me ame en el mundo.
Así, pues, escúchame, Maximiliano: si por artificio, por súplicas, por un accidente, ¿qué sé yo?, en fin, si por un medio cualquiera puedo retrasar el casamiento, esperarás, ¿no es verdad?.
Escúchame ahora, Hamlet.
Y ella contestó: Escúchame, ¡oh Ghanem! Voy a explicarte al fin mi situación, revelándote mi secreto.
Entonces el califa dijo: Escúchame, ¡oh joven! Aunque sea como soy, pobre pescador oscuro y sin luces, voy a darte una carta para que la entregues en propia mano al sultán de Bassra, Mohammad ben-Soleimán El-Zeiní.

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