Ejemplos con enjalmas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

También se hacían de cabuya: lazos, cinchas y retrancas Mochilas, enjalmas, redes Y millones de alpargatas.
Hay junto a la pared un grande y blanco arcaz con la cebadaigual que en las novelas picarescas, penden de largas estacas, ringladas en los muros, enjalmas y ataharres.
Más que en admirar la variedad de especies que en grupos y montones ocupaban la plaza, granos, frutas, pucheros, leña, carbón, enjalmas, quesos, recoba y utensilios de labranza, ocupose Iberito en buscar albergue y comida.
A la madrugada, habíase tendido Ansúrez en el suelo sobre unas enjalmas, despertole Mara ya de día claro, diciéndole con palabras angustiosas que algo insólito y de mucha gravedad ocurría.
Algunas mañanas, en los ratos que mediaban entre un despertar alegre y un desayuno de inaudita frugalidad, hacía volatines sobre las enjalmas y tapices del camastro, y elevando sus extremidades inferiores de inmaculada blancura, daba pataditas en el techo, o bien se deslizaba por un hueco alto del tabique medianero entre la alcoba-sala y el comedor-cocina, no más grandes que un confesonario de mi tierra, realizando el prodigio de adelgazar su cuerpo hasta lo increíble, y de imitar las ondulaciones de la culebra.
Los arrieros son gente que ha hecho divorcio con las sábanas y se ha casado con las enjalmas, son tan diligentes y presurosos, que a trueco de no perder la jornada, perderán el alma, su música es la del mortero, su salsa la hambre, sus maitines levantarse a dar sus piensos, y sus misas no oir ninguna.
Sucedía a estos dos lechos el del arriero, fabricado, como se ha dicho, de las enjalmas y todo el adorno de los dos mejores mulos que traía, aunque eran doce, lucios, gordos y famosos, porque era uno de los ricos arrieros de Arévalo, según lo dice el autor desta historia, que deste arriero hace particular mención, porque le conocía muy bien, y aun quieren decir que era algo pariente suyo.
Y, aunque era de las enjalmas y mantas de sus machos, hacía mucha ventaja a la de don Quijote, que sólo contenía cuatro mal lisas tablas, sobre dos no muy iguales bancos, y un colchón que en lo sutil parecía colcha, lleno de bodoques, que, a no mostrar que eran de lana por algunas roturas, al tiento, en la dureza, semejaban de guijarro, y dos sábanas hechas de cuero de adarga, y una frazada, cuyos hilos, si se quisieran contar, no se perdiera uno solo de la cuenta.
A la madrugada, habíase tendido Ansúrez en el suelo sobre unas enjalmas, despertole Mara ya de día claro, diciéndole con palabras angustiosas que algo insólito y de mucha gravedad ocurría.
Más que en admirar la variedad de especies que en grupos y montones ocupaban la plaza, granos, frutas, pucheros, leña, carbón, enjalmas, quesos, recoba y utensilios de labranza, ocupose Iberito en buscar albergue y comida.
Pasando por alto la descripción del toril, situado en la esquina de Judíos, el lujo de las enjalmas, adornos de la plaza, distribución de la cuadrilla y otras menudencias, que no es mi ánimo escribir un relato circunstanciado de la función, vengamos al quinto toro.
Algunas mañanas, en los ratos que mediaban entre un despertar alegre y un desayuno de inaudita frugalidad, hacía volatines sobre las enjalmas y tapices del camastro, y elevando sus extremidades inferiores de inmaculada blancura, daba pataditas en el techo, o bien se deslizaba por un hueco alto del tabique medianero entre la alcoba-sala y el comedor-cocina, no más grandes que un confesionario de mi tierra, realizando el prodigio de adelgazar su cuerpo hasta lo increíble, y de imitar las ondulaciones de la culebra.
De allí salen y van en derechura desde su congreso a arreglar las enjalmas de sus borricos, que trajeron cargados de paja, para volverse a su lugar, donde, si vais, veréis a estos ministros, que se creen con más talento que un Floridablanca, empezar a palos con sus mujeres, y dirigir pésimamente a sus hijos, que no saben arreglar ni enseñar a leer y escribir, y si os familiarizáis más con ellos, os darán pruebas convincentes de su ilustración, que podréis criticar en algún cuaderno.
Dispúsoles, pues, Arato en Corinto algunos alfanjes cortos, y escondiéndolos en unas enjalmas, puso éstas a unas acémilas que iban cargadas de efectos de poco valor, y así los envió a Argos.

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