Ejemplos con engreídos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la presente producción musical está acompañada por Los Engreídos de Jauja.
Me imaginé que Castro Pérez era uno de esos abogados viejos, peritísimos en cuestiones de Jurisprudencia, pero en lo demás unos ignorantes de tomo y lomo, un señorón de aldea, pagado de su fama y de su ciencia, de esos que suspiran por todo lo antiguo, y que siempre están mal dispuestos para todo lo nuevo, un fantasmón iracundo, gruñón, de esos que ven con desconfianza a los jóvenes, y que se complacen en censurar a todas horas la educación enciclopédica de estos tiempos, la cual, si bien no produce sabios a granel no cría fátuos, como tantos viejos que yo conocía, encastillados en su saber hipotético, muy vanidosos y engreídos con su ciencia, ciencia exígua y mezquina que les conquista en el pópulo vil admiradores y monaguillos de amén que aprueban cuanto dicen los Sócrates de aldea, así suelten éstos el mayor disparate.
Estos, al ver que de improviso por entre los romeros y lentiscos de la sierra a aquellos soldados de la fábula, tan hermosos y al mismo tiempo tan justamente engreídos de su valor, no volvieron de su asombro sino cuando los vieron desaparecer camino de Córdoba, y sólo entonces, sintiendo requemadas sus mejillas por generosa vergüenza, cayeron en la cuenta de que el suelo patrio no debía ser hollado por extranjeras botas.
Los suizos y los soldados de línea no estaban tan engreídos como nosotros los paisanos, que creíamos haber asistido a la más grande y gloriosa batalla de los modernos tiempos.
El obispo era de aquellos engreídos que no toleran réplica, por moderada que ella sea, y levantándose del sillón se encaminó a su dormitorio.
Nadie más que estos habían esperado con tanta humillación el instante del derrumbe de los engreídos humanos.
Más de veinte mil años de olvido y ni cuenta se habían dado los muy engreídos.
Porque como sólo se dedicaron a explotar a los necesitados en pos de ganar dinero por el dinero mismo, dilapidaron su real fuerza creadora y sintiéndose engreídos gigantes, tan aparentemente altos, cayeron para siempre.
Era como si en ver-dad se sintiera orgulloso de no ser cual los demás, todos similares, tramposos, miserables, mentirosos, engreídos, soberbios e inútiles.
y a los pedantes engreídos de sus nervios,.
pretensiones de folclóricos machistas engreídos de su falo,.
Cómo los exprimen engreídos de su triunfo.
Es preciso confesarlo, a despecho de los hombres, tan orgullosos y engreídos de sus.
Ésta sabía desmayarse o disforzarse, como todos esos seres preciosos y engreídos que estilan vestirse por la cabeza, ante el graznar fatídico del búho o la carrera de asustadizo ratoncillo.
Un escuadrón peruano de reciente formación, recluta digámoslo así, al que por su impericia había dejado el general relegado, carga bizarramente por un flanco y por retaguardia a los engreídos vencedores, y el combate se restablece.
Lo recibe, en el palenque, campechanamente, un casi campesino de su tierra, avivado por su prolongada americanización, quien -rodeado de su mujer, muy trigueña, y de numerosa prole-, cordialmente, lo abraza, dándose a conocer, en el idioma materno, algo olvidado, por el pariente buscado, gozoso, en el fondo, de que los de allá, emburguesados, un poco, y algo engreídos, hayan tenido que acordarse de él para pedir su protección, contento también de poder tener a su servicio, para ayudarle en sus faenas, un muchacho bien dispuesto, de confianza y.
Entre otros, tuvo que hacer con una gavilla de media docena de gauchos engreídos por larga impunidad, que se habían hecho, con sus robos, de toda una estancia, bien poblada de haciendas.
Ante tan maravilloso testimonio quedó la mujer absuelta de culpa y pena, y los dominicos engreídos con el milagrito realizado en su iglesia, la señalaron pensión de seis reales diarios.
Sus impacientes tropas, ganosas de habérselas cuanto antes con los engreídos realistas, rabiaban mirando la aparente pachorra del general, pero el héroe argentino tenía en mira, como acabamos de apuntarlo, pisar Lima sin consumo de pólvora y sin lo que para él importaba más, exponer la vida de sus soldados, pues en verdad no andaba sobrado de ellos.
El narrador dijo: Pues bien, como esta historia es de las que no se cuentan a cualquiera, y no está hecha para todo el mundo, sino sólo para personas escogidas, vas a jurarme, en nombre tuyo y en el de tu amo, que jamás dirás una palabra de ella a cinco clases de personas: las ignorantes, porque su espíritu grosero no sabría estimarla, los hipócritas, que se asustarían al oírla, los maestros de escuela, incapaces y atrasados, que no la comprenderían, los idiotas, porque son como los maestros de escuela y los engreídos, que no podrían sacar de ella una enseñanza provechosa.
De generales de los ejércitos envió a Mario Celso y Suetonio Paulino, y, además de éstos, a Galo y Espurina, varones muy principales, pero que no podían en los negocios obrar según su propio dictamen, como lo había creído, por la insubordinación e insolencia de los soldados, que se desdeñaban de obedecer a otros, estando engreídos con que a ellos les debla el emperador su autoridad.
Reuniéronse con los Leontinos los aliados y, habiendo conferenciado entre sí declararon que no tenían razón los Siracusanos, pero éstos no hicieron cuenta de lo resuelto por los aliados, engreídos y soberbios con que habían sacudido toda obediencia, y antes les estaban sujetos y les temían sus propios magistrados.
Engreídos con este suceso, los del partido de Pompeyo querían se diese pronto una batalla decisiva, pero Pompeyo, aunque a los reyes y a los caudillos que no se hallaban allí les escribía en tono de vencedor, temía el resultado de una batalla, esperando del tiempo y de la escasez y carestía triunfar de unos enemigos invictos en las amias y acostumbrados largo tiempo a vencer en unión, pero desalentados ya por la vejez para toda otra fatiga militar, como las marchas, las mudanzas de campamento y la formación de trincheras, que era por lo que no pensaban más que en acometer y venir a las manos cuanto antes.
Y él antes se había burlado de los que se complacían en semejantes distinciones, diciendo ocultárseles que, mientras ellos estaban engreídos con las obras de los escultores y los pintores, los ciudadanos, lo que era para él de más honra, llevaban su imagen en los corazones.
En lo demás no condescendía ni convenía con los conatos que se mostraban los ciudadanos, engreídos desmedidamente con tanto poder y tanta fortuna de apoderarse otra vez del Egipto y conmover el poder del Rey por la parte del mar.
El sitio se fue prolongando, y la falta de víveres apremiaba a los Galos, por tanto, haciendo divisiones, unos se quedaron con el rey manteniendo el cerco del Capitolio, y otros andaban merodeando por toda la comarca, no juntos tampoco, sino en partidas por diferentes parajes, no reparando en andar esparcidos, porque sus victorias los traían engreídos sin haber nada que temiesen.
Estaba Valerio en gran conflicto, no sabiendo cuál era el término de la batalla, porque veía a los soldados muy desalentados por los muertos que habían tenido, y engreídos al mismo tiempo por los muchos que también había tenido el enemigo, ¡tan dudosa e igual venía a ser la mortandad en cuanto al número!, sino que a cada uno le confirmaban más en la idea de la derrota los muertos propios que veía, que no en la de la victoria los enemigos que sólo conjeturaba.
A veces, alzando la mano en la aspereza de la educación, no impedían a los jóvenes que tuvieran algún cuidado del cabello y de su adorno en armas y vestidos, mirándolos con la complacencia con que se mira a los caballos, orgullosos y engreídos al dirigirse al combate.
Implorados segunda vez los eginetas, llenos en parte de sí mismos y engreídos con su opulencia, y en parte no olvidados de su antiguo rencor contra los de Atenas, se resuelven a hacerles la guerra antes de declararla, y, en efecto, estando las tropas atenienses ocupadas contra los beocios, pasando de repente los eginetas al Ática en sus galeras, saquearon a Falero y a muchos otros pueblos de las costas, causando mucho perjuicio a los atenienses.
¿El? Sí, cierto, era hijo de dos miserables gringos él, pero habían sido casados sus padres, era hijo legítimo él, había sido honrada su madre, no era hijo de puta por lo menos, no tenía ninguna mancha de esas encima, mientras que no podían decir todos otro tanto y que levantándoles a muchos de los más engreídos la camisa.

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