Ejemplos con enfilados

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

-Mira, mira -dijo Ansúrez a su hija señalándole un bulto negro que subía, figura tan escueta como los enfilados árboles-: aquí tenemos al D.
Obtenida la capa, se fue con ellos, y andaban por las calles enfilados unos tras otros, buscando el amparo de los aleros y cornisones.
Vi otras torres, los tejados, las calles, la majestuosa masa de las dos catedrales, multitud de iglesias de diferentes formas que habían tenido el privilegio de sobrevivir, innumerables ruinas, donde centenares de hombres, parecidos a hormigas que arrastran granos de trigo, corrían y se mezclaban, vi el Tormes, que se perdía en anchas curvas hacia Poniente, dejando a su derecha la ciudad y faldeando los verdes campos del Zurguen por la otra orilla, vi las plataformas, las escarpas y contra-escarpas, los rebellines, las cortinas, las troneras, los cañones, los muros aspillerados, los parapetos hechos con columnatas de los templos, los espaldones amasados con el polvo y la tierra que fueron huesos y carne de venerables monjas y frailes, vi los cañones enfilados hacia afuera, los morteros, el foso, las zanjas, los sacos de tierra, los montones de balas, los parques al aire libre.
Es de advertir que los departientes ocupaban dos lados opuestos de una mesa del mejor café de aquella ciudad costeña que se menciona en la carta, que sobre la mesa había, amén de los codos de los dos personajes, un chocolate con mojicones y tostadas fritas, un platillo con pasteles y una copa llena de Jerez, en el lado correspondiente al joven Casallena, y a plomo de sus negras y no muy tupidas barbas, y en el otro lado, otra copa con un líquido refrigerante, que sorbía a ratos el hombre de la cara hosca, porque así se le calmaban ciertos dolores nerviosos del epigastrio, que a la sazón le mortificaban de tiempo en tiempo, que la mesa estaba junto a una de las puertas abiertas de par en par de la fachada principal del edificio, que declinaba la tarde, y que el ambiente salino que se respiraba desde allí, despertaba en los ojos nuevas y más fuertes ansias de contemplar el panorama grandioso que tenían delante en cuanto miraban hacia afuera, saltando por el estorbo de la abigarrada muchedumbre que hormigueaba en la empedernida faja que sirve de divisoria entre los edificios enfilados con el del café de que se trata, obras mezquinas de los hombres, y aquella incomparable marina, obra maravillosa de Dios.

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