Ejemplos con encanto

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y así este poeta aristocrático, que no habla nunca más que de lo más íntimo de su alma, crea una poesía que contiene en forma pura, selecta y personal todo lo que constituye el encanto único de la tierra andaluza donde vió el sol, una poesía llena de matices de color y de olores delicados e intensos, de flores y de jardines, de fuentes rumorosas en el misterio de las noches estrelladas, de muchachas soñadoras y pálidas, de pueblos dormidos, de paisajes dolientes, de soledad sonora y luminosa, de dulce y triste recogimiento interior.
Ojalá vosotros, muchachos y muchachas americanos, que estudiáis con entusiasmo la lengua española, podáis percibir también en estas páginas breves y vibrantes algo del encanto de aquella tierra misteriosa y lejana de donde salieron los primeros hombres blancosde un blanco atezado y moreno como el de Juan Ramónque llegaron a las costas maravillosas de América.
Moguer y su campiña se sienten en las páginas de con un encanto único y singular.
A mí me ha encantado más que a nadie el éxito de , pero con este encanto iba mezclado en cierta dosis el temor de una deserción.
Solía la voz de la anémica romper el encanto.
El irresistible encanto que el hombre de guerra ejerce sobre el débil sentíalo el seminarista ante el cardenal Albornoz, aumentándose aún con la consideración de que tanta bravura y altivez se habían juntado en un servidor de la Iglesia.
Algo le desconcertaba la astronomía, estudio al que se había entregado con entusiasmo casi infantil, atraído por el encanto de lo maravilloso.
Comprendo el encanto que ejerce el Emperador sobre los caracteres estacionarios, adoradores del pasado.
La pobre Lucy era la obrera debilitada por la explotación, envenenada desde su nacimiento por la miseria, tú eres la hija del pueblo atraída fuera del hogar por el encanto del bienestar de los privilegiados, seducida, no por el amor, sino por el capricho de los felices, la doncella llevada en sacrificio al Minotauro, cuyos restos se arrojan después al estercolero.
Los otros oyentes, silenciosos y cabizbajos, no experimentaban menos el encanto de aquellas afirmaciones, que tan audaces resultaban en el ambiente reposado y rancio del claustro.
Gabriel encontró un encanto brutal a aquella existencia errante, siempre en continua alarma, esperando la proximidad de la tropa.
En Madrid había sido el marqués el encanto de la sociedad, y había pasado por la discreción en persona.
Por lo cual, aun el que no repara en la hermosura propia del lago y en el encanto que tiene él de por sí, tal vez se recrea en lo que refleja y duplica en su seno, y gusta más de mirar todo aquello en el reflejo del lago que en sí y tal como es.
¡Si te diga que pareces de la familia! ¡Qué cuidados con Carmen! Es muy viva, muy sabia, escribe que es un, ¡encanto! Ya conoces su letra, ella escribe cuando yo estoy con la jaqueca.
Me encanto mirándole y pensando en tí.
Mi tía Carmen le hizo con prismas y candeleros de cristal, y fué el encanto de cuantos le vieron.
Alegro y bulliciosa, muy dada a fiestas y saraos, encanto de toda buena sociedad, a los veinte años se tornó silenciosa, reservada, melancólica.
Me abrazaba cariñosamente, me besaba, y alzándome exclamaba: ¡Lina! ¡Linilla! ¿Quién es mi encanto? ¿Quién es mi presea? ¿A quién quiero yo mucho, mucho ¡mu cho!.
Después de arreglarse volvió a mirar la plaza, entretenida en ver cómo se deshacía el mágico encanto de la nieve, cómo se abrían surcos en la blancura de los techos, cómo se sacudían los pinos su desusada vestimenta, cómo, en fin, en el cuerpo del Rey y en el del caballo, se desleían los copos y chorreaba la humedad por el bronce abajo.
Aquel encanto de los ojos, aquel prodigio de color, remedo de la naturaleza sonriente, encendida por el sol de Mediodía, empezó a perder terreno, aunque el pueblo, con instinto de colorista y poeta, defendía la prenda española como defendió el parque de Monteleón y los reductos de Zaragoza.
No quería tampoco profanar, haciéndolo público, aquel encanto íntimo, aquel himno de la conciencia que podemos llamar los de Barbarita.
¿Y dónde está?, ¿qué hace que no sale? Es un encanto esa mujer, y tengo al tal Santa Cruz por el gaznápiro más grande que come pan ¡Cuánto me hace esperar! Paréceme que oigo trastazos como de dar con el zorro en los muebles.

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