Ejemplos con enajenado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La Italia de entonces era la de la unificación liberal, que había enajenado al Papa sus estados.
Redención volver a adquirir algo que se había enajenado y en la antigüedad, conseguir mediante pago la libertad del esclavo o el cautivo.
Chaparrón, tras esos lentes y ese aspecto poco intelectual, demuestra que, en el fondo, es el menos enajenado de todos, pues aún dentro de su patológico pensamiento conserva siempre valores tan puros como la lealtad, la responsabilidad del trabajo, la solidaridad y la justicia.
Fue capturado poco después de su rebelión, encontrándose enajenado de sus facultades mentales.
Pero él, aunque enajenado por aquella lluvia de caricias, concluyó por mostrarse inquieto.
A causa de esto, él lo había enajenado de un modo que no hacía necesario el cambio de bandera.
Olvidado de todo y enajenado por el timbre adorable de su voz se hallaba, cuando entró en la sala Cecilia.
Porque, presupuesto que Luscinda no puede casarse con don Fernando, por ser mía, ni don Fernando con ella, por ser vuestro, y haberlo ella tan manifiestamente declarado, bien podemos esperar que el cielo nos restituya lo que es nuestro, pues está todavía en ser, y no se ha enajenado ni deshecho.
Vargas, como el que acaba de arrojar de sí una pesada y molesta carga, aunque gozoso por verse libre de ella, estaba como enajenado, y, además, conociendo también que su amada no podía estar muy satisfecha con su pregunta, no sabía cómo anudar de nuevo la conversación sin que volviese a recaer sobre tan delicado y desagradable objeto.
Cuatro años vivió Juan en el manicomio esa vida ficticia de la locura, en que cada enajenado construye un mundo aparte para su uso particular, y dentro de ese mundo se agita, y circula, y discurre, y padece, y goza, sufriendo impresiones que no vienen de fuera, sino que brotan de su fantasía desequilibrada.
Y por si esto es poco, lleve la música y los atriles el único hombre que, sin merecer por completo las simpatías de los rebeldes, se ha enajenado, la confianza de todo español que tenga en Cuba un palmo de terreno que defender.
su corazón, e incesantemente postrado ante el símbolo del Sol, enajenado en llanto, pedía a su.
En tan lastimoso estado, enajenado en delirios, corrió cerca de Cuzco: volad a las armas, dijo a los Peruanos, Luque y Pizarro se niegan a las paces, decid al senado que Almagro no ha podido enternecer las almas de sus compañeros, que está la ruina del imperio decretada, decid a Coya que la adora Almagro.
Almagro enajenado sentía toda la ventura de su triunfo, se tenía por el más feliz de los humanos, pero preveía también que su amor había de ser un negro meteoro como predecía Coya.
Vericochas arrancó lágrimas del pueblo, y Huascar exclamó enajenado: «Peruanos, yo también lo escuché.
Hasta tal punto me ha enajenado la tristeza, que no me reconozco a mí mismo.
-¡Cuánta ventura! -exclamó Jimeno enajenado de gozo.
Vargas, enajenado de gozo, fray Miguel enternecido, se miraban el uno al otro con una expresión tan singular, tan dulce, que más parecían padre e hijo que dos extraños.
El fondero estaba enajenado.
Me ha enajenado tu cariño, y aunque tal vez tú no hubieses pensado en engañarme, en lo sucesivo, sin poderlo remediar, pensarías.
Oíalos Carlos, conoció a Pona por las frases que soltaba en medio de los quejidos, pero como la tortura del alma le tenía casi enajenado, e iba con la imaginación siguiendo a Cumandá, camino del sacrificio, no podía articular ni una sola palabra.
¿Ni para qué ha de querer el jefe más poderoso del Oriente una mujer que tiene el corazón enajenado, cuando puede hallar muchas mujeres libres?.
-Tú sí, exclama Carlos enajenado de amor y de entusiasmo, abrazándola y estampándole un beso en la frente, tú sí que hablas el lenguaje de los ángeles.
El templete era tan lindo como antes: las verdes enredaderas trepaban con la misma gracia airosa enroscando sus delgadas columnitas, pulimentadas por los siglos, al través de los intercolumnios se veía el mar, tan cerúleo y apacible como siempre -mar que, al parecer, no conocía las tormentas que también azotan el alma humana-, la decoración era igual que cuando llegaron a Ercolani, la mañana inolvidable en que Felipe, enajenado, no sabía desprenderse de su cuello ni soltar sus manos, ni dejar de beber su aliento con sed inextinguible, pero, ¿dónde estaba ya la rosa amorosa, aquella flor de esplendor tan breve? El poeta tenía razón, había que respirarla cuando el rocío matinal la impregnaba aún, que después.
Deslumbrado ante esta nueva luz, caminaba como un enajenado.
Aquí yo quedé absorto y totalmente enajenado de mí mismo, puesto.
Pero hay en esa casa, vedada para mí, un ser querido, una hermana que deseo abrazar, hay un sitio vacío por la muerte, donde anhelo prosternarme y llorar antes que mi padre, decidido a emigrar a la Península, me haya arrebatado la una y enajenado el otro.
El capitán enajenado y absorto con tanta discreción y gracia, se adelantó, tomó la mano de María, sin darla lugar a que impidiese esta acción, y estampó en ella sus labios con veneración suprema.
José se despidió esa tarde enajenado: de todos sus poros sentía resurgir los entusiasmos generosos y el amor a la vida.
José quedó enajenado: de buena gana hubiera ahogado con un fuerte abrazo a Víctor.

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