Ejemplos con empequeñecía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Jaime lo había visto aparecer en el horizonte como una lágrima de luminoso azul, luego agrandarse y agrandarse, hasta llenar todo el espacio, pasando junto a él con rotación de rueda y velocidad de proyectil a un mismo tiempo, y ahora se empequeñecía otra vez, huyendo por el extremo opuesto.
El aislamiento en medio del Océano empequeñecía o anulaba todos los obstáculos con que se tropieza viviendo en tierra firme.
La última cubierta se empequeñecía.
Y él, convencido de su éxito, se empequeñecía, se humillaba ante el oficiante, como un simple acólito, mirando algunas veces al público con el rabillo del ojo para que no perdiese ni el más pequeño detalle de su religiosa abnegación.
Unas veces el espíritu del buen doctor se empequeñecía con extraordinario aplanamiento, otras se agrandaba, tomando proporciones superiores a las de la vida común: y con este variar angustioso, síntoma de todo fuego que se apaga luchando entre la combustión y la muerte, la lengua del médico pasaba de un mutismo invencible a una locuacidad mareante.
Por la tarde sintió necesidad imperiosa de estar sola, de salir de la habitación, que se le empequeñecía más cada vez, y bajó a la huerta.
El obispo crecía y resplandecía a sus ojos y Jean Valjean se empequeñecía y desaparecía.
Retrocedí espantado, pero el brazo horriblemente flaco se alargaba, y yo esquivándolo me empequeñecía, tropezaba con los cubos de portland, me ocultaba tras ellos, espiando, asomaba el rostro por una arista y el brazo delgado como el palo de una escoba, con los dedos envarados, estaba allí, sobre mi cabeza, tocando el zenit.
De alguna quinta salían los sones de un piano y a medida que caminaba, su corazón se empequeñecía más, oprimido por la angustia que le producía el espectáculo de la felicidad que adivinaba tras de los muros de aquellas casas refrescadas por las sombras, y frente a cuyas puertas cocheras se hallaba detenido un automóvil.
se empequeñecía de modo que parecía un pigmeo en lo poco y un niño en lo tratable.

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