Ejemplos con embelesaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Esta le embelesaba tanto, que haciendo una calaverada, como él decía, invirtió una parte de la rumbosa gratificación que le hizo el coronel al despedirle en la suscripción a un periódico noticiero y baratito, que no le faltó un solo día después de llegar a su casa.
Obdulia, que nunca había visto el mar, se embelesaba contemplando el grandioso muelle, el trajín comercial, los barcos de arboladura gallarda, y cuando en nuestro primer paseo vagoroso traspusimos el cerro de Miranda, la vista del Océano impetuoso colmó el estupor de la pobre muchacha.
En tanto que ella se embelesaba en su papel de comadrona de pollos y patitos, Jerónimo podaba las tres o cuatro vides de latada, disponía preparación de los terrenos para la siembra de patatas, algarrobas y yeros, para el plantío de calabacines, pepinos y zanahorias, y a toda hora se mostraba labrador peritísimo y archivo de refranes agrícolas.
Se embelesaba en aquellos días con peregrinas historias de aventuras y correrías maravillosas por las regiones inexploradas del Globo, buscaba la distracción de momento, los lances más inauditos, los hallazgos de enanos y gigantes, de monstruos marinos y terrestres, los peligros de huracanes, desiertos de hielo, abismos, trombas, torbellinos y banquetes de antropófagos.
Sí, sí -afirmó Teresa con tanta unción como cuando se embelesaba en las estrellas-.
La bella música le atraía, le embelesaba, como a mí.
Contó en seguida concisamente su vida toda: su crianza en Vera, lo del padrino, la estancia en París, la traslación a Madrid y todo lo demás que ya se sabe, poniendo en su relato tal sinceridad y sencillez, que Aura se embelesaba oyéndole, y si no estuviera enamorada hasta la médula, es de creer que sólo con aquella historia tan poética y linda se prendaría locamente del pobre desheredado.
La lectura la embelesaba y la mataba al mismo tiempo, y el terror y la admiración compartíanse el dominio de su alma.
Si deseaba retirarse al campo, no le atraía tan sólo la perspectiva de dar rienda suelta a instintos selváticos, de andar sin corbata, de no pagar tributo a la sociedad, sino que le solicitaban aficiones más delicadas, de origen moderno: el deseo de tener un jardín, de cultivar frutales, de hacer obras de albañilería, distracción que le embelesaba y que en el campo es más barata que en la ciudad.
Si antes le había abrumado con su ira, con su orgullo, con su violencia increpación, ahora le embelesaba con su piedad, con su gratitud, con lágrimas que a él le parecieron resbalar por el mismo trono de Dios para caer sobre su corazón.
La celda tenía su puerta hacia la galería del claustro, una pequeña reja al Poniente y otra grande al Norte, sobre la huerta, cuya frondosidad embelesaba el sentido en noches de verano.
Juan, sin saberlo, se embelesaba contemplando aquella claridad.
La bella música le atraía, le embelesaba, como a mí.
¡Cuántas veces en las noches del invierno él la embelesaba diciéndole que sería marquesa, que tendría palacio, coches, lacayos, lujos sin fin, y riquezas semejantes a las de Las mil y una noches! Él la había enseñado a no trabajar, a esperarlo todo de una herencia, a soñar con grandezas locas, a enamorarse de fantasmagorías.
Miraba asombrada los cirios y las imágenes, escuchaba rezar con cierto misterio poniendo el oído para pescar un coro lejano y extraño y se embelesaba con el órgano, un armonio en el cual cada tubo de madera y metal, maltratado y envejecido, disonaba a más y mejor.
Y cuando se embelesaba en la contemplación de los niños que eran suyos, que eran de su misma carne -¡qué cielos!, ¡qué soles!-, del fondo del lago salió una mano descarnada, esquelética, que les fue apretando la garganta uno a uno, y soltándolos tronchados, como rotos muñecos.
A veces la visión sonriente, luminosa y magnética de Isabelita se presentaba de súbito ante sus ojos fascinados, le embelesaba y lo envolvía en un ambiente de felicidad inefable.
Julián no tenía ojos ni oídos más que para Isabel: viéndola, se embelesaba como un tonto, y oyéndola, oyéndola, la alegría se le subió de un golpe al corazón y le llenó la boca de frases sin sentido.
Y más y más me embelesaba la cúpula celeste, cuanto más viles eran los parajes donde traficaba.
El médico, algo pensador a su modo, se embelesaba con aquel cuadro dulce y apacible, en que la vieja Naturaleza parecía sonreír con bondad a su pobre hijo torturado -el hombre-.
Era maravilloso,-y esto lo dice quien no usa en vano la palabra maravilla,-aquel poder de entendimiento con que, de un ojeada, sorprendía Mendive lo real de un carácter, o cómo, sin saber de ciencias mucho, se sentaba a hablarnos de fuerzas en la clase de física, cuando no venía el pobre Manuel Sellén,-y nos embelesaba.
Ésta le embelesaba tanto, que haciendo una calaverada, como él decía, invirtió una parte de la rumbosa gratificación que le hizo el coronel al despedirle, en la suscrición de un periódico noticiero y baratito que no le faltó un solo día después de llegar a su casa.
-¿Quién ha matado el pajarito que me embelesaba? ¿Quién le ha matado.
Después pronunció ardientes palabras de amor, y roto ya el freno de su bien utilizada hipocresía, se abalanzó a María Antonia, que le atraía con los ojos y le embelesaba con blanda risa, medio abierta la húmeda boca y dejando ver los iguales y apretados dientes, que parecían dos hilos de perlas.
El descubrimiento de la maldad ajena la embelesaba, la enorgullecía y la animaba a abandonarse a sus perversiones caprichosas.
«Sí, sí -afirmó Teresa con tanta unción como cuando se embelesaba en las estrellas-.

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