Ejemplos con elocuente

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El poeta pasó cuentas en su prólogo admirable, que no es más que una elocuente protesta contra la violencia ejecutada con un hombre libre, un caballero romano y contra la tiranía de un dictador.
La Ermita de San Miguel, junto con otros edificios antiguos circundantes, constituye un testimonio elocuente de ese ambiente plenamente histórico que antaño ofrecía la plaza gracias a su armonía arquitectónica.
De donde infería aquel ilustre heraldo del romanticismo, y con frase elocuente declaraba, que la verdad artística no era otra cosa que el conjunto ideal de las principales formas de la naturaleza, una especie de tinta luminosa que comprende sus más vivos colores, una manera de bálsamo, de elixir o de quintaesencia extraída de los jugos mejores de la realidad, una perfecta armonía de sus sonidos más melodiosos.
Por lo demás, que en el fondo de su conciencia se creía agudo, elocuente, sutil y travieso, ya lo sabemos.
Pero, concretándose a aquella localidad, ¿quién, entre todos ellos, era bastante rico, bastante abnegado, bastante generoso, y aun bastante elocuente, para aceptar tamaño compromiso con buen éxito, y capaz de abandonar, sin partírsele el alma, la dirección de los propios negocios y las comodidades de su casa?.
Era Xuantipa, la mujer legítima del agudo, elocuente y fogoso zapatero.
Lejos de perjudicarle esto en su importancia, todo el mundo se la concede para todo, así es que, al creer lo que afirma la opinión pública, don Simón es , es decir, prudente en el consejo, elocuente en emitirle, rico de hacienda, honra del comercio, provecho de la ciudad, benemérito patricio, y cuanto ustedes quieran.
Hasta el padre sacudió la cabeza, alzó con elocuente resignación los hombros, y rompió el primero a andar.
Artegui era elocuente, cuando a hablar se resolvía, detallaba las costumbres del país, contaba pormenores de los pueblecitos, hasta de los caseríos entrevistos al paso.
Internáronse por callejuelas excusadas, y guardaron silencio elocuente por espacio de algunos minutos.
Lástima grande que no fuese posible a ningún taquígrafo estenografiar el donoso y elocuente discurso que en chapurradísima ensalada franco-luso-brasileña dirigió el buen doctor a Miranda, con el fin de demostrarle cuán bárbaro y cruel era eso de aporrear a una que está en las circunstancias de Lucía.
La esperanza en su amor habría hecho lo que no podía hacer la exhortación más elocuente, pero esta esperanza no se le concedía, ni era fácil que se le concediese, pues cada día que pasaba Carmen se mostraba más severa con él, a lo que se agregaba que la señora madre de ella y el alcalde su tío no cesaban de abominar la conducta del muchacho, y decían frecuentemente que primero querían ver muerta a su hija y sobrina, que saber que ella le profesaba el menor cariño.
Pero cuanto más elocuente se mostraba el negociante, más tierno y encariñado aparecía el impresor.
¡Qué bien se dormiría allí abajo! ¡Qué paz en aquel fondo transparente! ¡Qué mágica luz arriba! Gonzalo escuchó por primera vez en su vida la voz elocuente de la Naturaleza que invita a reposar en su seno maternal, esa voz dulce de irresistible atractivo que los desgraciados escuchan hasta en sueños, y que les impulsa tantas veces a acercar el frío cañón de una pistola a la sien.
El orador continúa y termina al fin, deseando, como el elocuente ayudante de marina, que Sarrió despierte a la vida del progreso, que salga del letargo en que yace, y que de algún modo se manifieste en su recinto la lucha de las ideas, fecunda siempre, y luzca en su horizonte el sol radiante de la civilización.
¡Ah, señores! Yo también, como el elocuente orador que me ha precedido en el uso de la palabra, deseaba que el pueblo donde he visto por primera vez la luz del día, despertase a la vida del progreso, a la vida de la libertad y la justicia ¡Sarrió! ¡Cuánto dulce recuerdo, cuánta inefable alegría despierta en mi alma este solo nombre! Aquí corrieron los años felices de mi infancia Aquí comenzó a formarse mi espíritu Aquí hizo el amor palpitar por primera vez mi corazón En otra parte se ha enriquecido mi razón con el conocimiento de las ciencias, con las grandes ideas que engendra el estudio del Derecho Aquí se ha nutrido mi alma con las santas y dulces emociones del hogar.
Varias veces a la semana y por espacio de dos horas, vibró su voz elocuente en mitad de sus alumnos que lo escuchaban maravillados.
Y para corroborar de manera elocuente su aserto, formuló duros ataques contra la dominación española, su tiránica política y sus hombres nulos e infames.
A este fin le escribió nueva carta, lo más elocuente que supo.
Abajo, la plataforma del escenario, donde se representaban los , piezas dramáticas, cándidas y sencillas como sus versos lemosines, cuyo argumento, girando en torno del mismo punto, trata siempre de las querellas feudales entre Centelles y Vilaraguts, de la conversión de los moros de Granada o de alguna treta de los impíos contra el elocuente apóstol, todo sazonado al final con el necesario milagro del santo y el correspondiente sermón en endecasílabos.
¡Esto es lo propio, lo racional, lo elocuente, lo que se dirá con el tiempo, Dios mediante!.
Pero veía la enérgica y elocuente gesticulación de uno de los sacerdotes, veía sus inspirados y santos ademanes, la noble llama que brotaba de sus ojos, las tiernas caricias que hacía al insensato reo.
Pronunciada esta elocuente filípica, continuó la señora un buen espacio de tiempo dando resoplidos, y Fortunata no levantaba los ojos de su costura.
Fortunata le oía embelesada, puestos los codos sobre la mesa, la cara sostenida en las manos, los ojos clavados en el narrador, quien bajo la influencia de la atención ingenua de su amada, se sentía más elocuente, con la memoria más fresca y las ideas más claras.
¡Cuánto daría por ser elocuente! Y no se le ocurría nada, nada.
La descomposición de la cara de éste fue tan instantánea, tan reveladora, tan elocuente, tan profunda, que la señora de Moscoso, apoyándose en una mano, se irguió de pronto, quedándose en pie frente a él.
No creemos que el lector tenga empeño alguno en oir de labios de doña Paz la historia de los primeros veinte años del , relatada en el embrollado estilo de que la impetuosa viuda acaba de darnos elocuente muestra.
Y, como en aquel momento diese las once el reloj de música que habia en el recibimiento, la tertulia se levantó en masa, despidiéndose todos hasta la tarde siguiente, en la Procesion, con lo que la forastera se retiró a su cuarto, a soñar con no sé qué prestamistas de Madrid, Pepito se fué a su desvan, a componer versos eróticos a la forastera, los tertulios innominados y mudos se marcharon a descansar del trabajo de haber nacido, y el elocuente señor de Mirabel cayó bajo el brazo de su esposa.
Calló en diciendo esto el elocuente viejo jitano, y el novicio dijo, que se holgaba mucho de haber sabido tan loables estatutos, y que él pensaba hacer profesion en aquella órden tan puesta en razon y en políticos fundamentos, y que solo le pesaba no haber venido mas presto en conocimiento de tan alegre vida, y que desde aquel punto renunciaba la profesion de caballero y la vanagloria de su ilustre linaje, y lo ponia todo debajo del yugo, o por mejor decir, debajo de las leyes con que ellos vivian, pues con tan alta recompensa le satisfacian el deseo de servirlos, entregándole a la divina Preciosa, por quien él dejaria coronas é imperios, y solo los desearia para servirla.
Y contóle el escrutinio que dellos había hecho, y los que había condenado al fuego y dejado con vida, de que no poco se rió el canónigo, y dijo que, con todo cuanto mal había dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena: que era el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma, descubriendo naufragios, tormentas, rencuentros y batallas, pintando un capitán valeroso con todas las partes que para ser tal se requieren, mostrándose prudente previniendo las astucias de sus enemigos, y elocuente orador persuadiendo o disuadiendo a sus soldados, maduro en el consejo, presto en lo determinado, tan valiente en el esperar como en el acometer, pintando ora un lamentable y trágico suceso, ahora un alegre y no pensado acontecimiento, allí una hermosísima dama, honesta, discreta y recatada, aquí un caballero cristiano, valiente y comedido, acullá un desaforado bárbaro fanfarrón, acá un príncipe cortés, valeroso y bien mirado, representando bondad y lealtad de vasallos, grandezas y mercedes de señores.

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