Ejemplos con elegante

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Qué Anselmo, señor! Pero a cada cual lo suyo, hay que reconocer que es guapo, simpático, buen mozo y elegante que no cabe más.
Poesía puede haber, pero anda muy oculta bajo la dura ley social, que obliga a todos a decir la mitad, cuando mucho, de lo que piensan y de lo que sienten, y que al detener en los labios la expresión pintoresca y enérgica, engendra hábitos de convención elegante y de disimulo académico, a los cuales difícilmente se allana, ni siquiera para remedarlos, una naturaleza artística tan sana, robusta y viril como la de Pereda.
Cuando don Simón suspende, dos veces al día, sus tareas, sube al primer piso, y atravesando alfombradas estancias, alfombradas, así como suena, entra en un gabinete lujosamente amueblado también, y allí se cambia la bata por un elegante traje de calle, se quita el gorro de la cabeza, en la cual ocasión puede vérsela coronada por una calva nada aristocrática por cierto, y se pone el grave, reluciente sombrero de copa.
Si no se trata de salir a la calle, sino simplemente de almorzar o de comer, usa el mismo ceremonial, pero sin quitarse la bata ni el gorro, y cuando una doncella avisa que está la sopa sobre la mesa, pasa la familia al elegante comedor, y allí se hace servir una bien sazonada comida, después de la cual, don Simón una hora de siesta sobre la cama, el sueño su señora en una butaca, y medita, o lee, o mira por los cristales a la calle la repolluda muchacha.
Bajo impresiones tan embriagadoras, vestida con lo mejor que tenía, y su hija con lo más elegante de su bien provisto ropero, estuvo una semana haciendo visitas que siempre había desdeñado, y pagando otras que debía de muy atrás, sólo por buscar ocasiones de anunciar su salida para Madrid, adonde la llevaba el delicado cargo con que el país había honrado a su marido.
Esto entendido, calculen ustedes su asombro y descomunal alegría cuando don Simón las sorprendió con el periódico en el cual se estampaban los dos sueltos que conocemos, y con la noticia de que el autor de ellos era un elegante joven con sus barruntos de embajador.
Leíanse los fascinadores párrafos cien y cien veces, arrebatando el periódico a Julieta doña Juana, a doña Juana don Simón, y a don Simón Julieta, y así una hora y dos horas, y toda la mañana y toda la tarde, sin cruzarse una palabra entre los tres individuos de la familia, pero riéndose todos, como idiotas, a cada instante, tal vez pensando en el efecto que estarían causando en el público las noticias, y ¿a qué negarlo?, en el elegante periodista.
Sacó una botella de coñac viejo y otra de bon vino, de un maletín de piel de cerdo, elegante prenda de mundano antes que de clérigo.
El pañuelo está lindísimo, el monograma es soberbio, muy elegante, y muy sencillo, como dibujado y bordado por tí.
Por eso es tan elegante y tiene buenas relaciones.
La señora doña Gabriela me pareció siempre un simpático y elegante tipo de mujer.
Fina y correcta como su esposo, elegante por naturaleza y educación, desdeñosa como él para con las gentes vulgares y ordinarias, la señora doña Gabriela poseía el rarísimo don de hacerse amar de todos, sin que para ello empleara lisonjas y lagoterías.
Lujosa sin ostentación, elegante sin pretender atraerse las miradas de los demás, fina sin charla zalamera, para todos tenía una palabra cariñosa.
Gabriela subyugaba las almas con la dulzura de su carácter, mejor que con su delicada y elegante belleza.
¡Si, de esa señorita que es tan buena, tan amable, tan elegante, tan inteligente, tan linda, y tan rica!.
Acaso esto que siento al pensar que vives cerca de esa señorita tan hermosa y tan elegante, acaso serán celos estos temores que me asaltan cuando recuerdo que hace tiempo que Gabriela me preguntó por tí, con mucho interés, con demasiado interés.
¿La elegancia? Sí, Angelina con sus trajes humildes y sencillos era tan elegante como Gabriela.
¡Gabriela ama a otro, y acaso no le olvide jamás! Supongamos que mañana eres esposo de esa elegante señorita.
Pues ¡mejor, hijo, mejor! ¡Yo quiero mucho a Linilla! Gabriela será muy elegante, muy bonita, muy rica, ¡cuánto tú quieras! pero donde está Angelina.
Ricardo había sido su novio, lo sabía yo muy bien, él mismo me lo dijo en el Colegio, y Teresa no le perdonaba a mi amigo que, a poco de terminar con ella, hubiera visto con demasiado interés a la elegante y encantadora señorita.
¡Linda criatura! Aun me parece que la veo con aquel vestido azul que parecía un jirón de cielo, esbelta, donairosa, elegante, sencilla, húmedos los rubios cabellos, que, atados con una cinta de seda, caían hacia la espalda sobre una toalla anchísima.
¡Ya, ya verá usted a su sobrino, qué majo y qué gallardo que viene, vestidito de charro, en un caballo soberbio! ¡Ya verá usted, tía Pepa, qué elegante y guapo estaré con el pantalón ceñido, el jarano galoneado, la chaquetilla airosa y la pistola al cinto! ¡Y taca, taca, taca ! ¡Ahí está el ranchero! ¡Ya llegó! Y entrará Juana, diciendo: ¡Señora ya vino el charro! Y usted, tía Pepilla, usted saldrá corriendo a recibirme y abrazarme, o se asomará usted a la ventana para verme llegar, y ver a todas las muchachas que han de mirarme con tamaños ojos, como diciendo: ¡Qué reguapo! Y entraré, sonando las espuelas, y ustedes se pondrán muy alegres.
Solís nos prestó uno muy elegante, con un crucifijo muy devoto.
Gabriela es guapa, elegante, y qué cosa más fácil que tú.
Yo sé muy bien cuánto vales, que, por mil motivos, eres digno de una mujer que te honre, sin que la historia de su familia, o el origen de la que llegue a ser tu esposa sea obstáculo a tu felicidad, yo bien sé, Rorró, que tu tía, doña Carmelita, desea para tí una mujer de brillante cuna, elegante, hermosa rica.
¡Y yo no sé por qué! Será porque esa señorita es más elegante que ellas, y más bonita, y de muy buen trato.
Es el caso que una señorita muy guapa, muy elegante, y además muy rica, la misma que se puso tan seria y abogó por esas pobres muchachas que pedían socorro a las Conferencias, me tomó del brazo y.
Murmuraban de ella, susurraban acerca de la señorita tonterías y burlas, y, como es natural, a la simpática y elegante pollita nada de esto le agradó.
Ahora, ponte elegante, y sal a visitar a los viejos amigos.
En el real solitario, junto al estanque de aguas turbias, una parvada de ocas, los techos pajizos envueltos en la gasa del humo vespertino, detrás, la casa de la hacienda, vetusta en parte, con aires de arruinada fortaleza, en parte sonriente y alegre, restaurada, rejuvenecida al gusto europeo, dejando adivinar en las vidrieras luminosas y en las verdes persianas un interior elegante y rico.

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