Ejemplos con edificios

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Yo siento tener que dar a tan lindos edificios, que en Vichy abundan, el nombre extranjerizo de , pero ¿qué hacer si en castellano no hay vocablo correspondiente? Lo que aquí denominamos choza, cabaña o casa rústica, no significa en modo alguno lo que todo el mundo entiende por , que es una concepción arquitectónica peculiar a los valles helvéticos, donde el arte, inspirándose en la Naturaleza, reprodujo las formas de los alerces y pinabetes, y los delicados arabescos del hielo y la escarcha, bien como los egipcios tomaron de la flor del loto los capiteles de sus pilones, En Vichy los se construyen con el exclusivo objeto de alquilarlos amueblados a los extranjeros.
Pero también la influencia se gasta y agota, y llegó un período en que, mermada la de Aurelio, no alcanzó a mantenerle en el único punto para él grato, en Madrid, y hubo de irse a vegetar a León, entre el Gobierno civil y la Catedral, edificios que ni uno ni otro le divertían.
Así la veía uno por todos lados, la veía en el exterior de los edificios como en el interior de los mismos, en la sala en donde se recibía al huésped como en las habitaciones privadas, en los talleres de tabaquería, en número bastante considerable, hasta el punto de haber podido yo contar seis retratos en un mismo taller.
Yo le oí en cierta ocasión hablar de lo que se hacía en los museos y demás edificios notables allá en Roma y en otras ciudades: la entrada libre a todas horas, pero pagando.
Las puertas de los edificios caían a culatazos.
Recordaba otras catedrales famosas, aisladas, en lugar preeminente, presentando libres todos sus costados, con el orgullo de su belleza, y las comparaba con la de Toledo, la iglesia-madre española, ahogada por el oleaje de apretados edificios que la rodean y parecen caer sobre sus flancos, adhiriéndose a ellos, sin dejarla mostrar sus galas exteriores más que en el reducido espacio de las callejuelas que la oprimen.
Esta tristeza de las almas, en contraste con el risueño aspecto de los campos, trasciende a todo: a los edificios, a las calles, a los trajes, a las personas, a su trato, a sus maneras y a su lenguaje.
Los edificios públicos, esto es, el Palacio municipal, la Aduana, el Juzgado, la Escuela y el Hospital Pancracio de la Vega amanecieron muy adornados con banderas de papel y festones de rama de tinaja , y así la casa del Alcalde, la de Venegas y la de Jurado.
A la pálida luz del astro nocturno columbré los principales edificios: el convento de los franciscanos, pesado y sombrío, la iglesia del Cristo con su arrogante cúpula, la Parroquia, la Casa Municipal, y a la derecha, en el montecillo, en una loma, siempre tapizada de mullido césped, la capilla de San Antonio, donde las muchachas solteras y sin galán iban a rezar y a decir aquello de.
Muéstranse merecedores de cuantas lindezas les dice el mote, prodigan en todas partes la heráldica presea, en edificios, sellos, telones, marcas de tabacos y botellas de cerveza, repiten la empresa en inscripciones castellanas y latinas, en discursos, en documentos oficiales, en periódicos,que también tiene periódicos Villaverdey hasta en los sermones sale a relucir el famoso lema, concedido a mi querida ciudad natal por la Muy Católica Majestad del Rey Don Felipe IV.
¡Qué panorama tan hermoso! A mis pies las primeras calles de la ciudad, como extendidas en una alfombra de felpa amarillenta, la alameda de Santa Catalina, los edificios apiñándose a proporción que se acercaban a la Plaza, el poblado dividido por el río, y a orillas de éste el convento franciscano, lúgubre y sombrío, desolado y triste, como si llorara la ausencia de sus mendigos.
¿Temes? ¿Por qué, mi dulce niña? ¿Sabes acaso que hace mucho tiempo me robó el corazón una chiquilla graciosa y bella? ¡Ah! Piensa que ese amor fué un delirio un sueño fugitivo, algo así como esos alcázares de nubes, palacios de plata que forma el viento de la noche en la serena inmensidad de los cielos, brillantes edificios que duran un instante, y luego se desvanecen, dejándonos ver un reguero de astros.
En la ciudad, los vidrios de los altos balcones y de las esbeltas torrecillas destacábanse sobre la masa obscura de los edificios como placas de fuego.
Acaso en México, porque los edificios eran hermosos y altos, y veía yo desde el balcón muchos coches que iban y venían.
No sería yo ese becerro de oro que patrocina el mal gusto, que levanta edificios abigarrados, que afea y vulgariza cuanto toca.
La bandera nacional, izada a media asta sobre los edificios públicos, pregona el duelo.
Estos edificios tienen cierto carácter de improvisación, y en todos, combinando la baratura con la prisa, se ha empleado el ladrillo al descubierto, con ciertos aires mudéjares y pegotes de gótico a la francesa.
Edificios y carros se van, y en su lugar ve Fortunata algo que conoce muy bien, la ropa de Maxi, colgada de una percha, la ropa suya en otra, con una cortina de percal por encima, luego ve la cama, va reconociendo pedazo a pedazo su alcoba, y la voz de doña Lupe ensordece la casa riñendo a Papitos porque, al aviar las lámparas, ha vertido casi todo el mineral y gracias que es de día, que si es de noche y hay luz, incendio seguro.
Tú tienes la manía de los edificios, y quieres pegármela a mí.
A solas con él, la dama se entretenía fabricando en su atrevido pensamiento edificios de humo con torres de aire y cúpulas más frágiles aún, por ser de pura idea.
Nació Barbarita Arnaiz en la calle de Postas, esquina al callejón de San Cristóbal, en uno de aquellos oprimidos edificios que parecen estuches o casas de muñecas.
En esta faja Norte son tantos los edificios religiosos que casi es difícil contarlos.
Los viajeros distinguieron una gran masa de edificios cuya blancura descollaba entre el verde.
Pareciéronle, y con razón, estrechas, torcidas y mal empedradas las calles, fangoso el piso, húmedas las paredes, viejos y ennegrecidos los edificios, pequeño el circuito de la ciudad, postrado su comercio y solitarios casi siempre sus sitios públicos, y en cuanto a lo que en un pueblo antiguo puede enamorar a un espíritu culto, los grandes recuerdos, la eterna vida del arte conservada en monumentos y ruinas, de eso entendía don Pedro lo mismo que de griego o latín.
A pesar de conocer a Orense y haber estado en Santiago cuando niño, discurría y fantaseaba a su modo lo que debe ser una ciudad moderna: calles anchas, mucha regularidad en las construcciones, todo nuevo y flamante, gran policía, ¿qué menos puede ofrecer la civilización a sus esclavos? Es cierto que Santiago poseía dos o tres edificios espaciosos, la Catedral, el Consistorio, San Martín.
Ahogábanle las altas tapias verdosas, los soportales angostos, los edificios de lóbrego zaguán y escalera sombría, que le parecían calabozos y mazmorras.
Contentóle Florencia en estremo, así por su agradable asiento como por su limpieza, suntuosos edificios, fresco rio y apacibles calles: estuvo en ella cuatro dias, y luego se partió a Roma, reina de las ciudades y señora del mundo.
Al pie de las peñas, estaban unas casas mal hechas, que más parecían ruinas de edificios que casas, de entre las cuales advirtieron que salía el ruido y estruendo de aquel golpear, que aún no cesaba.
Señor respondió Sancho, en cada tierra su uso: quizá se usa aquí en el Toboso edificar en callejuelas los palacios y edificios grandes, y así, suplico a vuestra merced me deje buscar por estas calles o callejuelas que se me ofrecen: podría ser que en algún rincón topase con ese alcázar, que le vea yo comido de perros, que así nos trae corridos y asendereados.
El haberse detenido Sancho con Ricote no le dio lugar a que aquel día llegase al castillo del duque, puesto que llegó media legua dél, donde le tomó la noche, algo escura y cerrada, pero, como era verano, no le dio mucha pesadumbre, y así, se apartó del camino con intención de esperar la mañana, y quiso su corta y desventurada suerte que, buscando lugar donde mejor acomodarse, cayeron él y el rucio en una honda y escurísima sima que entre unos edificios muy antiguos estaba, y al tiempo del caer, se encomendó a Dios de todo corazón, pensando que no había de parar hasta el profundo de los abismos.

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