Ejemplos con echándola

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su vicioso insulto de su hija adolescente culminó con él echándola de casa cuando tenía diecisiete años.
La pobre muchacha componía el gesto al entrar en la barraca, y a las preguntas de su madre, inquieta, contestaba echándola de valerosa y afirmando que había llegado con unas compañeras.
En aquella botica concurrían: Venegas, espíritu fuerte, liberal de la nueva echada, republicano incipiente, muy enconado contra el malaventurado ensayo imperial, Jacinto Ocaña, monarquista hasta la médula de los huesos, que siempre que hablaba de Maximiliano, se descubría respetuosamente, y que a cada instante trababa disputas con Venegas, sacando a bailar la Saratoga y el Tratado Mac-Lane, el doctor don Crisanto Sarmiento, retrógrado por los cuatro costados, que vivía suspirando por el régimen colonial, que se hacía lenguas de Revillagigedo, que de buena gana viera restablecido en México el Santo Tribunal de la Fe, y que cuando alguno hablaba de la Independencia, decía, echándola de agudo:.
-¿Por qué? -dijo Genara poniendo su alma en las yemas de los dedos y echándola a la calle-.
Después entre Juanita la lañadora, las niñas de al lado y yo, cogimos una cómoda y echándola a la calle aplastamos a uno.
El mismo, echándola de cortés, sirvió del dulcísimo brebaje con su propia mano a doña Rosa y doña Juana, y habría servido a las demás señoras si Cocco y Meneses, modelos de cortesía, no se le anticipan y le ahorran el trabajo.
Llegó el Interés con las figuras de su valía, y, echándola una gran cadena de oro al cuello, mostraron prenderla, rendirla y cautivarla, lo cual visto por el Amor y sus valedores, hicieron ademán de quitársela, y todas las demostraciones que hacían eran al son de los tamborinos, bailando y danzando concertadamente.
Y cuando los dolientes echándola de rumbosos añadían algunos realejos sobre el precio de tarifa, entonces las doloridas estaban también obligadas a hacer algo de extraordinario, y este algo era acompañar el llanto con patatuses, convulsiones epilépticas y repelones.
El Capitán se puso más colorado que una amapola, pero aún sacó fuerzas de flaqueza, y exclamó, echándola de muy furioso:.
acostumbrará a subir de suyo para arriba, aunque mil veces uno la avece echándola.
Aparecíansele también en su delirio la casa de la adivina, y su amiga, y un millar de barajas dispersas, y un señor que la echaba onzas y más onzas sobre el delantal, y el delantal se llenaba de ellas, y caían después por el suelo y nunca acababan de caer, y veía culebras que se convertían en vacas y subían por la Cuesta del Hospital detrás de doña Rosaura, que iba vestida de escajos y tenía cabeza de raposa y cola de lagarto, después asomaba un señor por una bocacalle, daba un silbido, se espantaban las vacas y la corneaban a ella, que salía de un portal muy largo, muy largo, muy largo, con vestido de merino de lana y botas de charol, después se quería levantar, y venía su padre con un garrote lleno de nudos y la molía las costillas, luego pasaba la adivina sorbiendo tabaco y royendo un mendrugo, y se comía a su padre de un bocado, y le daba un beso a ella, y de aquel beso salían barajas, barajas, barajas y muchísimas botas de charol que recogía en la falda del vestido, después se ponía a probárselas encima del campanario de su lugar, bajo el cual estaba su rendido novio echándola una copla al son de la bandurria y llorando al mismo tiempo a moco tendido.
-¡Fuera de aquí! -bufó el médico cogiéndola por un brazo y echándola a la calle- ¡Fuera de aquí, alcahueta indecente! ¡Fuera de aquí!.
-¡No, qué camisa! -gritó Petronio echándola los brazos sobre los hombros.
La yaguanesa, queriéndose caer, se atravesó, pero el Moro seguía echándola por delante con el impulso de la corrida.
El gobernador, echándola de autoridad, dijo que siendo el punto contencioso, ahí estaba él para tomar posesión del tesoro en nombre del rey.
El Señor, que leía en el pensamiento de los humanos como en libro abierto, leyó esto en el espíritu de su apóstol, y en vez de reiterarle la orden echándola de jefe y decirle al muy zamacuco y plebeyote pescador de anchovetas que por agacharse no se le había de caer ninguna venera, prefirió inclinarse él mismo, recoger la herradura y guardarla entre la manga.
Y al leer esto, no me venga alguno echándola de malicioso y trayendo a la memoria el cuento de que en una nave de cierta iglesia pedía un lego limosna para los huerfanitos, a la vez que en la opuesta hacía otro igual petitorio para reparaciones del templo.
Exhalando un suspiro, volvió pies atrás, se ciñó el velo y tomó a buen paso el camino de la ciudad, impulsada por el temor de que su padre y su hermana estarían vueltos locos echándola de menos.
Y don Juan solía contestarle, echándola de magnánimo:.
La afluencia de estos desgraciados era tal que la barbacana estaba atestada de gentes a cual más deseosas de abalanzarse a la puerta del castillo, y echándola al suelo, entrar a saco a degüello aquellos cobardes guerreros.
Al verla expuesta a quedarse en el buque hasta al vuelta del bote, que no sería en menos de tres cuartos de hora, corrió a la joven amiga de su mujer, a quien estimaba como a hija propia y, echándola en cara su tardanza, entre él y el oficial la tomaron en brazos y, valiéndose de la subida del cutter en la cresta de una ola, la dejaron caer en él sobre las espaldas de uno de los remeros.
-Sí, porque siempre tuviste demasiado entusiasmo por la Escritura, y has pasado parte de tu vida comentándola y ahondando en ella, buscándole sus secretos, sus más impenetrables misterios, es decir, echándola a perder.
Los acreedores se acercaban al muerto, que tenía casi cubierta su cara con la capucha, y perdida la esperanza de cobrar, echándola de generosos, aunque deseando ardiese en los infiernos, exclamaban:.
-¡Naturalmente! -dijo echándola de sagaz el cronista, satisfecho de que Felipe no le increpase-.
Y aquí, no sólo la vista iba quitando continuamente algo del asombro, sino que con las amenazas y la insufrible altanería de los bárbaros la ira les encendía y abrasaba los ánimos, por cuanto los enemigos, no contentos con atropellar y asolar cuanto había alrededor, acometían a veces el campamento con grande arrojo y desvergüenza, tanto, que se dio a Mario cuenta de estas voces y quejas de los soldados: “¿Por qué cobardía nuestra nos castiga Mario prohibiéndonos con llaves y porteros como a unas mujeres el venir a las manos con los enemigos? Ea, pues, echándola de hombres libres, preguntémosle si es que espera otros que vengan a pelear por la Italia, y de nosotros piensa valerse siempre como de unos criados cuando haya que abrir canales, que quitar barro y que mudar el curso de algún río, pues parece que para estas cosas nos ejercita con continuas fatigas, y que éstas son las obras consulares de que piensa hacer a su vuelta ostentación ante los ciudadanos.
Maravilláronse, pues, los Romanos de Aníbal que, habiendo sido el primero en tomar posiciones, no había ocupado aquel lugar, sino que lo había dejado a los enemigos, y es que, no obstante haberle parecido a propósito para acampar, lo juzgó más propio para poner celadas, y, prefiriendo el destinarlo a este objeto, sembró de tiradores y lanceros la espesura y las cañadas, persuadido de que la disposición del terreno atraería a los Romanos: esperanza que no le salió vana, porque al momento se movió en el ejército romano la conversación de que era preciso ocupar aquel puesto, y echándola de generales anunciaban que serían muy superiores a los enemigos fijando allí su campo o fortificando aquella altura.
Había acudido a varias vizcacheras, pidiendo ayuda para rehacer su cueva, prometiendo pagar poco a poco el trabajo de las compañeras que vinieran en su auxilio, pero, al verla tan pobre, todas le cerraron la puerta, echándola a pasear, en muchas partes, con palabras de desprecio.
Del mencionado cáñamo toman, pues, la semilla los escitas impuros y contaminados por algún entierro, echándola a puñados encima de las piedras penetradas del fuego, y metidos ellos allá dentro de su estufa.
No ignoro que algunos griegos, echándola de físicos insignes, discurrieron tres explicaciones de los fenómenos del Nilo, dos de las cuales creo más dignas de apuntarse que de ser explanadas y discutidas.
No consiguiendo nada, tomó la red barredera, y echándola al mar, cogió con ella una muchedumbre de peces, los cuales, cuando estuvieron sobre la playa, empezaron a saltar según su costumbre.

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