Ejemplos con echó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El sapo desnuda el tetraedro , Belarmino se oprimió las sienes con las manos, echó hacia atrás la cabeza, sacudiéndola con insensato y contenido entusiasmo, y murmuró entre dientes, mordiendo las palabras: ¡Qué razón tiene! ¡Qué razón tiene!.
Se echó a reír, volviéndose a mirarme.
El señor Colignon echó de ver, aunque ignorase la causa, que Belarmino le hablaba más en cristiano, y así se lo declaró una tarde.
Entonces fué cuando Peñascales perdió la serenidad y se echó de bruces en el agitado mar de la política.
Al ver tan loca intemperancia, Julieta, por toda respuesta, miró a su madre con un gesto que daba la medida exacta de la capacidad de doña Juana, lanzó otra ojeada no menos expresiva ni más lisonjera a su padre, y salió del gabinete para encerrarse en el suyo, en el cual devoró en silencio muchas lágrimas de ira, y tal vez echó los cimientos de algún propósito rebelde.
Hecho el primer estudio del terreno por medio de estos y otros datos parecidos y no más lisonjeros, oído el dictamen del centro electoral, y corridos los indispensables propios con las necesarias cartas e instrucciones, arregló don Simón la maleta, rellenó todos sus huecos con cigarros del estanco, vistióse un traje coquetón de camino, hecho , adornó las manos con sus sortijas más voluminosas, echó sobre el pescuezo la cadena más larga, más gorda, más relumbrante de cuantas tenía, y cabalgando en un rocín de mal pelo, pero de mucha resistencia, partió de la ciudad al amanecer de un día, quince antes del en que habían de dar comienzo las elecciones.
Viéndose en el camino, a cierta distancia de la taberna, echó a correr, y cerca ya de su barraca arrojó en una acequia el pesado taburete, mirando con horror las manchas negruzcas de la sangre ya seca.
Y del primer empujón la echó fuera de la cama.
Y dominado por súbito terror, echó a correr, buscando a través de los campos el camino que conducía a su barraca.
Hasta se echó varias veces la escopeta a la cara, queriendo disparar los dos tiros contra las ventanillas de la , deteniéndole únicamente el miedo a quedar desarmado.
Lo dijo aproximándose a ella hasta lanzarle su aliento a la cara, brillándole los ojos como si por ellos se le saliera toda la verdad, y después de esto, arrepentido otra vez, miedoso, aterrado por sus palabras, echó a correr como un niño.
Y el pastor llamó a su rebaño, le hizo emprender la marcha por el camino, y antes de alejarse se echó la manta atrás, alzando sus descarnados brazos, y con cierta entonación de hechicero que augura el porvenir o de profeta que husmea la ruina, le gritó a Batiste:.
De repente, el labriego, dominado por el terror, echó a correr, como si temiera que el riachuelo de sangre le ahogase al desbordarse.
Allí se arrodilló, se echó sobre el vientre, para espiar por entre las cañas como un beduíno al acecho, y pasados algunos minutos volvió a correr, perdiéndose en aquel dédalo de sendas, cada una de las cuales conducía a una barraca, a un campo donde se encorvaban los hombres haciendo brillar en el aire su azadón como un relámpago de acero.
De un salto puso recta su pesada y musculosa humanidad, y echó a correr sin aguardar más explicaciones.
El buen viejo, trémulo de emoción, arrasados en lágrimas los ojos, me echó los brazos.
Pálido, sudoroso, hablando y gesticulando como un sonámbulo, casi echó a correr sin despedirse de la familia.
El primero, muy orondo y gravedoso, con vestido negro y sombrero de seda, dejando ver entre las solapas de la levita voluminoso papasal, el segundo no se echó encima el fondo del baúl, iba con el traje diario, pero aseado y limpio, y fingía una modestia verdaderamente angelical.
Se echó en mis brazos, y reclinó su cabeza sobre la mía.
El otro día me echó una loa que ni aquellas con que los inditos te hicieron reir tanto en la fiesta de Xochiapan.
En aquel retiro fué hasta oí último día dechado de patriotas, modelo de firmeza política, y allí murió, como Napoleón, de una enfermedad hepática, despreciando a los villaverdinos, y burlándose de sus antiguos partidarios,a quienes atribuía el fracaso que le echó por tierra,y siendo objeto de la incondicional admiración de todos sus paisanos.
Dios, al fin, apreciando los méritos de aquella heroína, que ni un punto se apartaba de su puesto en el combate social, echó una mirada de benevolencia sobre el muestrario y después lo bendijo.
Hablamos cuatro palabras nada más, y volví y me colé en la casa, y me hice amigo de la tía y hablamos, y una tarde salió el picador de entre un montón de banastas donde estaba durmiendo la siesta, todo lleno de plumas, y llegándose a mí me echó la zarpa, quiero decir, que me dio la manaza y yo se la tomé, y me convidó a unas copas, y acepté y bebimos.
Juanito miró fijamente a su mujer, y después se echó a reír.
Ya estaban las cabezas sobre las almohadas, cuando Santa Cruz echó perezoso de su boca estas palabras:.
Jacinta fue hacia él, le echó los brazos al cuello y le arrulló como se arrulla a los niños cuando se les quiere dormir.
Cuando se vieron libres de él, Santa Cruz le echó mil pestes, y dijo que algún día había de tener ocasión de darle el que se tenía ganadas.
Jacinta no quería que se le quedara en el alma una idea que tenía, y a la primera ocasión la echó fuera de sí.
Arreció la lluvia, y el absorbedero deglutaba ya una onda gruesa que hacía gargarismos y bascas al chocar con las paredes de aquel gaznate Jacinta echó a correr hacia la casa y subió.
Tardó un rato en darse cuenta de dónde estaba y de los disparates que había soñado, y se echó mano al pecho con un movimiento de pudor y miedo.

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