Ejemplos con dándole

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su erudición, disparatada y pintoresca, la había adquirido oralmente, como los griegos, bajo los pórticos compostelanos, entre estudiantes, gente ociosa y pícara, quienes, lo declaro con rubor, por reírse de él, dándole pábulo a su manía, le abarrotaban la cabeza con noticias y noticiones históricos y literarios, unos ciertos, otros inventados.
Apolonio valoró clarividentemente el suceso como un triunfo de Belarmino, pero dándole proporciones desmedidas.
En seguida se la puso en la mano al tabernero, que se quedó mirándola, como distraído, y dándole vueltas.
Belarmino besó a su hija con ternura y largueza Luego se la encomendó al aprendiz, dándole de paso una moneda de cinco céntimos:
Ha habido que renunciar a las prácticas del catolicismo español antiguo, sano, francote y serio: un catolicismo como si dijéramos de panllevar, para atraer a la gente, dándole cantos bonitos en lengua común.
Pero el valentón sonreía bondadosamente, satisfecho de mostrarse prudente y paternal con este viejo rabioso, y así fué conduciéndole hasta su barraca, donde quedaron él y los amigos vigilándolo, dándole consejos para que no cometiese un disparate.
Allí estaba él, ayudando a su amo, dándole pedazos de carnero desollado y espantando las nubes de moscas que cubrían la carne.
Y la viuda, al llegar a esta conclusión, le miraba fijamente, dándole a entender que en él estaba la solución.
Había llegado frente a San Juan, y su mirada, cada vez más indecisa y obscura, se fijó en la célebre veleta, en el pajarraco que doraba el sol, dándole el brillo de un ave del Paraíso.
Primero, los moros, en los ruidosos con que solemnizaban sus festividades, gozaban en hacer grandes hogueras, los cristianos adoptaron después esta costumbre, como muchas otras, lentamente, el número de fue limitándose en el año, hasta quedar las de San José, que hacían los carpinteros para solemnizar la fiesta de su patrón y la llegada del buen tiempo, en el que ya no se trabaja de noche, hasta que por fin, el espíritu innovador del siglo hermoseó la , dándole un aspecto artístico, encerrando el montón de esteras y trastos viejos entre cuatro bastidores pintados y colocando encima monigotes ridículos para regocijo de la multitud.
Era alto, enjuto, desgarbadote y algo cargado de espaldas, la barba espesa y crespa se le comía gran parte del rostro, dándole un aspecto terrorífico de bandido de melodrama, pero no era más que un antifaz, pues examinándolo bien, bajo la máscara de pelo veíase la cara sonrosada e inocente de un ruño, la mirada tímida y la sonrisa bondadosa de esos seres detenidos en la mitad de su crecimiento moral, que aunque mueran viejos son débiles y blandos, faltos de voluntad, incapaces de vivir sin el calor que presta el cariño.
Le escribió inmediatamente, dándole la fatal noticia, pero la carta no llegó a sus manos.
La anciana se levantaba para ir a sus quehaceres, y al pasar detrás de nosotros se detenía y nos acariciaba, a mí, estrechando mi frente entre sus manos, a ella, dándole una palmadita en cada mejilla.
Véase por dónde yo le podría ayudar a su obra, dándole media docena de llaves viejas que tengo aquí.
No le dejaba en su testamento más que algunos regalitos, llamándola , pero, por medio de un agente de Bolsa muy discreto, se hizo una operación en que la chulita figuraba como compradora de cierta cantidad de acciones del Banco, dándole además, de mano a mano, algunas cantidades en billetes.
Le escribía algunas cartitas, reiterándole sus consejos y dándole otros nuevos para el día ya próximo en que la reconciliación debía efectuarse.
Poco mal y bien quejadoafirmó el otro Rubín, dándole palmadas en el hombro.
El plan más prudente era tomar otro cuarto y despedir luego a Patricia, dándole una buena propina para que se callara.
Despidiéronla con sentimiento de verla salir, pero dándole parabienes por su boda y el buen fin que su reclusión había tenido.
Mauricia creía que estaba ya bastante iluminada, porque la excitación encendía sus ideas dándole un cierto entusiasmo, y después de hacer un poco de ejercicio corporal colgándose de la reja, porque sus miembros apetecían estirarse, se puso a rezar con toda la devoción de que era capaz, luchando con las varias distracciones que llevaban su mente de un lado para otro, y por fin se quedó dormida sobre el duro lecho de tablas.
El quinqué de la cocina con el tubo ahumado y sin pantalla, iluminaba la cara gitanesca de la criada, dándole un tono de bronce rojizo, y la cara pálida y serosa del señorito con sus ojeras violadas y sus granulaciones alrededor de los labios.
Este solía ser el periodo culminante de la disputa, que concluía dándole la señora a su sirviente una gran bofetada y rompiendo la otra a llorar Los disparates seguían, y al servir la mesa ponía los platos sobre ella sin considerar que no eran de hierro.
Quitose también las medias y echó a correr detrás del gato, cogiéndolo por el rabo y dándole muchas vueltas Por eso estaba tan mal humorado el pobre animalito Luego se había subido a la mesa del comedor para pegarle un palo a la lámpara ¡Ay, qué rico!.
Entre dientes le cantaba una canción de adormidera, dándole palmadas en la espalda.
Cuando él gemía o respiraba muy fuerte, le arrullaba dándole suaves palmadas en la espalda, y por no apartar sus manos de aquella obligación, siempre que quería saber si sudaba o no, acercaba su nariz o su mejilla a la frente de él.
Si es todo un caballero formal declaró la señorita dándole un beso en su cara sucia que aún olía a la endiablada pintura.
La vida inquieta, las súbitas apariciones y desapariciones que hacía, y el haber estado en algunas temporadillas rodearon de misterio su vida, dándole una reputación deplorable.
Ella había heredado la aplicación de la palabreja, que ya le disgustaba por ser como desecho de una pasión anterior, un vestido o alhaja ensuciados por el uso, y expresó su disgusto dándole al pícaro de Juanito una bofetada, que para ser de mujer y en broma resonó bastante.
Entonces le ocurrió un lance desagradable del cual se acordó y avergonzó toda su vida, y fue que el pillete del sobrinito, confabulado con sus amigotes, logró embriagarle, dándole subrepticiamente un Chinchón capaz de marear a una piedra.
Senquá modificó el estilo de Ayún, dándole más amplitud, variando más los tonos, haciendo, en fin, de aquellas sonatas graciosas, poéticas y elegantes, sinfonías poderosas con derroche de vida, combinaciones nuevas y atrevimientos admirables.

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