Ejemplos con durezas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al tratar de establecer escalas de durezas con valores absolutos y más exactos se crearon otros métodos y escalas que por lo general adoptaron el nombre de su creador.
La escultura egipcia se realizaba en diversos materiales de diferentes durezas y texturas, con acabados pulidos y generalmente coloreados.
Por su poder vesicante se recomienda en el tratamiento de verrugas y durezas de la piel.
Se dejan caer y empiezan a oscilar, como son diferentes materiales tienen diferentes durezas, luego hay una descompensación de oscilaciones, cuando las oscilaciones coinciden de nuevo se mide el tiempo que han tardado en coincidir y luego con ese tiempo se traduce a la dureza correspondiente.
Se usan como amortiguadores y los hay de durezas distintas, según el firme y el tipo de conducción.
No la arredraban ciertos despegos, ciertas durezas inexplicables de Miranda, servíale piadosa y filialmente, hablábale con dulzura, hacíale ella misma los remedios y le vendaba el pie lastimado, con la devoción con que vestiría a una santa imagen.
Los de más edad seguían con la cabeza baja, entre incrédulos y aterrados, dudando de que esta orden pudiese ser cierta pero dudando igualmente de que todo fuese una burla, habituados a durezas y castigos en los buques que les habían servido de refugio.
Era tal vez una caricia irreal, imaginada más bien que sentida, pero idéntica a otras que perduraban en su recuerdo Además, el mismo roce de curvas armoniosas al marchar, igual encontrón con unas durezas de contacto fulminante.
Crece en cualquier sitio, y es tan modesta y tan exorable, que aun las mismas durezas y tumefacciones de los hombres ablanda.
Pero ¿qué te hago yo que explique esas durezas tuyas de carácter, para mí que vengo a ti como viene el sediento a un vaso de ternuras? Más cariño no puedes desear.
Daba vueltas a un lado y otro, y rascándose contra las durezas del suelo, volvían sus reflexiones a distraerle del acerbo picor.
Y en efecto, en el terreno, repujado de pequeñas eminencias que contrastaban con la lisa planicie del atrio, advertía a veces el pie durezas de ataúdes mal cubiertos y blanduras y molicies que infundían grima y espanto, como si se pisaran miembros flácidos de cadáver.
Diciendo esto, arreglaba las ropas del lecho, acomodaba en las almohadas la venerable y hermosa cabeza de Santorcaz, destruía los dobleces y durezas que pudieran incomodarle, todo con tanto cariño, solicitud, bondad y dulzura, que yo estaba encantado de lo que veía.
Tendime sobre aquellas durezas y en buena parte de la noche no pude conciliar el sueño, de tal modo se había encajado dentro de mi cerebro la extraña señora inglesa, con su caída, sus desmayos, su té y su acabada hermosura.
Y aunque por tanto había sentido las durezas de aquel pene y sus exactos y mismos movimientos en pos de una eyaculación que sentía humedecer tibiamente sus interiores, ella se imaginaba la noche placentera del bulto aquel visto discretamente como siempre, que casi se le trasparentaba en los ajustados pantalones de moda, casi mallas, del objeto oculto de su pasión.
Solía ayudarle en la empresa, aunque recargando el auxilio con durezas y groserías jamás merecidas de un hombre tan inofensivo en su conversación como don Lesmes, la tercera capacidad del pueblo, ya que no le fuera por el entendimiento, por la profesión que en él ejercía, aunque también a medias, como el boticario la suya.
::¡Primavera! ¡Tus flores, al abrirse al lado de la muy amada, curan en mi alma las durezas pasadas, los dolores de la suerte ciega! ¡Oh primavera, tus flores en la pradera!.
Prueba de ello es que cuando Verónica llegó a la edad de los celos y de las envidias, y tuvo razón bastante para distinguir los halagos de las durezas, no echó de menos los extremados mimos que se le prodigaban a todas horas a su hermano, criatura de lo más encanijado, llorón y cascarrabias que hubo venido nunca al mundo.
-¡Injusta! Y ahora, en castigo de tus durezas, mándala venir para que yo la dé un beso.
-El caso tuyo -insistió don Santiago, queriendo atenuar el efecto causado en el hijo por las durezas de la madre-, no es para resuelto en cuatro palabras en un momento de fiebre como la que te abrasa ahora, hijo mío, de pies a cabeza: es para meditado en frío y con calma.
Al mismo tiempo cerró la puerta, porque aquellas durezas de su madre, mal de su grado, ahondaban demasiado en el abismo que él tenía ya a medio llenar.
»Mientras lloraba, con la frente apoyada sobre mi pecho, yo la hablaba dulcemente al oído, y el corazón me iba diciendo que las durezas se ablandaban y que el torrente se desbordaría.
No engrases cada tarde lubricando tus durezas.
En aquella buena compañía, aunque yo no hubiese robado la despensa, me habría encontrado en una posición falsa, y no porque me viese oprimido por un ángulo agudo de la mesa, que se me clavaba en el pecho, y el codo del tío Pumblechook en mi ojo, ni porque se me prohibiera hablar, cosa que no deseaba, así como tampoco porque se me obsequiara con las patas llenas de durezas de los pollos o con las partes menos apetitosas del cerdo, aquellas de las que el animal, cuando estaba vivo, no tenía razón alguna para envanecerse.
En obsequio de la brevedad, nos parece justo suprimir todo esto, limitándonos a afirmar que Respetilla no había leído libro alguno socialista, fatalista ni determinista moderno, y que era eco de las ideas vulgares, más rancias y castizas, cuando disculpaba a Joselito de sus crímenes, atribuyéndolo todo al sino y al pícaro mundo, esto es, a la organización fatal del individuo y a las faltas, vicios y durezas de la sociedad en que vive.
-Hace tiempo que lo he dicho: el Padre Andrés me ha estado amonestando en las confesiones que ponga mis ojos en don Antonio: que Dios y mis padres me lo destinan para señor de mi alma y de mi vida, y tú sabes las durezas de que ha sido víctima mi primo Manuel.
En estos casos se transfigura y pierde la memoria de las cosas sencillas y ordinarias del mundo, porque lo posee de pies a cabeza el demonio del imperio con todas sus durezas y vanidades.
Con la punta de su navaja reconoce durezas, discierne el cartílago del hueso y aparta tegumentos y músculos.
Había exploraciones de que en otro lugar se espantaría el recato, curioso de durezas para distinguir lo muscular de lo adiposo, y, como en el mercado de caballos, se decía veamos los dientes, y se observaba el aire, la andadura, el alzar y mover las patas.
Pero ¿qué te hago yo que explique esas durezas tuyas de carácter, para mí que vengo a ti como viene el sediento a un vaso de ternuras? Más cariño no puedes desear.

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