Ejemplos con doloroso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Creo que la razón de que en los matrimonios españoles no se acate lo debido a la mujer estriba en que es uso entre comadrones y comadronas impeler y aun constreñir al padre a que permanezca fuera del recinto en donde se verifica el doloroso misterio.
Alcancé el ápice doloroso de este estado de espíritu cuando cursaba el quinto año de seminario y primero de filosofía.
Pero Ana se iba al cielo: Ana, que jamás hubiera puesto a aquel turbulento mancebo de señor de su alma apacible, como un palacio de nácar, pero que, por esa fatal perversión que atrae a los espíritus desemejantes, no había visto sin un doloroso interés y una turbación primaveral, aquella rica hermosura de hombre, airosa y firme, puesta por la naturaleza como vestidura a un alma escasa, tal como suelen algunos cantantes transportar a inefables deliquios y etéreas esferas a sus oyentes, con la expresión en notas querellosas y cristalinas, blancas como las palomas o agudas como puñales, de pasiones que sus espíritus burdos son incapaces de entender ni de sentir.
Un imprudente dijo esto sin darse cuenta del valor de sus palabras, y se hizo un silencio doloroso, como en la alcoba de un enfermo cuando se pone al descubierto la parte dañada.
Diógenes dio una gran voz, un grito doloroso, como si acabara de pronunciar una blasfemia, quiso arrojarse de la cama, incorporarse siquiera, y le faltaron las fuerzas, cayendo pesadamente, levantando los brazos, agitando las manos, lanzando bramidos ininteligibles, extraños balbuceos que parecían retratar la emoción de una fiera agonizando en su caverna.
Al poco rato nuevos gritos sacaron a Batiste de su doloroso estupor.
Raro duelo, en verdad, sin padrinos, sin testigos, sin nadie que haya sabido jamás de él sino aquel doloroso resultado.
La más joven contemplaba fijamente, con estupor doloroso, la alborotada barba del cadáver.
Y partiendo de esta idea, volvía a la misma cien y cien veces, describiendo el doloroso círculo.
Vamos, que semejante idea le aterraba! En tal caso no tenía más remedio que volverse él santito también, dedicarse a la Iglesia y hacerse cura ¡Jesús qué disparate! ¡Cura!, ¿y para qué? De vuelta en vuelta, su mente llegó a un torbellino doloroso en el cual no tuvo ya más remedio que ahogar las ideas, para librarse del tormento que le ocasionaban.
Y mirando con extraviados ojos al techo, parecía entregarse al doloroso trabajo de recordar, cazando las ideas como si fueran moscas.
Cierto que esta devolución era para ella un trance doloroso, algo como la separación de un hijo que se va a la guerra a que le maten, pues aquel , entregado a su dueño, pronto se perdería en el desorden y los vicios.
En medio de su doloroso vértigo oyó una voz que le pareció resonante como toque de clarín.
Hermano demonio, que no es posible que dejes de serlo, pues has tenido valor y fuerzas para sujetar las mías, ruégote que hagamos treguas, no más de por una hora, porque el doloroso son de aquella trompeta que a nuestros oídos llega me parece que a alguna nueva aventura me llama.
Y el portero infernal de los tres rostros, con otras mil quimeras y mil monstros, lleven el doloroso contrapunto, que otra pompa mejor no me parece que la merece un amador difunto.
Ya en esto llegaron todos los de la compañía de don Quijote adonde él estaba, y más los de la procesión, que los vieron venir corriendo, y con ellos los cuadrilleros con sus ballestas, temieron algún mal suceso, y hiciéronse todos un remolino alrededor de la imagen, y, alzados los capirotes, empuñando las diciplinas, y los clérigos los ciriales, esperaban el asalto con determinación de defenderse, y aun ofender, si pudiesen, a sus acometedores, pero la fortuna lo hizo mejor que se pensaba, porque Sancho no hizo otra cosa que arrojarse sobre el cuerpo de su señor, haciendo sobre él el más doloroso y risueño llanto del mundo, creyendo que estaba muerto.
Duró la batalla casi media hora, saliéronse las fantasmas, recogió doña Rodríguez sus faldas, y, gimiendo su desgracia, se salió por la puerta afuera, sin decir palabra a don Quijote, el cual, doloroso y pellizcado, confuso y pensativo, se quedó solo, donde le dejaremos deseoso de saber quién había sido el perverso encantador que tal le había puesto.

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