Ejemplos con dineral

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pues le aseguro a usted, doña Regustiana, que por bien empleado dábamos el dineral que nos costaba, al ver cómo todo aquel señorío tan principal se lo iba envasando al cuerpo sin más ni más.
La madera costó un dineral, porque los caprichos de los presos se pagaban.
¡Lo que varían los tiempos! La buena de doña Catalina se había gastado un dineral en fabricar una joya para su pedacito de cogulla, sin sospechar siquiera que había de ahorrarle a ella el gastarlo en.
Acisclo, cuando mozo, había llevado al hombro en las procesiones durante muchos años, porque había sido y era aún , aunque jubilado, y aún se vestía de , para ir en la procesión como hermano mayor delante de la Cena, con una túnica de rica seda morada que había costado un dineral, pero entonces no llevaba la cruz, sino una pértiga reluciente, signo de autoridad y mando.
Sólo el pedernal de los cimientos y la berroqueña de la escalera valen un dineral.
En mi familia está el ejemplo: la Condesa de Astorgüela, que es una parienta nuestra lejana, tiene oratorio en su casa, gasta un dineral en cosas de iglesia y, a sus hermanos, que están casi en la miseria, no quiere darles una peseta.
La botica se lleva un dineral, es necesario gastar menos en todo lo demás.
Mientras el secretario cabildeaba con la primera autoridad civil de la provincia, Barbacana daba audiencia al Arcipreste de Loiro, que había querido ir en persona a tomar noticias de cómo andaban los negocios por Cebre, y se arrellanaba en el despacho del abogado, sorbiendo, por de plata, polvos de un rapé Macuba, que acaso nadie gastaba ya sino él en toda Galicia, y que le traían de contrabando, con gran misterio y cobrándole un dineral.
—Por lo demas, nuestra heroína seguia en apariencia lo mismo que siempre, serena, impasible, callada en todo lo relativo a Manuel, afectuosísima y zalamera con el embobado don Elías, acompañándolo a la iglesia y a paseo, gastándole cada año un dineral en vestidos y joyas, y contestando con frias sonrisas de lástima a los jóvenes que osaban dirigirle alguna galantería.
¡lástima de guante, que costó un dineral en el Rastro! ¿Pues y la casaca? Ya tengo costura para tres días.
De París ha venido en una caja con mucho papel picado, como las que recibía Valeria con aquellas lámparas elegantísimas y aquella loza de Sevres, que me costaban un dineral.
Me ha costado un dineral.
Las jóvenes formaron de dos en fondo, regazaron sus largas colas, y echaron a andar calle abajo, volviéndose, de vez en cuando para remirarse y dejar ver unas botitas de última importación, lo más lindo imaginable, pero que costarían un dineral.
-¡Y decir a Dios -pensó-, que por estos cuatro colgajos se habrá pagado un dineral!.
Total, que pude convencerlo y el hombre ha cumplío corno quien es, y aquí tengo yo un dineral metío en mi faltriquera.
-¿Libres? ¡ah! ¿hijos míos, y quién me paga a mí el viaje de cada uno de vosotros, que me cuesta un dineral? ¡Libres! nadie lo es en este mundo, en donde, más o menos, todos dependemos los unos de los otros.
Pero el escándalo de don Santos el de los Cristos, como le llamaban, dos o tres rasgos de despotismo en la curia eclesiástica, el dineral que costaba casarse -como si antes no costara lo mismo- y las acciones del Banco, volvieron a encender los odios, y esta vez se habló de colgar al Provisor y demás clerigalla.
-«Sí, señor, un dineral, pero lo peor no es que usted nos arruine, sino que se arruina también, y lo sabe el mundo y esto es en desprestigio de la Iglesia.
-«Yo no sé lo que debo ya a tu madre, Fermín, ¿debe de ser un dineral?».
La ópera, la ópera era el delirio de aquellos escribanos y concejales: pagaban un dineral por oír un cuarteto que a ellos se les antojaba contratado en el cielo y que sonaba como sillas y mesas arrastradas por el suelo con motivo de un desestero.
Se guardaría, desde luego, de decirle la verdad, de confesarse fundido, le mentiría, la engañaría: estaba ganando un dineral, una fortuna, era precisamente con el fin de no dejar pasar una espléndida ocasión, una verdadera pichincha que se le presentaba, que necesitaba el empleo inmediato de mayores capitales.
¿es posible que a otra cosa se pueda venir al campo? Sin contar lo que he dado en limosnas, pues esto bien empleado está, llevo gastado un dineral en propinas y en pagar, triple de lo que valían, ''regalos'' que estas gentes dieron en hacerme cuando corrió la voz de mi largueza.
Pero conocemos nuestra obligación, y con dos varas de tul y seis de percalina hacemos un traje que los que no lo entienden piensan que vale un dineral.
Asustábales, principalmente, el dineral que costaría todo aquello, y después el temor de que «por el visual que iba tomando la casona por adentro», se les cerraran la puerta y la cocina, teniéndolos en poco para darles entrada libre como antes.
-Le van a llevar a usted un dineral por lo que puede coger de balde otro día en el arenal: lo mejor será que compre usted en Santander esa peregrina que tanto desea.
-¡Qué tontería! ¡Sin duda está ya chocheando aquel mal hombre! ¿Querrás creer que me remite esta hoja de una Biblia en hebreo, para que yo busque algún judío que la compre, imaginándose el muy bobo que darán por ella un dineral? Al mismo tiempo.
Había llegado a tal extremo el terror de Reyes respecto a lo que debía a los Valcárcel, que nunca se tomaba el trabajo de sumar las cantidades que no había reintegrado a la caja, contando los siete mil reales del cura de la montaña, le parecía aquello un dineral.
A los dos meses de matrimonio Emma sintió que en ella se despertaba un intenso, poderosísimo cariño a todos los de su raza, vivos y muertos, se rodeó de parientes, hizo restaurar, por un dineral, multitud de cuadros viejos, retratos de sus antepasados, y, sin decirlo a nadie, se enamoró, a su vez, en secreto y también sin esperanza, del insigne D.
El tal Galeno, después de recetar, limitándose los cortos alcances que la Sociedad le permitía, respiraba recio, con cierta lástima desdeñosa, y daba a entender bien claramente que aquello podía ser la carabina de Ambrosio: que la verdadera salud estaba en tal y cual tratamiento, que costaba un dineral, pues entraban en él viajes, cambios de aire, baños, duchas, aparatos para respirar, para sentarse, para todo, brebajes reconstituyentes muy caros y de eso muy prolongado.
Metía en casa de los pobres el infierno de la ambición, el anhelo de aplacar el dolor con los remedios que a los ricos les costaban un dineral.

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