Ejemplos con detracciones

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Una duda ofensiva nos queda por desvanecer, ésta es una aclaración que nos pesará más que todo no poder hacer. Habrán creído muchos tal vez que un orgullo mal entendido, o una pasión inoportuna y dislocada de extranjerismo, han hecho nacer en nosotros una propensión a maldecir de nuestras cosas. Lejos de nosotros intención tan poco patriótica, esta duda sólo puede tener cabida en aquellos paisanos nuestros que, haciéndose peligrosa ilusión, tratan de persuadirse a sí mismos que marchamos al frente o al nivel, a lo menos, de la civilización del mundo, para los que tal crean no escribimos, porque tanto valiera hablar a sordos: para los españoles, empero, juiciosos, para quienes hemos escrito mal o bien nuestras páginas, para aquellos que, como nosotros, creen que los españoles son capaces de hacer lo que hacen los demás hombres, para los que piensan que el hombre es sólo lo que de él hacen la educación y el Gobierno, para los que pueden probarse a sí mismos esta eterna verdad con sólo considerar que las naciones que antiguamente eran hordas de bárbaros son en el día las que capitanean los progresos del mundo, para los que no olvidan que las ciencias, las artes y hasta las virtudes han pasado del oriente al occidente, del mediodía al norte, en una continua alternativa, lo cual prueba que el cielo no ha monopolizado en favor de ningún pueblo la pretendida felicidad y preponderancia tras que todos corremos, para éstos, pues, que están seguros de que nuestro bienestar y nuestra representación política no ha de depender de ningún talismán celeste, sino que ha de nacer, si nace algún día, de tejas abajo, y de nosotros mismos, para éstos haremos una reflexión que nos justificará plenamente a sus ojos de nuestras continuas detracciones, reflexión que podrá ser la clave de nuestras habladurías y la verdadera profesión de fe de nuestro bien entendido patriotismo. Los aduladores de los pueblos han sido siempre, como los aduladores de los grandes, sus más perjudiciales enemigos, ellos les han puesto una espesa venda en los ojos, y para usufructuar su flaqueza les han dicho: Lo sois todo. De esta torpe adulación ha nacido el loco orgullo que a muchos de nuestros compatriotas hace creer que nada tenemos que adelantar, ningún esfuerzo que emplear, ninguna envidia que tener. Ahora preguntamos al que de buena fe nos quiera responder: ¿Quién es mejor español? ¿El hipócrita que grita: «Todo lo sois, no deis un paso para ganar el premio de la carrera, porque vais delante», o el que sinceramente dice a sus compatriotas: «Aún os queda que andar, la meta está lejos, caminad más aprisa, si queréis ser los primeros»? Aquél les impide marchar hacia el bien, persuadiéndoles de que le tienen, el segundo mueve el único resorte capaz de hacerlos llegar a él tarde o temprano. ¿Quién, pues, de entrambos, desea más su felicidad? El último es el verdadero español, el último el único que camina en el sentido de nuestro buen gobierno. Y cuando una mano poderosa y benéfica de quien sabe mejor que los aduladores de las naciones lo que nos falta que andar, nos anima señalándonos gloriosos ejemplos, cuando una Reina ilustre y un Monarca bien intencionado tratan los primeros de llevarnos a la posible perfección, retardada, acaso, no por culpa de sus excelsos antecesores, sino tal vez por la sucesión de revoluciones desgraciadas que han afligido siempre nuestro país, en esta ocasión, ¿no se nos permitirá tampoco proclamar esta luminosa verdad, que un español fiel vierte en cooperación de los altos fines de sus Reyes? ¿No se nos permitirá tampoco rendir este postrer homenaje a la verdad?
traiciones, hurtos, homicidios, adulterios, invidias, injurias, detracciones y falsedades que.
Bien lejos estoy yo ni de intentarlo siquiera, pero abriré camino a los que vengan después, sin temor a las detracciones de los críticos amenos, ni de los impresionistas, ni de los trascendentales.

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