Ejemplos con desprecias

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Locura sublime! Locura de un mercachifle que acaso no realizara un poeta Si tú lo eres, Tristán, si tú puedes tranquilamente entregarte a la contemplación de la belleza y verter en las cuartillas tus ideas y tus sueños, lo debes a que tu padre hizo el sacrificio de sus ideas y de sus sueños para labrarte un capital Él también era un poeta, él también tenía talento Pero naciste tú y comprendiendo que su lira no podía darte de comer la arrojó lejos de sí y se puso a trabajar Agradece al , al , al , a esos prosaicos libros en blanco que tú desprecias el que puedas recrearte ahora con otros más amenos.
Rechazas el novio gordinflón, desprecias el curita hipócrita.
Si lo desprecias y sigues andando, te expones a no encontrar más que paisajes fantásticos, efecto de eso que llaman miraje.
¿Para qué te empeñas en cosas imposibles? ¿Por qué desprecias lo que tienes y buscas fantasmas vanos?.
Me han dicho que tú también la desprecias.
En fin, señor, lo que últimamente te digo es que, quieras o no quieras, yo soy tu esposa: testigos son tus palabras, que no han ni deben ser mentirosas, si ya es que te precias de aquello por que me desprecias, testigo será la firma que hiciste, y testigo el cielo, a quien tú llamaste por testigo de lo que me prometías.
-Pues bien, tienes razón, Mercedes, me haré marinero, dejaré el trabajo de nuestros padres que tú tanto desprecias, y me pondré un sombrero de suela, una camisa rayada y una chaqueta azul con anclas en los botones.
-Es decir, que me desprecias, y haces mal, ahora que te he encontrado, nada me impide ir bien vestido, puesto que conozco tu buen corazón, si tienes dos vestidos me darás uno, yo te daba antes mi ración de sopa y de albaricoques cuando tenías mucha hambre.
La humanidad entera se ha ocupado y se está ocupando de la religión, los legisladores la han mirado como el objeto de la más alta importancia, los sabios la han tomado por materia de sus más profundas meditaciones, los monumentos, los códigos, los escritos de las épocas que nos han precedido nos muestran de bulto este hecho que la experiencia cuida de confirmar, se ha discurrido y disputado inmensamente sobre la religión, las bibliotecas están atestadas de obras relativas a ella, y hasta en nuestros días la Prensa va dando otras a luz en número muy crecido, cuando, pues, viene el indiferente y dice: «Todo esto no merece la pena de ser examinado, yo juzgo sin oír: estos sabios son todos unos mentecatos, éstos legisladores, unos necios, la humanidad entera es una miserable ilusa, todos pierden lastimosamente el tiempo en cuestiones que nada importan», ¿no es digno de que esa humanidad, y esos sabios, y esos legisladores se levanten contra él, arrojen sobre su frente el borrón que él les ha echado y le digan a su vez: «¿Quién eres tú, que así nos insultas, que así desprecias los sentimientos más íntimos del corazón y todas las tradiciones de la humanidad, que así declaras frívolos lo que en toda la redondez de la tierra se reputa grave e importante? ¿Quién eres tú? ¿Has descubierto, por ventura, el secreto de no morir? Miserable montón de polvo, ¿olvidas que bien pronto te dispersará el viento? Débil criatura, ¿cuentas acaso con medios para cambiar tu destino en esa región que desconoces? La dicha o la desdicha, ¿son para ti indiferentes? Si existe ese juez, de quien no quieres ocuparte, ¿esperas que se dará por satisfecho si al llamarte a juicio le respondes: «¿Y a mi qué me importaban vuestros mandatos ni vuestra misma existencia?».
—¿Por qué desprecias esos escritos llenos de inmortales hazañas?.
Daniel, Daniel, ¿qué has hecho del amor inmenso de tus padres, qué de la santa Ley que te enseñaron desde la cuna, qué del recuerdo de tus venerables antepasados, en cuyo nombre han estado vinculados el amor y el prestigio que quedan a la raza judía? ¿Qué has hecho de esto, desgraciado? Hemos conservado hasta ahora al través de tantos siglos la dignidad de nuestra desgracia, hemos dado a todos los hebreos del mundo un ejemplo de constancia, de firmeza, de rectitud, en medio de los mil peligros por que ha pasado nuestro pueblo, y ahora, tú, el que parecía nacido para enaltecer más y más todavía nuestro nombre, ¡tú, mi hijo, el amado entre los amados, el predilecto de Dios y de los hombres, todo lo desprecias, todo lo pisoteas, tu nombre y tu familia, tu pobre raza sin patria, la Ley santa tan antigua como el mundo, esa Ley y esa tradición, Daniel, que existen desde que el primer hombre abrió sus ojos a la luz acabada de hacer.
-No os detengáis, señor, poneos en salvo con los vuestros, porque acaso, si desprecias este aviso, seáis víctimas del general estrago que va a ocurrir en este teatro de mis furores y de la justicia misma que en vuestro nombre ejerzo.
-Perdonad ese movimiento de enojo que me causaron vuestros últimos dicterios: yo os amo, Matilde, y no entiendo por qué capricho desprecias las ofertas de un hombre que os puede elevar sobre las más nobles damas de Aragón y de Castilla.
Estoy convencido de que tu espíritu superior desprecia el mundo, la vida, el fugaz encanto, que desprecias al banquero, y a la señora gorda, que me desprecias a mí.
Tantos buenos partidos que te rondan y los desprecias por estar esperando a tu famoso heroecito, para que luego, a lo mejor, vaya a salirte con la tontería que ya no te quiere o que es de los otros.
Dime que desprecias mi amor, el amor que aprobaba tu madre.
Sé que tú me desprecias, que no me amas,.
Coges el uniforme, desprecias al niño y te vas.

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