Ejemplos con despechado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En los pasillos de la FOX retumba aún su nombre como quién arrojó en los brazos de la escuálida Calista al despechado Harrison Ford.
Es el caso contrario al de Myra, protagonista de El secreto de Wilhelm Storitz, a la que un alquimista despechado convierte en invisible, quedando viva pero sin poder comunicarse con su amado.
Metamorfoseada en el Cerro Verde sufre el eterno rigor del norte, amante despechado, que con el auxilio del levante y el poniente, proveedores de arena le aísla de la tierra, intentando cubrirla con sus dunas.
Y esos rumores llegan también hasta el despechado Hugo de Viana, que decide retar en duelo a Ángel.
Hugo de Viana, el despechado pretendiente de Victoria , reta a duelo a Ángel.
Aún ilusionado con Victoria, descubre el compromiso de ésta con el Marqués y, despechado, propone matrimonio a Isabelita, que manipulada por Catalina, provoca que Hugo se gane el odio eterno de Gonzalo.
Manuel, despechado, la acosará sin descanso hasta provocar un vuelco que le cambiará la vida por completo.
El cuarteto obrero consiste , en canciones derivadas de la cumbia argentina con tematicas generalmente de amor, o de despecho hacia una mujer, mostrando una forma musical relativamente simple pero bien elaborada en temas que comienzan idolatrando a una mujer inicialmente, pero termina dandole una ensalada de insultos al final sumamente vulgares y dada la circunstancia muy chistosos a la mujer de la cual fue despechado.
Su padre adoptivo se quiere casar con ella, por lo que los dos jóvenes tienen que huir, recorriendo el país que se convulsiona por la guerra, sintiendo siempre en la espalda el aliento del padre, un hombre maduro y despechado, que les sigue allá donde van, intentando recuperar a la que iba a ser su esposa.
Al pasar Jaime ante él, sombrío y despechado, intentó retenerlo por un brazo.
Tristán, despechado, la guardó toda su vida oculta ojeriza.
Núñez siguió bromeando unos instantes, pero viendo que no lograba arrancarle una palabra, despechado, concluyó por imitarla y dejarse conducir hasta la casa.
Pues cómprales dulcesrespondió Jacobo despechado.
Casimiro a reales de Villabermeja, se puso a galantear a Nicolasa con la imprudencia y el ímpetu del despechado.
Mas él, ligero de cascos y soberbio, principió por creer que vencería su resistencia y acabó por darse por ofendido y retirarse despechado.
Quedó Leonora viuda, llorosa y rica, y cuando Loaysa esperaba que cumpliese lo que ya él sabia que su marido en su testamento dejaba mandado, vió que dentro de una semana se entró monja en uno de los mas recogidos monasterios de la ciudad: él despechado y casi corrido se pasó a las Indias.
Y en tanto caminaba nuestro buen Lope asturiano la vuelta del rio por la cuesta del Cármen, puestos los pensamientos en sus almadrabas y en la súbita mutacion de su estado: o ya fuese por esto o porque la suerte así lo ordenase, en un paso estrecho, al bajar de la cuesta encontró con un asno de un aguador que subia cargado, y como él descendia y su asno era gallardo, bien dispuesto y poco trabajado, tal encuentro dió al cansado y flaco que subia, que dió con él en el suelo, y por haberse quebrado los cántaros se derramó tambien el agua, por cuya desgracia el aguador antiguo despechado y lleno de cólera arremetió al aguador moderno, que aun se estaba caballero, y ántes que se desenvolviese y apease, le habia pegado y atentado una docena de palos tales, que no le supieron bien al asturiano.
Dijo que la quiso matar, y lo hiciera si de sus padres no fuera impedido, y que así, se salió de su casa, despechado y corrido, con determinación de vengarse con más comodidad, y que otro día supo como Luscinda había faltado de casa de sus padres, sin que nadie supiese decir dónde se había ido, y que, en resolución, al cabo de algunos meses vino a saber como estaba en un monesterio, con voluntad de quedarse en él toda la vida, si no la pudiese pasar con Cardenio, y que, así como lo supo, escogiendo para su compañía aquellos tres caballeros, vino al lugar donde estaba, a la cual no había querido hablar, temeroso que, en sabiendo que él estaba allí, había de haber más guarda en el monesterio, y así, aguardando un día a que la portería estuviese abierta, dejó a los dos a la guarda de la puerta, y él, con otro, habían entrado en el monesterio buscando a Luscinda, la cual hallaron en el claustro hablando con una monja, y, arrebatándola, sin darle lugar a otra cosa, se habían venido con ella a un lugar donde se acomodaron de aquello que hubieron menester para traella.
Yo vine despechado tras él, y con buenas y corteses palabras le he pedido que me diese siquiera ocho reales, pues sabe que yo soy hombre honrado y que no tengo oficio ni beneficio, porque mis padres no me le enseñaron ni me le dejaron, y el socarrón, que no es más ladrón que Caco, ni más fullero que Andradilla, no quería darme más de cuatro reales, ¡porque vea vuestra merced, señor gobernador, qué poca vergüenza y qué poca conciencia! Pero a fee que, si vuesa merced no llegara, que yo le hiciera vomitar la ganancia, y que había de saber con cuántas entraba la romana.
Quedó don Quijote acribado el rostro y no muy sanas las narices, aunque muy despechado porque no le habían dejado fenecer la batalla que tan trabada tenía con aquel malandrín encantador.
Y, con esto, cerró de golpe la ventana, y, despechado y pesaroso, como si le hubiera acontecido alguna gran desgracia, se acostó en su lecho, donde le dejaremos por ahora, porque nos está llamando el gran Sancho Panza, que quiere dar principio a su famoso gobierno.
Miren vuestras mercedes también cómo el emperador vuelve las espaldas y deja despechado a don Gaiferos, el cual ya ven como arroja, impaciente de la cólera, lejos de sí el tablero y las tablas, y pide apriesa las armas, y a don Roldán, su primo, pide prestada su espada Durindana, y cómo don Roldán no se la quiere prestar, ofreciéndole su compañía en la difícil empresa en que se pone, pero el valeroso enojado no lo quiere aceptar, antes, dice que él solo es bastante para sacar a su esposa, si bien estuviese metida en el más hondo centro de la tierra, y, con esto, se entra a armar, para ponerse luego en camino.
Tiene asimesmo maheridas danzas, así de espadas como de cascabel menudo, que hay en su pueblo quien los repique y sacuda por estremo, de zapateadores no digo nada, que es un juicio los que tiene muñidos, pero ninguna de las cosas referidas ni otras muchas que he dejado de referir ha de hacer más memorables estas bodas, sino las que imagino que hará en ellas el despechado Basilio.
Pues con todas estas partes, que suelen ser el todo con que los hombres suelen y pueden vivir contentos, vivo yo el más despechado y el más desabrido hombre de todo el universo mundo, porque no sé qué días a esta parte me fatiga y aprieta un deseo tan estraño, y tan fuera del uso común de otros, que yo me maravillo de mí mismo, y me culpo y me riño a solas, y procuro callarlo y encubrirlo de mis proprios pensamientos, y así me ha sido posible salir con este secreto como si de industria procurara decillo a todo el mundo.
-¡Esto quería yo! -rugió el despechado amante con salvaje gozo, lanzándose sobre Carlos, llameante la mirada, apretados los puños.
, miseria! -gruñó Nisco despechado y nervioso.
Mientras caminaba don Valentín, después de salir de casa de don Juan de Prezanes, calleja arriba, por donde vino el tropel de que se hace mención en el capítulo antecedente, resbalando en este morrillo y metiéndose en aquella poza, tropezando aquí y estando a pique de caer allá, despechado y febril, reflexionaba de este modo:.
El pequeño José ya estaba despechado.
El pensamiento de Antonio en aquellos instantes revoloteaba celoso y despechado en torno de Trini, de aquella chavalilla, capullo convertido en flor a sus caricias, un primor de mujer, de formas elegantes y sueltas que ondulaban suaves cual las del antílope, de carnes sonrosadas, de pie casi invisible y de rostro a los que los malos ratos y las pesadumbres no habían logrado arrebatar ni su tersura, ni su brillantez, ni los tonos suavísimos de rosa temprana que lucía perpetuamente en sus encarnadas mejillas, ni a sus grandes ojos aquella dulce expresión infantil, que fueron y volvían a ser a modo de luminosos acicates de los deseos del mozo.
¿Habrá creído acaso que es menos brillante que el de Marsilla? Nosotros juzgamos todo lo contrario: en Azagra se ofrecía la dificultad de una lucha constante entre la generosidad y la pasión, nos parece más fácil presentar al público un carácter de enamorado, siempre igual, siempre violento, que el de un amante despechado y no correspondido, que toma por fuerza la mano de una mujer.

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