Ejemplos con desmayan

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De repente los dos, Virgil y Scott, se desmayan.
Una característica peculiar de la tira cómica, es que al final de cada historia, uno o varios personajes se desmayan tras ser víctimas de una situación vergonzosa o estúpida, acompañado esto de la onomatopeya ¡PLOP!.
Cuando las mujeres de la revista se desmayan se le salen uno o los dos zapatos, que saltan por en el aire.
Veréis: Es aquel dramita moral en que se recomienda el matrimonio y las buenas costumbres, como que allí resulta que todos los solteros somos unos pillos, y porque un joven se retira tarde y se gasta algún durete en picos pardos, me le llaman monstruo y el papá le maldice Hay una escena en que todos se desmayan, porque sale uno muy malo, que resulta ser un hombre dedicado a la ciencia, el cual dice con la mayor frescura que él no cree en Dios aunque le fusilen.
El agua vacila en los aires, los chorros se truncan, se desmayan, descienden, caen, como castillos fantásticos deshechos por la luz de la razón, y en estanques y tazones se extingue el último silbido de los surtidores, que vuelven a esconderse en sus misteriosas cañerías.
de las que se desmayan en humilde cacharro.
-Como deseaba escrutar el corazón de mi novia -díjome Sandalio Aguilar, en la terraza del Casino, en la hora propicia a las confidencias, cuando los acordes de la orquesta se desmayan en el aire, aleteando débiles, a manera de fatigadas mariposas-, y en las conversaciones de amor casi todo es mentira, decidí practicar una experiencia que me ilustrase.
Hasta la sencilla virgen, que se asusta si ve la sangre que hizo brotar ayer la aguja de su dedo delicado, que se desmaya si oye las estrepitosas voces de una pendencia, que empalidece al ver correr a un insignificante ratón, tan tímido como ella, o al mirar una inocente araña, que en su tela laboriosa de nada se acuerda menos que de hacerla daño, la tierna casada, que en todo ve sensibilidad, se esmeran en buscar los medios de asistir al circo, donde no sólo no se alteran ni de oír aquel lenguaje tan ofensivo, que debieran ignorar eternamente, y que escuchan con tan poco rubor como los hombres que le emplean, ni se desmayan al ver vaciarse las tripas de un cuadrúpedo noble, que se las pisa y desgarra, sino que salen disgustadas si diez o doce caballos no han hecho patente a sus ojos la maravillosa estructura interior del animal, y si algún temerario no ha vengado con su sangre, derramada por la arena, la razón y la humanidad ofendidas.
¡Oh, cabeza redonda, exclamé, la que produjo este título! En España, donde las señoras ni toman té, si no es cuando se desmayan y no hay por casualidad a mano manzanilla, flores cordiales, salvia o cosa semejante de las que dicen que son buenas para tales casos, ni, por consiguiente, hablan reunidas al tomarle, pues ya que quería poner un título de cosa de comer o de beber, ¿por qué no dijo El chocolate de las damas? ¡Como si fuera preciso que para hablar unas señoras estuviesen tomando algo! ¡Pues no andan por ahí mil títulos rodando, que, a lo menos, no hacen reír y no puede equivocarse lo que pueda dar de sí la obra, como Tertulias en Chinchón, Noches de invierno, y caso que fuese para hablar de personas muertas, llamáralas primero Tertulias en los infiernos o Noches en el otro mundo, y no El té de las damas, título que, después de habernos abierto el apetito, nos deja con una cuarta de boca abierta!.

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