Ejemplos con desenvainada

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Para darle más espectacularidad a su entrada, Saavedra iba con la espada desenvainada, y había reemplazado su sombrero por un pañuelo anudado.
Momentos después que entró el oficial a la pieza, el capitán de artillería Luis Carrera, cerró con llave la pieza para dejar al oficial encerrado y junto a otros oficiales se puso delante del armamento del retén con su espada desenvainada para evitar que cualquier soldado tomara su fusil.
Inmediatamente después de la batalla, Cumberland entró a caballo en Inverness con la espada desenvainada y aún manchada de sangre, un gesto simbólico y muy amenazador.
En las representaciones pictóricas y escultóricas se le representa con una espada desenvainada en una mano y una bola del mundo en la otra, símbolos de su poder y su justicia.
Existen diversas posibles representaciones gráficas del castillo entre las que destaca la representación con la que se abre el Tumbo B del archivo capitular de la iglesia de Santiago, con una representación del Apóstol Santiago a caballo y con la espada desenvainada, y en el fondo un castillo.
Al amanecer penetra en su palacio y se dirige decidido y enfurecido a su habitación matrimonial con la daga desenvainada.
Para aquel que ve una espada desenvainada sobre su impía cabeza, los festines de Sicilia, con su refinamiento, no tendrán dulce sabor, y el canto de los pájaros, y los acordes de la cítara, no le devolverán el sueño, el dulce sueño que no desdeña las humildes viviendas de los campesinos ni una umbrosa ribera ni las enramaas de Tempe acariciada por los céfiros.
Y, diciendo esto, se paseaba por la sala con la daga desenvainada, dando tan desconcertados y desaforados pasos, y haciendo tales ademanes, que no parecía sino que le faltaba el juicio, y que no era mujer delicada, sino un rufián desesperado.
Y, con esto, entró en el aposento, y todos tras él, y hallaron a don Quijote en el más estraño traje del mundo: estaba en camisa, la cual no era tan cumplida que por delante le acabase de cubrir los muslos, y por detrás tenía seis dedos menos, las piernas eran muy largas y flacas, llenas de vello y no nada limpias, tenía en la cabeza un bonetillo colorado, grasiento, que era del ventero, en el brazo izquierdo tenía revuelta la manta de la cama, con quien tenía ojeriza Sancho, y él se sabía bien el porqué, y en la derecha, desenvainada la espada, con la cual daba cuchilladas a todas partes, diciendo palabras como si verdaderamente estuviera peleando con algún gigante.
Y, diciendo estas razones, con una increíble fuerza y ligereza arremetió a Lotario con la daga desenvainada, con tales muestras de querer enclavársela en el pecho, que casi él estuvo en duda si aquellas demostraciones eran falsas o verdaderas, porque le fue forzoso valerse de su industria y de su fuerza para estorbar que Camila no le diese.
Ostentaba ya desde allí la espada desenvainada, como que tenía que apresurarse a venir a las manos con hombres hechos a pelear de lejos, y le era preciso acortar el espacio propio para armas arrojadizas con la celeridad de la acometida, y viendo a la caballería de coraceros, con que se hacía tanto ruido, defendida por un collado cuya cima era suave y llana, y cuya subida, que sería de cuatro estadios, no era difícil ni tenía cortaduras, dio orden a los soldados de caballería tracios y gálatas que tenía en sus filas de que, acometiéndoles en oblicuo, desviaran con las espadas los cuentos de las lanzas, porque en ellos estaba el todo de la fortaleza de aquellas gentes, no pudiendo nada fuera de esto, ni contra los enemigos ni para sí, a causa de la pesadez e inflexibilidad de su armadura, con la que parecían aprisionados.
A la cabeza de su columna, a pie y con la espada desenvainada debajo del brazo, marchó al ataque a paso de carrera, como un héroe antiguo, y, bajo un fuego terrible de todas las baterías de la parte del puerto, dio el asalto a la formidable posición del Morro de Talcahuano, rellenando los fosos con salchichones, coronando el muro y arrollando al enemigo a la bayoneta.
Más tarde los arropó en la gran cama de la casa de debajo de los árboles, pero ella durmió esa noche en la casita y Peter montó guardia fuera con la espada desenvainada, pues se oía a los piratas de parranda a lo lejos y los lobos estaban al acecho.
Este, osadamente, desenvainada la espada, fuera de la entrada corrió, envuelta la siniestra mano cuidadosamente, y a la mujer tal cual por esta parte, ¡salvo sea lo que toco!, por la mitad atravesó.
Detrás venia Ájax con la espada desenvainada y demostrando en sus gestos una locura furiosa, cortó el ternero en muchos pedazos que fue distribuyendo entre los maravillados comensales.
Quería Galba salir, y Vinio no le dejaba, pero Celso y Lacón le excitaban, oponiéndose vigorosamente a Vinio, en esto corrió muy válida la voz de que a Otón lo habían muerto en el campamento, y de allí a poco se vio a Julio Ático, varón no de oscura calidad que militaba entre los lanceros de la guardia, venir corriendo, con la espada desenvainada, diciendo a gritos que había muerto el enemigo de César, y penetrando por entre los que tenía delante, mostró a Galba su espada ensangrentada.
Algunos dicen que antes había luchado, agitándose acá y allá, y gritando, pero que al ver a Bruto con la espada desenvainada, se echó la ropa a la cabeza y se prestó a los golpes, viniendo a caer, fuese por casualidad o porque le impeliesen los matadores, junto a la base sobre que descansaba la estatua de Pompeyo, que toda quedó manchada de sangre, de manera que parecía haber presidido el mismo Pompeyo al suplicio de su enemigo, que, tendido, expiraba a sus pies, traspasado de heridas, pues se dice que recibió veintitrés, muchos de los autores se hirieron también unos a otros, mientras todos dirigían a un solo cuerpo tantos golpes.
En cuanto a hechos propios y personales de guerra, de Filopemen hubo muchos y muy señalados, de Tito ninguno: así es que uno de los Etolos, Arquedemo, le motejó de que, mientras él corría con la espada desenvainada contra los Macedonios que se le oponían, Tito se estaba parado con las manos levantadas al cielo haciendo plegarias.

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