Ejemplos con derrochador

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Algunas fuentes describen a David como fashion victim, derrochador en cuanto a su imagen personal, pues gasta enormes sumas en sus cambios de estilo.
La protagonista, María, es encerrada en un manicomio por su derrochador marido con el fin de robarle el dinero, tristemente, su hijo también le es arrebatado.
La historia comienza con el narrador, un hombre de ascendencia aristocrática que se llama a sí mismo William Wilson, denunciando su pasado derrochador, aunque éste no se siente culpable, pues entiende que ningún otro hombre ha sido tentado de igual manera antes.
El gobierno es ineficiente y derrochador, siempre tiene un rendimiento insuficiente de los impuestos recaudados.
Este chico es una especie de derrochador que no se toma la vida muy enserio y Madonna le canta para cambie su forma de ser.
Aunque dispuesto a deshacerse de sus antiguos aliados en cualquier momento con interés en su propia supervivencia, Silver tiene una compensación de virtudes: es bastante sabio para prestar atención a la dirección del dinero, en contraste con el camíno derrochador que toma la mayoría de los piratas, y es físicamente valeroso a pesar de su inhabilidad, por ejemplo, cuando el escondrijo de Flint es encontrado vacío, él con serenidad se mantiene firme contra cinco hombres peligrosos a pesar de tener sólo a Hawkins con él.
El último caballero como se le conocía, también recibía el apelativo de el peor cabeza de la casa de los Habsburgo y derrochador hasta los bordes de la locura.
Era mujeriego y derrochador, y suponíase que la dote de doña Rebeca le había enamorado más que la dama.
Al principio fue una plaza de menor cuantía, que cubriese los gastos de tocador y otras menudencias del chico, derrochador de suyo, en seguida vinieron más pingües brevas, y Aurelio siguió la ruta trillada ya por sus antecesores.
Tanto fué, que las dos personas sentadas atrás se volvieron y, bien que sonriendo, examinaron atentamente al derrochador.
No era un derrochador como Aransis, ni había llegado al reposo y madurez de juicio del gran Beramendi.
Era por aquel tiempo el marqués, sin ser derrochador, bastante libertino, pero no con aquel aristocrático libertinaje de los Lauzun y los Frousac, señoriles hasta en sus vicios, caballerescos hasta en la infamia, que sacudían de sí todo lo vulgar y grosero, con la misma elegante pulcritud con que sacudían el polvillo del perfumado tabaco de sus chorreras de encaje.
Sus papas lo llevaban bastante elegantito, eso sí, pero limitábanse a darle los domingos tres pesetas y un sermón encargándole que no fuese derrochador ni calavera, que mirase en qué gastaba su dinero y mucho cuidadito con meterse en sitios malos.
Egoísta hasta la brutalidad, era derrochador para sus placeres y tacaño feroz cuando se trataba de las necesidades de los demás.
Conviene decir también que el joven aquel no era derrochador.
Yo sentía además en mi alma la atracción de la Corte, no pudiendo descifrar claramente cuál objeto o persona me llamaban en ella, ni explicarme las anticipadas emociones que por el camino sentía mi corazón, como el derrochador que principia a gastar su fortuna antes de heredada.
El derrochador, aunque aparentemente haga bien haciendo circular la moneda en forma intensiva, es lógico que produce desequilibrio, no solamente en sí mismo, sino también con el movimiento general de valores.
El pródigo, el derrochador, aquél que malgasta su dinero, aunque en el fondo se sienta muy generoso, es indubitable que está violando la Ley.
Sin embargo, en el siglo pasado hubo cuatro herederos seguidos de carácter disoluto y derrochador, y un jugador completó, en tiempos de la Regencia, la ruina de la familia.
Lo mismo que antes, se mostró gran conquistador, derrochador y jugador, pronto a desafiar, bochinchero y turbulento, pero, al mismo tiempo, su pequeña ciencia le daba cierto aplomo que pronto se volvió prestigio, y de tal modo creció el círculo de sus admiradores, que se hizo, para ellos, todo un caudillo.
El virrey conde de Castellar entregó bien provistas las reales cajas, y el virrey arzobispo se cuidó de no incurrir en la nota de derrochador.
-Entre un vanidoso derrochador, que hará cera y pábilo de tu hacienda, y un avaro, que si no la aumenta, sabrá conservarla para mis nietos, estoy por el segundo.

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