Ejemplos con dependiente

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Entretanto, ordenaba éste sus asuntos mercantiles, para dejarlos bajo la dirección y al arbitrio de un dependiente de su confianza.
Ahora, el amor por un lado y por otro la primavera, parecían incubar en él un nuevo ser, y de la ruda cáscara del antiguo dependiente, con la inteligencia muerta y la voluntad atrofiada, surgía un hombre nuevo, en el cual despertábase el mismo romanticismo de su padre cuando era joven.
Manolita acogió burlescamente la declaración del dependiente, mas no por esto dejó de agradecerla, con esa satisfacción que causa en toda mujer el saber que es amada, y nada dijo a su familia ni a Rafael.
Don Eugenio, que se sentía viejo y estaba dispuesto a traspasar al dependiente predilecto, encargóse de hablar a su amigo el , éste no tenía gran empeño en conservar en casa una hija que ignoraba el valor del dinero y gastaba mucho en trajes, según él decía, y como el novio la aceptaba sin un céntimo de dote, la boda se arregló, y a los tres meses la señora de don Melchor Peña entró triunfalmente en sus dominios de la plaza del Mercado.
Puesto que el dependiente mayor, Antonio Cuadros, se había casado con Teresa, la criada, y por tener algunos ahorrillos pensaba establecerse, que se quedara con la tienda y con don Eugenio, que quería acabar su vida agarrado a ella como una lapa.
Y el infeliz mortal poseedor de tantas cualidades paseaba por la tienda ante su asombrado dependiente, con toda la prosopopeya de un hombre que tiene agarrada la fortuna por los pelos y no piensa soltarla.
Impresionábale el acento de verdad del dependiente, pero no podía dominar el temor respetuoso que le inspiraba una familia rodeada de los prestigios de la riqueza y de la elegancia.
La loca fortuna del principal contagiaba al dependiente, y éste, a pesar de su carácter frío, se sentía animado por el deseo de correr el azar ganando una fortuna en unos cuantos meses o arruinándose para siempre.
Las contiendas entre don Eugenio y su antiguo dependiente los separaban, y a pesar de hacer la vida bajo el mismo techo, pasaban semanas sin hablarse.
Junto a la imaginación exaltada del dependiente debía existir una enorme cantidad de sentido práctico capaz de sofocar todas las fantasías y caprichos, y a esto se debió, sin duda, que Melchor se reprimiera en sus románticas extravagancias, y en adelante, aunque sin abandonar la lectura de novelas, se dedicara con más asiduidad a sus quehaceres.
El dependiente había entablado amistad con Micaela, una criatura insignificante que pasaba por el mundo como un fantasma, anulada la voluntad, lamentándose de no vivir, como en su juventud, en la servidumbre doméstica.
Entre el dependiente y ella establecíase el lazo de la igualdad de caracteres.
El dependiente era para ella un ser de casta superior, causábala respeto la posición social de su familia, y mientras Tónica le llamaba por su nombre, ella, con sus costumbres de criada antigua, nombrábale siempre señor de Peña , ceremoniosamente, a estilo de comedia.
El dependiente estaba ruborizado y se expresaba con dificultad, impresionado por la mirada del grande hombre.
La viuda hablaba con su antiguo dependiente, sonriendo.
Abajo, en la cerrada tienda, encontraron a don Eugenio, siempre con la gorrita de seda, el cual acogió con gesto huraño a su antiguo dependiente.
Un mes antes no habría vacilado en acudir a su antiguo dependiente, a pesar de lo mucho que esto lastimaba su altivez.
Cuadros, a pesar de su fortuna, no dejaba de ser el antiguo dependiente, el marido de la criada Teresa, un pobre diablo al que ella había tratado siempre con desprecio.
Podían atestiguarlo los pescozones con que don Eugenio había saludado a su querido dependiente un lunes en el almacén, cuando vio a Melchor que, recordando el drama , se creía un Lagardére, y con una vara de medir ensayaba la gran estocada de Nevers, acribillando los fardos de un modo que hacía temblar por la integridad de los géneros.
Aquel acólito del culto de Mercurio, por su empaque desenfadado atraíase la mala voluntad de los pilluelos de la plaza, enjambre de diablejos que pasaban horas enteras ante la relamida figurilla llamándole ¡! con irritante tono de mofa, hasta que algún dependiente les amenazaba con la vara de medir.
Los años y el frecuente trato no habían podido borrar el recuerdo de la época en que Teresa era criada en aquella tienda y el escándalo de los señores al verla casada con el dependiente principal.
Y en cuanto a su muletilla aunque le estaba mal el decirlo , gozaba el privilegio de poner nerviosa a doña Manuela, que tenía por tonto rematado a su antiguo dependiente.
Era el hombre honrado y modesto que deseaba, si no fuese más que un dependiente de comercio, tal vez aceptase ¿pero es que ella ignoraba quién era su familia? Estaba enterada por una parroquiana amiga de su mamá y de sus hermanitas.
Todo quiere empezar, y él, puesto ya en el camino de la suerte, aseguraba a su dependiente que antes de un año tendría millones, sí señor, millones no nominales ni de mentirijillas como los que compraba y vendía en la Bolsa, sino reales y efectivos, prontos a convertirse en fincas o en acciones.
Y pasando por él una ráfaga de confianza, desarrollaba un panorama tan encantador a los ojos de su dependiente, que los instintos de comerciante rapaz despertaban en éste y se estremecía de pies a cabeza con el escalofrío de la ambición.

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