Ejemplos con departía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aburrido y sin ningún quehacer en Madrid, Ibero repartía sus horas entre el lento vagar por las calles y las visitas a su amigo Chaves, con quien a ratos departía.
En tanto, uno de los hermanos departía con Sarmiento de cosas religiosas, sabedor de que estas habían de llevar gran alivio y fuerzas al espíritu del reo.
Cuando no me ocupaba en estas alabanzas, departía mentalmente con ella.
Un tropel de muchachas, todas engalanadas con los vestidos de los días de fiesta, bullía y rebullía alegremente procurando ocultarse a los ojos avizores del Soniche, que en el camino de la casa departía grave y circunspecto con Antoñico el Pantalones.
Y continuó bailando sin protesta de su compañera que permaneció sola, recibiendo empellones y codazos, en medio de la sala, mientras él departía con Petronio.
No se lo oculté a don Serafín, y esto acabó de darme una importancia colosal a los ojos de aquella apreciable familia, con la cual departía yo a todas horas con la más patriarcal franqueza, especialmente desde que, habiéndose quedado el gordo caldista en Olmedo, y no estorbándonos para nada el imberbe estudiantillo, vivíamos los cinco en el interior de la diligencia como en el propio hogar.
En la edad viril, declinando a la madurez, Nordis conservaba su pelo ensortijado, su bigote retorcido de finas guías, su color mate, sus facciones correctas, su tipo de tenor italiano, guapo, insinuante, y que sería atractivo sin lo receloso del mirar, que ocultaban los lentes de concha, y sin cierta dulzura pegajosa y frisa de la voz y del gesto, Ubaldo Nordis era, ¿pero qué viento le traía? Y con la ceguedad del instinto celoso, al pronto Felipe pensó en Rosario, con quien departía Nordis momentos antes.
Todos con el mejor vestido, y formando corrillos en los que se departía a gritos, como es costumbre entre la gente de campo, no porque el furor sustente los debates, sino por hábito adquirido viviendo casi siempre fuera de techado, todos, repito, se entregaban a aquel primer momento de ocio, después de una semana de rudas fatigas, con las más expresivas señales de satisfacción, buscándola especialmente en comunicarse unos a otros las observaciones, planes y labores que cada cual había hecho desde el domingo anterior.
Mientras así, y por el estilo, departía yo con Pedrín, el llamado Gabielón había llegado junto a sus camaradas, un tanto sobresaltados al ver caer al fugitivo, y no poco recelosos al contemplarle luego bajo mi protección.

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