Ejemplos con departían

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la llamada escuela-catequesis de las iglesias, el propio párroco o el sacristán departían la doctrina cristiana al mismo tiempo que enseñaban a leer, escribir y contar.
Le había dado a leer algunas novelas francesas que traía, y sobre su argumento y el mérito de los autores departían largamente en la mesa escuchados por los otros que apenas sabían de qué se trataba.
Dos mujeres estaban a su lado, y todos los comensales departían alegremente.
Salían del templo algunos hermanos de la Vela Perpétua, los vicarios departían en el cuadrante con los campaneros, y en la esquina opuesta una vendedora de frutas secas dormitaba en espera de marchantes, a la luz de un farolillo de papel.
Es decir, que sólo habían durado la «escampa» y el sosiego lo estrictamente necesario para que fuera Dios a la casona desde la iglesia, y volviera a la iglesia desde la casona, milagro patente en opinión de Facia, y no puesto en duda por los que departían con ella sobre el caso.
Una vaga neblina, producida por el polvo de la alfombra y el humo de los cigarros, espesaba la atmósfera, haciendo lucir las lámparas eléctricas, ya no muy brillantes de por sí, como al través de un velo, los palcos, desiertos en su mayoría, eran así sumidos en tenebrosa negrura, como grandes nichos vacíos de un cementerio abandonado, de los brazos eléctricos pendían manojos de serpentinas, rotas, manoseadas, sucias, los conffetis tapizaban el suelo con innoble iris, y sentados en torno al salón algunos dominós obscuros, semejantes a encapuchados penitentes, ocultando bajo aquel arreo, que quería ser arlequinesco y era lúgubre, las ansias de rapiña de las del oficio de zurcidora de gustos, que antaño se refugiaran, refugio por refugio, bajo el manto de la dueña, parecían esperar pacientemente, cambiando de vez en cuando algunas palabras con misteriosas mascaritas ataviadas de pescadoras napolitanas o de paludos bebés, alguna pareja, que más que de recién conquistados corazones parecían de mal avenidos esposos, departían por hacer algo, y algunos solitarios bostezaban largamente.
Bulliciosos, se agrupaban en torno a dos veladores cuatro o cinco cadetes y otros tantos mozos imberbes que reían y gritaban en compañía de algunas prójimas cosmopolitas -Margaritas de Tolón, Lucrecias napolitanas-, y por fin, casi junto a la puerta del escenario, Lucerito Soler, una dama de venerable aspecto que vestía negro traje y peinaba en cocas los argentados cabellos, la Gioconda y el Niño de las Verónicas departían amigablemente.
Y allá, al final del patio, enamorada pareja -barbudo el galán, frágil la niña- departían tiernamente.
Una tarde, cuando el sol declinaba al ocaso, dos hombres vestidos de rigurosa armadura departían misteriosamente, paseando por una deliciosa pradera próxima al citado arroyo de Agua-pesada y oculta por una selva enmarañada y frondosa.
Cuando entró Brezales en la sala, aún no había comenzado la sesión, y los concurrentes, de pie y fumando los más de ellos, departían en corrillos sobre el triple objeto de la convocatoria, o sobre la importancia o impertinencia de cada uno de los tres proyectos, o bostezaban de fastidio, según las circunstancias y los genios, pero sobre todos los rumores del salón, descollaba la voz del proyectista, rebozada, digámoslo así, en el continuo y desacorde crepitar de los papeles que manoseaba y revolvía hacia un lado y hacia otro, hacia arriba y hacia abajo, golpeando sobre ellos a lo mejor y metiéndose los al más frío por los ojos.
Pues bien: en el Sport-Club, a las dos de la mañana, y en una sala de las más concurridas a aquellas horas en que duermen y reposan las gentes ordinarias que todavía conservan los resabios del trabajo y del hogar, departían afectuosamente, arrimados a una mesa, Manolo Casa-Vieja y Paco Ballesteros, después de haber tomado chocolate a la vainilla el uno, y el otro buena ración de biftec con media botella de Burdeos.
Casi al mismo tiempo que Gorión y Carpio hablaban en la calleja lo que puntualizado queda en el capítulo anterior, Patricio y Gildo, sentados en el poyo del portal de su casa, departían al tenor siguiente:.
Y una noche entre las noches, ocurrió que el sultán tenía que salir a la mañana siguiente, y habiéndole tocado el cargo de visir aquella semana a Chamseddin, el mayor, los dos hermanos departían sobre asuntos diversos para entretener la velada.

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