Ejemplos con demonio

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Había nacido para más nobles y menos provechosos cuidados, bien claro se lo decía su demonio interior, el Inteleto: Belarmino, vamos a discurrir cosas nunca oídas.
¡Oh!, ¡si le hubiera sido posible retirar del Congreso su proposición! ¡Si el demonio no le hubiera tentado para presentarla! ¡Si, a lo menos, los compromisos de su posición jerárquica le hubieran permitido retardar unos días el rompimiento! Pero ya no tenía enmienda.
¡Qué demonio de chico!exclamó entonces don Simón, pellizcándose los muslos.
Asaltábanle allí toda clase de miedos, a los ladrones principalmente, pero de éste se sacudía con alguna facilidad, considerando que hasta para robar era cruel aquella noche, aun en el supuesto de ser creíble que en semejantes soledades habitaran los que viven a expensas de lo que tienen los que jamás pasarían por allí, a no estar tentados del demonio, o del afán de ser diputados a Cortes, que tanto monta.
El día en que el Gobierno, o la provincia, o el demonio, haga el camino, recoge usted su depósito y en paz.
¡Sí!decía Juana, como la media libra de tocino que te robó de entre las manos el otro día ese mismo demonio de animal! ¡Como el pollo que me sacó de la tartera antes de ayer el gato del enterrador! ¡Como el grano que se zamparon ayer en el desván las gallinas del vecino! ¡Como tantas otras cosas que se nos van por arte del demonio!.
Iba, de fijo, a promoverse un altercado entre la mujer, que estaba dominada por el demonio de la impaciencia, y el marido, que no lo estaba tanto, cuando entró la niña llorando en la tienda.
A este recóndito ser personal o demonio íntimo, Belarmino lo llamaba.
¿Qué demonio ocurrirá? Acaban de dar las dos.
¡El demonio no te llama Isabel! ¡El demonio te llama voz de mentira, cuervo de ingratitud, sierpe de hipocresía, brasa de lujuria!¡Sólo la santa de quien fuimos verdugos te llama Isabel! ¡Ay, para ella todos éramos sus hijos! ¡Pero Satanás no tiene en los labios el amor de aquella boca ya muda! ¡Isabel, tú para mi te llamas remordimiento, y esa bruja, bruja!.
¿Y esos no sospecharán? El Demonio me lleve si hemos conseguido engañarlos en lo otro La verdad es que, por mi parte, tampoco lo pretendí.
¡El mejor amigo del Demonio! Me habré equivocado y no será la campana de András.
¡El Demonio me lleve! ¡Se ha quedado la bestia fuera!.
¡Arreniégote, Demonio! ¡Arreniégote, Demonio!.
¡Qué demonio! No había que gemir tanto por culpa de un tío judío.
¡Que se lo llevase todo el demonio! Al fin era suyo, bien lo sabía Dios, y podía destruir su hacienda antes que verla en manos de ladrones.
Allí había ido él muchas veces por sus asuntos, y allá iba ahora, a ver si el demonio era tan bueno que le hacía tropezar con el amo, el cual raro era el día que no inspeccionaba con su mirada de avaro los hermosos árboles uno por uno, como si tuviese contadas las naranjas.
¿Y aún dicen que el demonio no es bueno? Allí estaba su hombre, el mismo que deseaba ver desde el día anterior.
Ya alcanzaba a contemplar su huerto, ya se reía del miedo pasado, cuando vió saltar del bancal de cáñamo al propio , y le pareció un enorme demonio, con la cara roja, los brazos extendidos, impidiéndole toda fuga, acorralándolo en el borde de la acequia que corría paralela al camino.
Tras él, arrastrándose cual un demonio ebrio y lanzando espantables gruñidos, salió otro espectro de fuego, el cerdo, que se desplomó en medio del campo, ardiendo como una antorcha de grasa.
Además, ¡qué demonio! después de tanto trabajo y tan buena cosecha, bien podía un hombre honrado permitirse un poco de expansión.
Yo tengo un pájaro que todo me lo comunica, y si mañana sé algo malo, andará la caña suelta como un demonio.
Mientras detallaba sus recuerdos, el maestro y su mujer le oían atentamente, y algunos muchachos, abusando del inesperado asueto, iban alejándose de la barraca atraídos por las ovejas, que huían de ellos como del demonio.
Y los gorriones, los pardillos y las calandrias, que huían de los chicos como del demonio cuando los veían en cuadrilla por los senderos, posábanse con la mayor confianza en los árboles inmediatos, y hasta se paseaban con sus saltadoras patitas frente a la puerta de la escuela, riéndose con escandalosos gorjeos de sus fieros enemigos al verlos enjaulados, bajo la amenaza de la caña, condenados a mirarlos de reojo, sin poder moverse y repitiendo un canto tan fastidioso y feo.
¡Qué demonio! La gente de este país vive con la imaginación.
¡Inútil celibato el de los clérigos! Si el Concilio de Trento les prohibe tener hijos, Dios, no el Demonio, les da sobrinos para que conozcan los dulces afanes de la paternidad.
Cerca de dos horas estuvo en las garras del horrible demonio amarillo, cuyos resplandecientes ojos de oro producen tormento y fascinación.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba