Ejemplos con dejábamos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Nuestra Prima Ballerina Absoluta Alicia Alonso, cubana genuina y defensora de nuestro acerbo cultural comprendió de inmediato el peligro que acechaba a nuestra cultura si dejábamos morir una de sus dos raíces más importantes.
La escena presentó el único desnudo de la película, lo cual fue conversado por Shoop en una entrevista: ¡Fue difícil! El agua estaba demasiado helada, ¡y junto a Leo Rossi no dejábamos de temblar! El agua además estaba sucia, por lo que terminé con otitis.
Angustias y yo no poníamos nada de nuestra parte, nos dejábamos llevar por Felicita, y en verdad que si grande era nuestro gozo no era menor el de la pobre solterona.
Nosotros sabíamos cómo marchaba la maquinación, y dejábamos hacer a los conspiradores, convencidos de su impotencia.
- Contentos partimos, no sin dejar alguna fibra de nuestros corazones prendida en la bella y hospitalaria Tortosa, en su buena gente, en los leales amigos que allí dejábamos.
Pero como no había razones que de su infundado convencimiento la apeasen, tanto Ignacia como yo dejábamos que su alma se adormeciera en aquel dulce ensueño.
mínima, que nos enamoró mucho más que la que dejábamos.
Seguímosle, y nos llevó a una sala, compuesta con más decoro que la que dejábamos e iluminada por un velón de cuatro mecheros.
Iban cantando los soldados, y los oficiales disertando en amena conversación sobre la campaña emprendida, dejábamos a los caballos seguir en su natural y pacífica andadura, sin espolearles ni reprimirles.
Volviendo del señuelo al tranquito, dejábamos resollar los caballos.
Era completamente de día cuando dejábamos el Monte de la Vieja, dirigiéndonos a otro paraje, donde debía haber leña y agua sobre todo.
No dejábamos llamador en su lugar, zócalo recién pintado, pared recién blanqueada, vidrio sano que no rayáramos o rompiéramos.
Puestos en marcha todos, bien corrida ya la media mañana, delante el espolique llevando del ramal la cabalgadura que apenas se veía debajo de la balumba de mis maletas y envoltorios, sin salir del casco de la villa atravesamos por un puente viejo el Ebro recién nacido, y a bien corto trecho de allí y después de bajar un breve recuesto, que era por aquel lado como el suburbio de la población que dejábamos a la espalda, vímonos en campo libre, si libre puede llamarse lo que está circuido de barreras.
Se nos montaban, y aunque a veces doloroso era su inicio, después explotábamos en gozos que se expandían en rugidos entre los matorrales, a la orilla de los ríos, entre las piedras y así era hasta que un día descubríamos que un nuevo humano crecía en nuestro vientre y al parirlo, dejábamos boquiabiertos de admiración a los machos que nos bendecían como a las diosas o dioses que comenzaban a imaginar que existían atrás de toda fuerza universal.
Y al correr, y al gritar, y al sentir un anhelado cansancio dejábamos libres todas la iras, decepciones y angustias que nos hacían estremecer y dudar.
Nosotros hemos tenido deseo de innovar, y hemos empezado por construir los mercados, mientras dejábamos el Instituto en un caserón ruinoso y denunciado.
Para haceros cargo del interés que debían inspirarnos sus numerosas estancias, razón es que sepáis como los trovadores son los únicos que en los solitarios monasterios dan idea de los acaecimientos del siglo, cantando en ellos las continuas revueltas de los pueblos, y las gloriosas victorias de los reyes, y bien que el joven de que os hablo lo hiciese en lengua provenzal, no dejábamos de comprender el espíritu de sus cantares.
Cuanto más distancia dejábamos a nuestra espalda, entre nosotros y aquella costa bendita, más volvía en mí la confianza y la alegría, aunque en el fondo me quedara el resabio de un trago amargo.
-¿Es éste el Ebro? -pregunté a Chisco sin considerar que dejábamos sus fuentes muy atrás y sus aguas corriendo en dirección opuesta a la que llevábamos nosotros.
Ya persuadido de que le aturdíamos y no lo dejábamos resollar, se encogía, se enfurruñaba y casi desaparecía su cabeza bajo el cuello de su famoso gabán color chocolate barato.
Dejábamos a Pipá, cuando interrumpí mi relato para examinar sus creencias a la ligera, en el acto solemne de disponerse a atacar la fortaleza de la Casa de Dios, que defendían la bruja Pujitos y el monaguillo, y más que monaguillo pillastre, Celedonio.
Dejábamos al doctor Pánfilo entre San Marcos y la puente.
Pero como no había razones que de su infundado convencimiento la apeasen, tanto Ignacia como yo dejábamos que su alma se adormeciera en aquel dulce ensueño.
Esta mañana, cuando dejábamos el valle, siguiendo un sendero extraviado divisé a lo lejos el despeñadero y el grupo de molles que oculta la boca del antro.
acto mismo de la ejecución, pues, los dejábamos momentos antes,.
Los trigos, las cebadas, los centenos y las hortalizas mostraban alternados sus distintos verdes en espléndidas llanadas que se perdían de vista al Norte y al ocaso, mientras que, a mediodía y Levante, dejábamos atrás bosques de frutales y prolongadísimas alamedas, sin flores aún y sin hojas.
Escribí a mi madre dándole razones que pudieran hacerla aceptar ese ensanche inmenso en el espacio que nos separaba, y pocas horas después dejábamos la rada de Valparaíso y nos hacíamos a la mar.
Volví los ojos al pueblecillo que dejábamos a nuestra espalda.

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